El periodista Andrés Panes, curador del compilado Nueva Música Chilena: Pop de guitarras, conversó con cada uno de los catorce nombres que componen el disco y escribió esta guía para entenderlos mejor.

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Mi Andrómeda

Mi Andromeda

De noche, las estrellas pueden verse claramente en Melipilla, la comuna de la que viene Mi Andrómeda, ubicada 60 kilómetros al suroeste de Santiago, toda una excepción a la regla en una zona donde la mayor parte del cielo está cubierta por una nube de esmog que empaña la visibilidad. Por eso no es de extrañar la vocación astronómica del dúo, que, aparte de llamarse así, tituló Alfa Reticuli y Beta Reticuli sus primeros epés, en referencia a la constelación natal de los extraterrestres colonizadores de Los archivos secretos X. El fundador del proyecto, Vicente, se identifica con los alienígenas: «Cuando estaba terminando el colegio, empecé a sentir que no era de este planeta, que venía de Marte». Aunque usa una melena que lo hace lucir como un thrasher de los 80, tiene gustos dispersos: Luis Miguel, My Bloody Valentine y Limp Bizkit han sido algunas de sus predilecciones. Así ha forjado un perfil único, fruto de circunstancias especiales: la demora con la que llegan las tendencias a Melipilla y su poca afinidad con la tecnología. «Siempre voy 10 años atrasado, no porque yo quiera, sino porque eso me tocó. Eso me ha ayudado a tener menos distracciones, a estar siempre dibujando, pintando y haciendo música». El año pasado, Mi Andrómeda debutó en larga duración con Solana, un disco de alto vuelo creativo al que deberíamos referirnos en femenino, como al resto de su obra: «Si mis canciones tuvieran sexo, serían mujeres porque trato de componerlas desde mi lado femenino, por eso muchas llevan nombres de mujer, de ahí viene “Francisca no contestó”».

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Patio Solar

Patio Solar

Alguna vez Patio Solar quiso integrarse a las filas del Sello Azul, pero su postulación fue rechazada por un jurado que nunca sospechó lo que iba a conseguir el grupo un par de años después: su disco debut, Temporada, se transformaría en uno de los hitos chilenos del 2015, apoyado en la solidez de un cancionero llano y candoroso, capaz de sostenerse por sí solo sin necesidad de grandes maniobras promocionales, y tan magnético que ayudó a poner en el radar a una nueva camada de músicos santiaguinos, pese a haber nacido en una comuna alejada del epicentro cultural de la ciudad, La Florida. «Nos demoramos un año en tener 100 likes en Facebook», cuenta el principal articulador de la banda, Claudio Gajardo, un compositor esmerado y de pluma fecunda que subraya la naturaleza orgánica de este proceso que avanza «a pulso, piedra por piedra» tras empezar «de cero, desde el desconocimiento total». Mediante el sello Piloto, los pequeños hits generacionales de Patio Solar han viajado de la pieza de su autor a las de otros: en vivo, siempre hay gente gritando los coros con el fervor de un cántico de estadio en plena final de torneo. Se trata de un repertorio que despierta inusitadas pasiones al ser, en sí mismo, un yacimiento de honestidad: cuando siente que están listas, Gajardo deja ser las canciones «aunque me dé vergüenza la letra». Ejemplo vivo es “Destellos de algo”, que, desde la melancolía, transparenta las inseguridades de alguien con problemas para hacer las cosas de la forma que desea. Más sincero, imposible.

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Paracaidistas

Paracaidistas 03 - Ph. Rodrigo Ferrari
Foto: Rodrigo Ferrari

El pololeo de Joaquín Saavedra y Mariela Llovet es el hito inicial en la cronología de Paracaidistas. Pese a que ella no tenía experiencia en ningún instrumento, pudieron más las ganas compartidas de formar una banda y darle vida a un puñado de canciones que acumulaban polvo. «Nadie nos tenía fe, ni pensaba que pudiéramos hacer algo bueno», recuerdan sobre sus comienzos, antes de estrenarse en vivo frente a la audiencia desinteresada de una fiesta-tocata de la Universidad Católica en la que «pusieron reggaeton después de nosotros, todos querían bailar». Conocer el CFT fue como llegar a la tierra prometida: «Muchos grupos estaban metidos en el mundo de las tocatas auspiciadas por marcas, pero ahí nos dimos cuenta de que en realidad no había por qué participar de esas cosas». Santiago PopFest, Ciclo Fisura y Pop Subterráneo fueron otras instancias en las que desarrollaron su temperamento, definido por el contraste vocal entre el cáustico amargor de Joaquín y la afable dulzura de Mariela. Según ellos, Paracaidistas es «algo bonito que no es tan bonito, algo que a veces puede ser romántico y angelical, pero también perverso e irónico». De contrastes y contradicciones se alimenta su cancionero, y de eso da cuenta “Posmodernismo”, que «habla de cómo la gente usa el arte para proyectar una imagen de sí misma en las redes sociales, nos reímos de lo absurdo que es incluso formando parte de lo mismo».

