Air
7 octubre 2010
Cúpula Parque O’Higgins
Fotos: Rodrigo Ferrari

Unos sintetizadores que parecen sacados de una venta de garage se paran en el pequeño escenario ante una batería y una pantalla. Las máquinas y los instrumentos son tripulados con elegancia por Nicolas Godin y Jean-Benoit Dunckel, a los que se suma el baterista Alex Thomas, actual colaborador de Squarepusher. Y ahí se acababa el factor humano de un concierto de sonido perfecto que parece no dejar nada al azar.

Si Daft Punk son dos humanos disfrazados de robots, Air son dos robots disfrazados de personas. Sus lecturas en vivo de canciones como “Cherry blossom girl”, “Alpha beta gaga” o “Remember” son intensas y sutilmente alteradas, tienen lo vehemente de las cosas en vivo y la delicadeza de una sesión casual de estudio. Pero, y esto no es una queja sino un elogio, parecen calculadas hasta el más mínimo detalle, hasta dejar fuera toda posibilidad de error. Cuando Godin silba ante el micrófono en “Alpha beta gaga”, no se escucha resoplido alguno, lo que hace sospechar que o bien el sonido en cuestión está grabado en una pista o que, en realidad, tiene un dispositivo MIDI en lugar de cuerdas vocales. Y la destreza simple y directa con la que extrae sonidos perfectos de su bajo parece confirmar que de humano sólo tiene la piel.

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El lleno de la Cúpula impide ir hacia adelante, y la gente se dedica a bailar en su puesto plácidamente mientras Air los recubre con oleadas de síntesis y baterías que deambulan entre la crepuscular placidez de “Tropical disease” o la intensidad robótica de “Sexy boy”. Curioso que entre todas las voces que les escuchamos “hacer” a los franceses, que dan perfecto las notas altas y los sugerentes susurros que en sus discos parecieran estar a cargo de mujeres, nunca los oímos hablar ni cantar con su propia voz. Sobre el escenario eso, sumado a su limitada gama de movimientos que no les permitió más que unos disimulados bailes, y al hecho de que Dunckel tocaba sus teclados con la impostura de Nacho Cano -las manos extendidas a izquierda y derecha como una especie de redentor pop, siempre dando la cara al público y cantando ante un micrófono-, provocaba un efecto algo perturbador. Otro argumento a favor de la idea de que Air no son de carne y hueso.

La de anoche fue una velada intensa y breve, feliz por el ímpetu y la redondez del sonido. El taco que hay por avenida Matta y la Norte-Sur para tratar de salir de La Cúpula puede servir de indicador de que la escala de este concierto “chico” resultó finalmente sorprendente.

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