Arctic Monkeys @ Movistar Arena
11 de noviembre 2014

Durante la versión 2007 de Rockahloma, festival que desde ese año ha dedicado gran parte de sus números estelares a bandas que brillaron en los 80s en el entonces popular circuito del glam metal, un periodista de la revista Rolling Stone consultaba a la organización por qué Def Leppard no había querido encabezar un cartel que incluía actos como Ratt, Warrant, Poison o L.A Guns. “Están tratando de lograr la transición Bon Jovi”, comentó. “Quieren ser una banda de rock clásico, pero nadie salvo Bon Jovi ha logrado completar la transición Bon Jovi”

Tomando la distancia estilística correspondiente, lo que pasó con Arctic Monkeys el pasado 11 de noviembre en un Movistar Arena a máxima capacidad, es algo que podría vincularse a esta particular teoría de aquél productor. No muchos hubiesen apostado hace 10 años que una banda que comenzó tocando covers de The Strokes en sus ensayos fundacionales y que en un su punto de inicio fue insistentemente relacionada a grupos del circuito dance-punk de mediados de la década pasada, hoy estaría dictando las reglas de su propio juego, llenando arenas y encabezando carteles en todo el mundo, solo siguiendo la pista de sus referentes clásicos, de aquellos que se convirtieron en la “gran banda de rock”.

El rastro de joven suburbano incontinente verbal de Alex Turner, quien encontraba que todos los grupos de guitarra de su localidad eran demasiado viejos para el, por lo que prefería rayar con Boy on the corner de Dizzy Rascal o Run come save me de Roots Manuva, se ha desvanecido por completo para dar paso a un de maestro de ceremonias misterioso, dandy de hotel de lujo, mitad Richard Hawley, mitad George Jones. El acento británico para dirigirse al público también quedó sepultado, siendo reemplazado por modos impostados de algún western, todos calculados para desastar gritos de admiración que nada envidian a los que reciben estrellas de la canción melodramática.

Este esfuerzo, que se extiende y perfecciona desde la edición de Humburg (2009) hasta la fecha, es compartido por Cook, O’Malley y Helders, otorgando a los de Sheffield una consistencia de la que pocos se pueden jactar, destacando la sobriedad en el uso de recursos al servicio de canciones capaces todos los rincones de los grandes espacios en los que se presentan. Estas mismas son las principales credenciales de Arctic Monkeys, quienes sin dudar son capaces de lanzar al set final 9 de 12 canciones de AM, disco publicado hace poco más de un año, y transformar cada letra en un karaoke, ya sea enfervorizado como el del cierre con “R U mine” , melancólico con “No.1 party anthem” o derechamente resignado por la incapacidad de encontrar el amor, instante vivido gracias “I wanna be yours” y su emotivo juego de luces y bolas disco que convirtieron la cúpula en una discoteque melancólica justo en su cierre de jornada.

Suerte diferente corren las canciones de su primer y exitoso disco, las que solo son representadas por versiones espesas y menos ágiles de “Dancing shoes” y “I bet you look good on the dancefloor”. Estas lucen en apariencia como un saludo obligado a una placa que aún no llega a la década de su edición, pero que pareciese que ya es parte de una historia lejana, solo atractiva para los que no han podido escapar de la fiebre de aquél periodo.

Lo de que presenta Arctic Monkeys en vivo podría entrar perfectamente en categorías que con nombres inventados como “Cowboy RnB”, “Stoner soul” o simplemente catalogado como una de las mezcla más refinada que se haya dado entre beats y fraseos de rap con riffs de guitarra. Tal vez esta constante búsqueda y perfeccionamiento sea la clave de su crecimiento exponencial en términos de convocatoria. Ni tan duros y densos como Black Sabbath al momento de evocar al desierto, ni tan melosos a la hora de tomar la guitarra de palo para tocar una balada clásica, manejan la contención de emociones a la perfección, sabiendo en que instante dar y en que otra quitar. Ellos al parecer están consientes de esta habilidad y ya han comprobado que tomaron una distancia inalcanzable para todos sus compañeros de generación.

“¿Por qué los Arctic Monkeys no están en mi festival? Ellos lograron la transición Arctic Monkeys y nadie salvo los Arctic Monkeys logró la transición Arctic Monkeys”. Esa podría ser la explicación del productor que en una década más se anime a programar un festival del recuerdo con Hot Hot Heat, The Kooks, Klaxons, The Bravery, The Fratellis, Kaiser Chiefs, Bloc Party e incluso Franz Ferdinand o The Killers. Por el momento , Turner no duda en tomarse unos minutos entre canción y canción, sacar una peineta del bolsillo y repasar su jopo, mientras esboza una mueca confiada a una audiencia que está expectante por saber cual será el próximo embate de esta banda de canciones de rock clásico.