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Velódromo

Ph. Carlos Molina Barriga. http://carlosmolina.cc/
Foto: Carlos Molina

La existencia de Velódromo es un triunfo del mutuo acuerdo. Apoyado en bases firmes, como un convencimiento ciego en el trabajo metódico y la férrea amistad entre sus integrantes, el cuarteto representa la concreción de anhelos de larga data, expresados en encarnaciones previas que poco y nada tienen que ver con su actual impronta, pero que sí hablan de un apetito que hace tiempo necesitaba ser saciado. Lo que hoy conocemos como Velódromo es el fruto de una larga evolución: cuesta creerlo escuchando su EP homónimo, con el que debutaron el año pasado ante el aplauso cerrado de la prensa digital especializada, pero alguna vez fueron un grupo acústico. Desde su génesis en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, cada paso que dan implica un diálogo entre los integrantes, una reflexión conjunta: «Somos nerds y nos afecta mucho el sonido, nos interesa que todo lo que hacemos cumpla con un estándar de calidad». Ser tan prolijos los ha llevado a compartir escenario con músicos que admiran, como Tortuganónima y los ex miembros Jirafa Ardiendo, un espaldarazo a su sesuda idea de cómo abordar las cosas, supeditada a un afán de «que la discusión entre lo pop y lo under ojalá quede obsoleta, de entregar algo que sea honesto y crudo, pero muy bien hecho». Esa mezcla es palpable en “Gémini”, que se vale de múltiples recursos estéticos con tal de envolver en una red de estímulos auditivos que fraternizan con el ruidismo.

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Monoazul

Monoazul 02 - Ph. Rodrigo Ferrari
Foto: Rodrigo Ferrari

Vladimir Mella es una fábrica ambulante de canciones. Desde chico fue así: «Antes no había internet en mi casa porque mis papás no tenían plata, pero había una guitarra, así que lo único que hacía era tocar». Cuando llegó finalmente la banda ancha, ya estaba absorto en un proceso creativo de nunca acabar. Hoy, aparte de sus grupos El Cómodo Silencio de los que Hablan Poco y Autitos Chocadores, mantiene en paralelo una carrera solista bajo el alias Monoazul, con el que debutó en las postrimerías del 2015 editando Regalo, un EP de libre descarga nacido originalmente como obsequio navideño para su polola. En ese compendio de grabaciones caseras, devela intereses transversales a todos los proyectos en los que se ha embarcado: volver a lo natural, resaltar la autenticidad y la nobleza de la música hecha con instrumentos que funcionan a tracción humana. Para Vladimir, Monoazul es un depósito de ideas. Lo ve «como un tarro de lata donde cabe todo lo que se me ocurre, y donde no importa si el contenido es bueno o malo: soy yo». Si de repente canta como argentino en “Cielo gigante” es «porque así me nace después de tocar covers de 2 Minutos, Flema y Fun People desde que tengo 15 años». Le choque al que le choque, no hay margen para satisfacer el paladar ajeno en este verdadero desahogo del alma: «Tengo que publicar las canciones que hago para sentirme bien conmigo mismo. Si las guardo en mi computador, me siento mal. Necesito que no queden en el olvido».

