La música de Tortoise es un viaje sobre el caparazón de una tortuga marina. Experimental pero no inaprensible, esta banda ofrece un recorrido refrescante a través de sonoridades nuevas y mezclas inexploradas. Tras una travesía iniciada hace 20 años, el quinteto de Chicago vuelve a pasar por Chile, el viernes 25 en el teatro Nescafé. Razón suficiente para revisar parte de su extensa historia.

Tortoise ha sido una banda atípica desde su nacimiento. Quizá en ello radica el encanto exótico de su música. Cuando lo primero que se viene a la cabeza al escuchar una melodía pop estándar es un mall, este quinteto de Chicago evoca paisajes lejanos, mar y arena, o el sabor del aire nocturno. Su propuesta es un viaje constante a través de sonoridades diversas en un cruce étnico y vanguardista.

Esta banda se da la libertad de romper con los cánones del rock y salir triunfantes. Nutridos del jazz, la electrónica, el dub, la bossa nova y el minimalismo clásico, los Tortoise se dan el gusto de ensanchar las mentes estrechas que dejó la ola de metal y de pop sintético de los ’80. Nacidos a principios de la década siguiente, se dedicaron a romper cada uno de los paradigmas de la música popular con una voluntad punk. Si bien todos ellos venían del género, ya que tocaban en bandas de post punk como Tar Babies, Bastro, Eleventh Dream Day, Poster Children y Slint, engrosan un currículum más que honorable que los convierte en una súper banda indie.

Sin embargo, el molde les era estrecho. Destruir límites fue la única opción. Adiós vocalista: los temas serían instrumentales. Adiós líder-acapara-groupies, en esta banda, todo instrumento aporta. Adiós estructura verso-refrán-verso (la que tanto acongojaba a un Kurt Cobain que proclamaba la muerte del rock and roll). Adiós melodías de tres minutos para encajar en las parrillas radiales. Adiós métrica en cuatro cuartos.

¿Qué queda, entonces? Un territorio virgen. La deliciosa sensación de probar y descubrir qué resulta. Eso incluye, por cierto, alternar grabaciones de radio de onda corta, melodías de jazz, bucles de vinilo, sintetizadores y guitarras, como en su iniciático “Cliff Dweller society” (1995). Tortoise, en este sentido, fue un grito de rebeldía ante la rigidez de una fórmula agotada que daría por producto final, sin remedio,  a Green Day o Avril Lavigne.

Tras los últimos estertores del grunge, y su sobredosis de guitarras y voces, los de Chicago proponen un universo innovador y maravilloso. Marimbas, calimbas, vibráfono, xilófono, percusiones y melódica proveen sus temas de timbres cálidos, misteriosos e inusuales, al tiempo en que la sección rítmica es doble: dos bajos y dos baterías, además de guitarra y sintetizadores.

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Historias de tribus de las Galápagos

Los actuales integrantes de Tortoise son John McEntire en batería y teclados, Johnny Herndon en batería, percusión y vibráfono, Dan Bitney en bajo, guitarra y percusiones; además de Doug McCombs en bajo y guitarra y Jeff Parker en guitarra y bajo. Todos ellos tan inquietos que mantienen sus propias bandas en paralelo. McEntire con el pop sofisticado y electrónico de The Sea and Cake, Herndon y Bitney con el free-jazz y funk sicotrópico de Isotope 217, Parker con el jazz enigmático, primigenio y experimental del Chicago Underground (en formato dúo, trío, cuarteto y orquesta) y McCombs con el indie rock de los consagrados Eleventh Dream Day, más su salida solista: Brokeback, de tonos mágicos y reverberantes.

En el pasado, circularon el bajista Bundy K Brown (Gastr del Sol, Directions in Music) y el guitarrista de Slint, David Pajo, quien se retiró para seguir sus proyectos solistas como Pajo, Papa M y Aerial M, además de convertirse según él mismo en una “prostituta del rock”, al prestar sus servicios como músico para Stereolab, Bonnie ‘Prince’ Billy, Royal Trux, Early Man y Zwan, entre otros.

Tortoise se inscribe en medio de una galaxia de nombres porque pertenece a ella y se nutre de ésta todo el tiempo. Faltan muchos más, con quienes el quinteto ha compartido desde una remezcla hasta integrantes, una cena como amigos o la grabación de su disco en el estudio: Yo La Tengo, Run On, Jim O’rourke, The Eternals y Stereolab, entre otros, forman parte de esta constelación de vínculos que ha llevado a Tortoise a pertenecer a una comunidad real, a una escena específica que los ha proyectado como uno de los nombres más importantes de la música independiente, al lado de Sonic Youth, Mogwai y Yo La Tengo. Adentrarse en ellos es empezar a descubrir parte de lo mejor del underground arty de los últimos años.

La cultura en la que se insertan es la de lo colectivo y la apropiación de éste bajo cánones propios en una remezcla o versión propia de la realidad. Los integrantes se cambian instrumentos arriba del escenario, son compartidos con otras bandas o colaboran con ellas. El alcohol y los narcóticos distienden los lazos de la subjetividad (no es casual que una copia autografiada del póster con la tortuga del último show en Santiago en el ’98, tenga los ojos llenos de vasos sanguíneos reventados pintados por Bitney).

