Cada vez que converso con algún extranjero que pasa algún tiempo en Santiago, él o ella terminan elogiando la buena calidad de las radios FM comerciales en Santiago. Explican que tienen una libertad inimaginable comparadas con buena parte de las radios comerciales del primer mundo y que son un lujo. Las razones las atribuyen a que como la industria discográfica no vende muchos discos no tiene poder de coacción y que por eso no pueden imponer sus criterios sobre las radios. Al mismo tiempo, también dicen que porque la radio es tan pero tan buena, la gente no tiene necesidad de comprar discos.

Estando directamente o indirectamente involucrado con tres de las cuatro radios para el adulto contemporáneo (Concierto, Duna, Zero y Horizonte) doy fe que por lo menos ahí las compañías discográficas ya dieron su batalla por perdida y la presión para que les toquen sus “prioritarios” es casi inexistente. Las compañías tienen menos recursos y prefieren enfocarse en lo que vende por volumen. El honor y la gloria de tener el catalogo más cool ya no corre más.

Según mi limitada experiencia personal, las maravillas de las FM santiaguinas -al menos para quienes gustamos de la música más o menos relacionadas con Super 45– son ciertas. En Buenos Aires no pasa mucho y en los Estados Unidos, salvo la radio pública y las FM de alcance limitado de los colleges, el resto es intragable. No conozco la experiencia de la radio en Europa ni otras partes del globo cómo para seguir opinando en ese aspecto, pero lo cierto es que aquí, en Santiago de Chile, existen cuatro radios viables comercialmente (hasta el momento, al menos) que se escapan por mucho de los limitadísimos márgenes de las radios FM anglo chilenas, esas que cuando sonaba un tema de los Smiths era casi como para llamar a tu mejor amigo y contarle de ese maravilloso suceso.

Sin embargo, también me pasa que conozco a muchos que no están conformes con las radios locales. En qué quedamos entonces, ¿son buenas o no? ¿nos quejamos de llenos? ¿Es el trabajo iniciado hace años que hoy da frutos? ¿es simplemente un asunto de snobismo?