El Cómodo Silencio de los que Hablan Poco

ECSDLQHP 03 - Ph. Rodrigo Ferrari
Foto: Rodrigo Ferrari

El Cómodo Silencio de los que Hablan Poco tiene más palabras en su nombre que discos a su haber. De hecho, no tiene ningún disco. Pero sí cuenta con el aprecio unánime de sus pares: ya se ha visto sobre el escenario a Planeta No, acompañados por los vocalistas de Patio Solar y Niños del Cerro, tocando un cover de “Tiempos bajo el sol”, acaso su canción más accesible, un himno arrebatador digno de sacarse la polera y revolearla al viento en cámara lenta. Que la versionen significa que uno de los primeros objetivos trazados por la banda se está cumpliendo: «Dijimos “esto va a ser de culto o no va a ser nada”». Suena ambicioso, pero a decir verdad su génesis responde a motivos más sencillos. Su instigador, Vladimir Mella, admite que la existencia de ECSDLQHP se debe a que «yo quería armar algo porque veía que todos estaban tocando y yo quería tocar también». En este caso, “todos” significa los mentados Patio Solar y Niños del Cerro, sus amigos y coterráneos floridanos. Luego de sobreponerse a contratiempos materiales como la precariedad de recursos, y tras pasar el verano del 2015 improvisando en su centro de operaciones, la pieza de Vladimir, el grupo tomó forma, definiendo otra de sus metas: «Ir más allá de dos acordes y una línea de bajo simple». En términos prácticos, significó la inclusión de ritmos folclóricos en batería y arpegios, inspirados en especial por las anticuecas de Violeta Parra en Composiciones para guitarra, dentro de un estilo que podría resumirse como emo y que, por el uso ocasional de trompeta, naturalmente se asocia con American Football. Hay que aprovechar para deleitarse con su música mientras dure: Vladimir advierte que «no me imagino a los 40 tocando guitarra eléctrica en una banda».

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Urban Monk

Urban Monk 05 - Ph. Rodrigo Ferrari
Foto: Rodrigo Ferrari

Víctor Zambrano y Diego Guerrero forman el núcleo duro de Urban Monk. Se conocen desde la década pasada, pero sospechan que se vieron de niños. En La Serena, de donde vienen, sus papás eran contemporáneos que pertenecían al mismo grupo juvenil de iglesia, así que la dupla estima muy probable haber compartido metros cuadrados en algún cumpleaños infantil. Urban Monk pudo existir desde mucho antes, pero, después de hacerse amigos, Víctor emigró por tres años a Brasil y fue ahí donde compuso las que eventualmente serían las primeras canciones del proyecto -aparecidas en el EP Primavera en secreto-, instaurando un método de hacer canciones que suele partir con sus ideas y luego sigue con las modificaciones que aporta Diego. Esa dinámica prevalece en su trabajo conjunto, sin embargo, “Collage” -del EP posterior, A lua– nació a la inversa. Según su artífice, «va dirigida hacia la raza humana, imaginándola como a las personas que caminan por el Paseo Ahumada, es una visión emo de mí mismo y de la gente». Aunque de una forma sutil porque «no queremos canutear a nadie», los mensajes de Urban Monk están plasmados en letras de inclinación panteísta que llaman a prestarle atención al mundo que nos rodea: «Hay fuerzas que nos controlan y que por ignorancia tendemos a ser menospreciar. No hablamos de políticos o del sistema, son cosas más poderosas, como el entorno».

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Perfectos Extraños

Perfectos Extranos 03 - Ph. Rodrigo Ferrari
Foto: Rodrigo Ferrari

Abunda la melodiosidad en las canciones de Perfectos Extraños, hasta el punto de hacer olvidar que es la música de personas temperamentales. Su fundador, Nicolás Besa, se fue en malos términos de la banda en la que estaba antes: boicoteó una tocata arruinando a propósito sus intervenciones de guitarra, en señal de reprobación del rumbo perseguido por sus ex compañeros, demasiado imitativo a su parecer. Ahora satisface las inquietudes en un grupo que «no se puede resumir en pocas palabras, abarca demasiadas emociones». Aunque de lunes a viernes, en horario de oficina, a los integrantes de Perfectos Extraños es posible encontrarlos en sus respectivos trabajos formales, cuando unen fuerzas rompen la monotonía y se conectan con un anhelo común: «Reflejar que nuestro espíritu sigue siendo adolescente». Para expresar sensaciones tan profundas, acuden a diversas herramientas, como la distintiva voz de Karen Cabezas o las poperas seis cuerdas de Franco Cruz, pero también se expresan mediante detalles sutiles. En “Fugaces”, cuentan la historia «de los amores modernos, de alguien que se enamora un día y se aburre al otro. Queríamos transmitirlo, por eso las guitarras suben hasta formar un caos y terminan de golpe, como diciendo “ya no te quiero, aléjate de mí”»