Asimismo, Tortoise posee dos álbumes de remezclas y un par de singles más en la misma óptica. Nombres tan disímiles como los mencionados O’rourke y Autechre, aparecen junto al hip hop experimental de Unkle, al ruidismo digital de Oval, la sapiencia de Steve Albini, la electrónica lúdica de Nobukazu Takemura y el jungle de Spring Heel Jack. La tortuga gigante marina no se priva y se place en recorrer cuánto océano de la vanguardia le sea disponible. Sus conexiones las hace de manera tribal, con el concepto de comunidad, tal como lo hacen sus pares en las Galápagos, cuando están en tierra firme.

Caparazones gigantes, una discografía recomendada

Tortoise – Millions Now Living Will Never Die (1994)

Éste es el álbum que los lanzó a la fama (aunque TNT de 1998 terminaría siendo más popular). Millions now living… emergió en un momento clave, donde toda esta música diversa de gente como Stereolab y Labradford recién empezaba a conocerse más, y donde nada recibía aún nombres como post rock o lo que fuese, era simplemente rock experimental. Este disco revolucionó a la crítica y a los melómanos, ya que tenía un track inicial de 20 minutos que alternaba electrónica, cool jazz y hermosos paisajes instrumentales con vibráfono en el medio: “Djed”, el que venía además impregnado de las melodías situacionistas de Ennio Morricone.

Tortoise rompió todos los moldes tradicionales con una belleza emotiva real nada más que en ese primer tema. Los que siguen, serían igual de gloriosos, teniendo en “Glass museum” y “Along the Banks of Rivers” dos de los temas más hermosos compuestos por la banda, cristalinos al grado de quitar el aliento. Este álbum fue elegido por el comité de All tomorrow’s parties para ser ejecutado en su integralidad en sus classic series, que incluyeron otros indispensables de todos los tiempos como lo son Daydream nation (Enigma, 1998) de Sonic Youth, Babble and scarpe (Sub Pop, 1993) de Sebadoh y Perfect from now on (Warner, 1996) de Built to Spill.

Tortoise – Standars (2001)

Tres años después de su exitoso TNT, tal vez el disco más popular de la banda, Tortoise vuelve con un disco cargado de residuos tóxicos nucleares. Con una fuerte influencia del jazz perturbador de Isotope 217, del hip hop abstracto de Dj Shadow y de la electrónica perturbadora y dislocada de Autechre, los de Chicago proponen en Standards composiciones más concisas que en su anterior entrega, reduciendo los tiempos de desarrollo de los temas, y ganando en precisión.

La atmósfera total del disco es embriagadora e inquietante y se aleja de los tonos easy-listening y de la belleza bossa nova de TNT para adentrarse en canciones enigmáticas y desafiantes, tal vez las más intensas de la banda en su carrera. Recién el tema que cierra, “Speak easy”, vuelve en cierta medida a los cánones expansivos del Millions now living… pero aún así tras haberlos sometido a la radiación atómica desintegradora que empapa el disco, con una guitarra con feedback, ruido y distorsión. Lo malsano se siente hasta en los nombres de los temas, como “Benway”,  el médico que practicaba abortos en “Naked lunch” de William Burroughs y lo primigenio prevalece en otros cortes como “Eros” y “Eden” (1 y 2). Sólido.

Tortoise – A Lazarus Taxon (2006)

tortoise-compressedEsta recopilación de rarezas es una perfecta introducción al universo sonoro de la banda, ya que incluye canciones de todas sus épocas hasta el año en que se editó. Temas aparecidos en vinilos de 7 y 12 pulgadas, compilaciones y bonus tracks de versiones extranjeras, los dos primeros cedés poseen una infinidad de estilos que van de lo más electro a lo más jazz, de lo más dub a lo más incidental y al spaghetti western.

Destacan clásicos como “Gamera”, un hermoso tema de largo aliento con guitarra acústica, y “Cliff Dweller society”, una aventura drogada que incluye trompetas, ritmos de hard bebop, rezos a la virgen sacados de la radio AM chicana, samples y loops de vinilos viejos en una odisea sonora de 15 minutos, tal vez el tema más cercano a la música concreta de la banda.

“CTA” y “Madison area” representan los temas más cercanos al electro del compilado, mientras que “Sexual for Elizabeth” y “Blackbird” van hacia una deconstrucción de esto mismo. “As you said” va por el lado del spaguetti western, al tiempo que “Whitewater” y “Restless Waters” son dos de las más bellas composiciones ambientales del colectivo, sobretodo esta última que figura entre lo mejor que la banda haya registrado jamás. Mención aparte merecen un tercer CD de remezclas al debut Tortoise (1994), y un DVD de larga duración con todos los clips más tomas en vivo.

Tortoise – Beacons of Ancestorship (2009)

El disco motivo de la gira actual de Tortoise fue una sorpresa. It’s all around you (2003) fue definitorio del ‘rythm and jazz’ y funciona más en su conjunto, de principio a fin, con una cohesión muy grande. Desde entonces, el quinteto dejó pasar 6 años hasta grabar un disco nuevo propio, sin contar la colaboración que hicieron con Will Oldham (Bonnie ‘Prince’ Billie) , con versiones de clásicos de gente como Elton John.

Beacons… vuelve con un Tortoise más electro y sintético que nunca. Los teclados toman la delantera con un sonido granular y potente, en capas de texturas que le dan su consistencia propia al disco y lo destacan dentro del trabajo de la banda. Lo que habían venido elaborando en toda su carrera cuaja al fin con un sello único y característico, lo que se refleja de manera perfecta en el emocionante “Prepare your coffin”, uno sus temas más fluidos y dinámicos. El resto del álbum rescata el mismo espíritu tenso y concentrado, haciendo del conjunto algo apasionante y tangible, directo al grano.