La semana pasada presentamos en los especiales nostálgicos de enero en Super 45 el primer disco de The Feelies, Crazy rhythms. Revisando la internet dimos con este extenso artículo que Manuel Roig escribió para Lorito.net y que pasamos a reproducir en su totalidad por considerarlo casi de lectura obligatoria.

“Crazy Rhythms” de The Feelies: Todo lo que usted quería saber sobre el disco más influyente del indie, pero temía preguntar.
por Manuel Roig

El título de este reportaje se apropia del ídem de una comedia del primer Woody Allen que ilustra a la perfección el debut de The Feelies. Nunca un disco ha influenciado tanto como éste a tal cantidad de grupos claves en la segunda mitad de la década de los 80 en el pop-rock estadounidense. Y nunca un disco ha sido tan desconocido por la gente que ha escuchado a todos esos grupos. Nombres como R.E.M., The Replacements, Violent Femmes, The dB´s, The Dream Syndicate, Yo La Tengo o incluso Pixies (escuchen la furia de guitarras en “Fa-Cé-La” y después acudan al “Vamos” del disco Surfer Rosa: ¿coincidencia?) le deben buena parte del sonido inconfundible que han mostrado desde el inicio de sus trayectorias. Otros más actuales como Clap Your Hands Say Yeah! o The Ponys han captado a la perfección su espíritu. También lo ha intentado Weezer, pero sólo copiando su imagen de nerds superdotados y despistados, no así su sonido; tal vez por eso son una de las bandas más mediocres y con menos personalidad que se recuerdan a unos supuestos indies. Por suerte, algunos han ido más allá que Weezer.

Peter Buck, que además les produjo su segundo disco The good earth (1986), declaró en más de una ocasión que Crazy rhythms (1980) fue la mayor influencia musical a la hora de componer canciones en R.E.M.; charlando hace un mes escaso con Steve Wynn de The Dream Syndicate a propósito del debut de The Feelies, me confesaba sin pestañear y con una amplia sonrisa que Days of wine and roses (el tema del disco de igual título) era una copia directa del sonido de Crazy rhythms; Ira Kaplan, de Yo La Tengo, fue invitado por parte de un reputado sello barcelonés a colaborar en un tributo al disco que nos ocupa, a lo que Kaplan se negó en rotundo, aludiendo que “todo Yo La Tengo es un homenaje a Crazy rhythms“. Se podrá decir más alto, pero no más claro.

Nacido en el año 1976 en Haledon, Nueva Jersey, y tomando como referencia un elemento de la novela de aires paranoicos de Aldous Huxley Un mundo feliz, el grupo estaba formado por dos amigos del colegio, Glenn Mercer y Bill Million, guitarras y voces cantantes, al que se les unirían dos secciones de ritmo en dos años distintos, formadas por los bajistas John J. y Keith Clayton, y los baterías Dave Weckerman y Vinny Denunzio, respectivamente. Finalmente, la incorporación a la batería del virtuoso de los tambores Anton Fier (un año más tarde en los Lounge Lizards de John Lurie) dio forma al conjunto que grabó el grandioso disco de los Ritmos Locos.

Crazy rhythms es vanguardia. Está un paso más allá del camino que daría lugar al nuevo pop independiente. Sigue la estela de lo que había dado a conocer The Velvet Underground & Nico con su tratado de masoquismo, desasosiego individual ante la gran urbe, desviaciones y adicciones varias en clave pop, quince años antes. Personalmente, diría que debe equipararse la importancia que tuvo el debut de The Feelies con el de The Velvet Underground, por ser discos cruciales que han definido, cada uno de ellos y en su respectivo momento, el alumbramiento de una nueva época, siendo precursores de corrientes y grupos que cambiarían la forma de hacer rock. Así de sencillo. Y sino, ¿qué otro grupo que no vaya a crear historia puede permitirse el lujo de hacer una anfetamínica versión del “Everybody’s got something to hide (except for me and my monkey)” de The Beatles y salir más que victorioso de semejante hazaña?

En Crazy rhythms hay elementos de The Velvet Underground, sí, pero también de otros -por mera inercia, claro- como The Modern Lovers, sobre todo en esa forma de pulsar las cuerdas, ese nervio, en esa creación de ritmos partiendo de la nada, con acordes sencillos y nada efectistas, pero definitivamente efectivos. Esa rítmica -aún más acelerada en sus conciertos: como ver en un escenario una locomotora propulsada por speed- puede apreciarse en el corte que cierra el disco, que tiene prácticamente el mismo pulso rítmico y final, a trompicones, que “Roadrunner” de Jonathan Richman.

Television son otra influencia coetánea bastante bien diluida en su sonido. Porque las filigranas épicas que salían de ese choque de egos ante un mástil que significaba poner en una misma habitación a Tom Verlaine y Richard Lloyd, dejó algo más que una huella en la espiral de guitarras que presenciamos en “The boy with the perpetual nervousness” o “Fa-Cé-La”. Y sobre todo, en la de “Loveless love”, tan enrevesada y cuyo sonido se antoja lo más parecido a estar subido en una noria sin fin.

Hay un grupo que no suele nombrarse demasiado al hablar de The Feelies y es necesario referirlo, a fin de entender otro de los elementos de su música: Devo. Decir esto no es una salida de tono. Esa forma de cantar pseudo cómica, como si estuvieran dentro de un cartoon, con voces medio colocadas que parecen salir por los aires en “Forces at work”, bebe en parte de los creadores de “Mongoloid”. La sensación de humor extraño que flota en la mayor parte del disco, como si de algo irreal se tratara, entronca directamente con las odas marcianas de Devo. Sí, este es un disco bastante marciano.

Hay un último aspecto que considero el fundamental de este disco. Lo que no se oye. El silencio. Los silencios. Ah, suculento tema. Los hay entre canción y canción. Hay silencio de voces en muchas partes del álbum. No es una obra instrumental, pero Mercer y Million se intercambian las voces y cantan sólo cuando creen conveniente. Poco, muy poco, por cierto. Como si las palabras más que estar, se diluyeran, como si éstas no tuvieran en su interior ningún significado, sino que sólo evocaran sensaciones.

Para que te hagas una idea: estás ante el silencio más absoluto y se rompe con unos ruiditos que parecen de cucharas chocando con algo hueco y dibujan sonidos atonales. Las guitarras tardan casi un minuto en llegar y cuando lo hacen dibujan la esquizofrenia en un tema que tiene ¡un acorde!, donde el bajista no toca el bajo, sino que se dedica a darle a los timbales de lo lindo… Unas frases se escapan a borbotones al minuto y medio de canción, contando la historia de un chico que vive al lado y no se encuentra muy bien. Reiteración, más guitarras de una nota, más timbales cada vez más fuertes, las cuerdas enredándose entre ellas, como arañas que tejen algo y no pueden parar. Finalmente, las guitarras dan un aguijonazo definitivo y de nuevo el silencio. Es “The boy with the perpetual nervousness”, monumental comienzo para hacer historia.

The Feelies también grabaron The good earth, Only life (1988) y Time for a witness (1991), pero la magnitud de su debut abortó la posibilidad de sucesores a esa altura. Se puede decir que el indie tal y como lo entendemos empezó aquí. Sin Crazy rhythms no habría un disco como President Yo La Tengo. A los hechos me remito.

Vía Lorito.net

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