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Columpios al Suelo

Columpios al suelo

En la cabeza de Juan Pablo Órdenes, su cantante y guitarrista, Columpios al Suelo se viene gestando desde hace muchos años. Después de pasar de idea a acción, el grupo ha evolucionado a lo largo de medio centenar (y contando) de tocatas en diversos lugares del Santiago subterráneo, a veces topándose en el camino con algunas de las criaturas sin ley que la noche alberga. Con tantos kilómetros de calle recorridos, resulta lógico que la atmósfera capitalina tiña su música: «“Un día afuera” es una canción sobre una persona que anda por la gran ciudad y se siente expectante», dicen antes de aclarar que «tiene cierto optimismo, es nuestra faceta más amable, pero también tenemos un lado más oscuro y fuerte». Sin contrastes, no habría Columpios al Suelo. Aunque se han mantenido fuera del radar, moldean su sensibilidad echando mano al gran cancionero pop; a pesar de haber atravesado pellejerías como no tener instrumentos al comienzo, Órdenes nunca desestimó la seriedad de la banda: se reconoce perfeccionista y, a la hora de lidiar con sus compañeros, exigente. «Somos una banda complicada», explica, y es precisamente ahí, en la capacidad de ser multidimensionales y soportar lecturas desde distintos prismas, donde radica su poder de atracción. Eso sí, al final todo se resume en que «la música es el medio para echarte a volar».

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Chini and the Technicians

Chini 2

Nunca hubo un momento en que los integrantes de Chini and the Technicians decidieran armar un grupo. Tras conocerse estudiando arte en la Universidad Católica, simplemente se dio. La foto que sale en la portada de su EP debut, En el fondo todo va bien, data de su primera tocata en el verano del 2015, cuando ya manifestaban que el aspecto visual no sería dejado al margen. Chini Ayarza, una de esas vocalistas sin grado medio, que canta muy fuerte o muy despacio, se encarga de que nadie quede indiferente: incluso puede salir al escenario disfrazada de Sailor Moon si considera que la ocasión lo amerita. «La performance es algo muy propio de Chini, ella es un personaje que propone excentricidad dentro de la banda», subraya uno de sus cómplices, Roberto González, parte de una base sólida de intérpretes que aportan texturas, silencios y cambios de dinámica, turnándose el ukelele, un bombo legüero, una guitarra o un bajo. «Buscamos los cruces semióticos, ser inocentes y alegres, pero macabros. No ser tan obvios», esclarece Chini, que en “Amor naif” canta sobre «ese momento cuando una ya lleva cierto tiempo en una relación y se da cuenta de que algunas expectativas no van a poder cumplirse porque son imposibles, y de que siempre habrá un roce. Tiene que ver con decepcionarse del amor romántico que la sociedad nos enseña».

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Playa Gótica

Playa Gotica 01 - Ph. Rodrigo Ferrari
Foto: Rodrigo Ferrari

Hay palabras que se repiten cuando la prensa habla de Playa Gótica: pop y kawaii deben ser las más usadas. Pero, antes de unirse y responder a esas definiciones, los integrantes de la banda estaban repartidos en «cosas más cerebrales: hardcore, post rock y rock in opposition». Para que llegaran a firmar juntos una canción como “Reptil no gentil”, que según la cantante Fanny Leona «antes era más tosca vocalmente, pero se volvió una mezcla de Jeanette y de las intros de animación japonesa tipo Sakura Cardcaptors», fue necesario un proceso en el que cada uno tuvo que ceder. «Tomó paciencia y cariño, no es fácil estar en un grupo como Playa Gótica, donde todos queremos ser creativos, pone a prueba la tolerancia», aseguran, pero gracias a eso ahora «hay una agilidad diferente, una gimnasia, logramos llegar rápido a lo que queremos, antes cambiábamos muchas cosas y hacíamos mil versiones de cada tema». En ese trecho, vivencias al por mayor: contar con el apoyo de Milton Mahan de Dënver en la producción, telonear a J Mascis de Dinosaur Jr., ganarle a una crisis que amenazó su existencia, sacar la personalidad suficiente para enfrentar las cámaras en la grabación de un video para “Reptil no gentil”. Ante el agitamiento, un propósito: «Ser una banda desvergonzada, brutal y salvaje. Hacer que la gente se libere y se olvide de todo».

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Trementina

Trementina

Antes de abandonar el sur de Chile e instalarse en la capital, los valdivianos Trementina ya tenían un EP, Brilliant Noise, editado en Japón por el sello Vinyl Junkie. El lazo con el país asiático se estrecharía luego en una visita a Tokio en la que compartieron cartel con Astrobrite y fueron guiados a través de la ciudad por Narasaki, un astro nipón de la guitarra que se enganchó con su policromadas canciones, en las que conviven fuertes personalidades musicales: Cristóbal, un estudioso de la guitarra; Lucas, un bajista que además diseña el sonido del grupo; Vanessa, una cantante de corazón pop; y Simón, un batero de eficacia probada en decenas de tocatas. Juntos, coronan la quijotada de cancelar sus vidas normales compartiendo el mismo techo en el Barrio Yungay, parte del casco histórico santiaguino, donde de vez en cuando organizan fechas en el salón que también usan para ensayar. En ese lugar tomaron las cientos de fotografías que constituyen el video de ‘Fall Into Your Bed’, una canción que refleja su soltura para darle colorido y desorden al shoegaze, contagiándole su espíritu juerguista a un género usualmente asociado a la seriedad. Por estos días, Trementina apronta salida de un disco del que aún se sabe poco: en el fondo, no están casados con ningún estilo musical y por sus activas cabezas rondan todo tipo de ocurrencias.

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Las Olas

Las Olas 03 - Ph. Rodrigo Ferrari
Foto: Rodrigo Ferrari

Según Las Olas, una tocata es mucho más que la ocasión de presentarse en vivo. Significa entablar un tipo único de comunicación con la gente que los va a ver: «Nos gusta que se muevan, verlos empujándose o bailando, nos motiva que estén motivados. Que otros lo pasen bien con lo que a nosotros nos gusta hacer es un motor de energía». Para llegar a su estado actual, tuvieron que transitar la vereda opuesta: «Las otras bandas que habíamos tenido eran súper tristes. Estábamos chatos de sentirnos mal haciendo una música tan oscura y necesitábamos algo positivo. Las Olas ha sido una terapia». Hasta ahora, han funcionado bajo los principios del aikido: usando a favor la fuerza del oponente, en este caso, un entorno que a veces puede volverse más hostil de la cuenta. «Aunque tengas una semana de mierda, puedes ir a una tocata y encontrar una catarsis de emocionalidad, de cosas que compartimos y que nos llevan a una comunión. De todo eso hemos sacado algo súper positivo. Queremos que nuestros sentimientos oscuros sean una fuente de energía que podamos compartir para sentirnos mejor». Su naturaleza gregaria está impresa en el nombre (y la intención) de su EP debut, Canciones para mis amigxs, y también en la velocidad que fue tomando “Todo el tiempo está ahí”: «Era una canción más lenta al principio, se fue acelerando porque nos dimos cuenta de que la gente la bailaba. Es una declaración de principios, de la forma en que queremos hacer música siempre: simple y sin rodeos innecesarios, con una letra que dice cosas que le diríamos a un amigo».

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Niños del Cerro

Ninos del cerro 04 - Ph. Rodrigo Ferrari
Foto: Rodrigo Ferrari

Las empresas de telefonía camuflan sus antenas. Tres de ellas, disfrazadas de palmeras, adornan la portada de Nonato Coo, el disco debut de Niños del Cerro. Bautizado así por una calle del suroriente de Santiago, y con alusiones a sus comunas más populosas, La Florida y Puente Alto, el álbum se convirtió en el segundo hito de un 2015 redondo para Piloto. Eso ha significado exponerse a una prensa que, si bien ha sido amable con el grupo, todavía no termina de comprender todas sus aristas: «Se ha hablado harto de que las letras son barriales, pero son una dimensión pequeña del disco, sólo una parte. De hecho, fueron lo último que hice», aclara la voz cantante, Simón Campusano. Su intención es más universal que localista, pero con un dejo humilde porque «no quiero representar nada. Tampoco digo tantas cosas del barrio. En realidad, digo cosas personales que ocurren andando por el barrio. Menciono lugares para aterrizarlas, para que no queden en una nube etérea. Me interesan más las texturas en la música que lo narrativo». Por eso se mezclan huayno y The Cure en “Nos vemos cómodos en este frío”, aunque «nuestro fin en ningún caso es sonar a otra cosa que no seamos nosotros mismos».

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