Belle and Sebastian en Santiago: Ese amateurismo profesionalizado Jorge Acevedooctubre 24, 2015Blog0 Comentarios Belle and Sebastian @ Estudio Estereo Jueves 22 de octubre, 2015 Teatro Caupolicán Fotos: Rodrigo Ferrari (Música sin flash) “El tiempo pasa, nos vamos poniendo technos”, decía Luca Prodan cuando versionaba a Milanés en alguna juerga que Andrés Calamaro transformó en grabación. Y no pensaba en Belle and Sebastian, el indie rock (¿quién diablos podía ser indie en Sudamérica en los 80s y comer 3 veces al día?) y probablemente en casi nada, por lo que se escucha. Pero nos sirve de partida para hablar del Belle and Sebastian modelo 2015, así como también podríamos utilizar la ancha sonrisa de los espectadores del último jueves en el Teatro Caupolicán. Porque los escoceses se han ido poniendo technos (con más secuencias que en los 20 años de la banda), pero también más sólidos (una pequeña orquesta que se pasea sin problemas por variedad de estilos) y, por fin, menos conscientes de sí mismos (sí, el cantante que saltaba como loco por el escenario le tenía miedo a los focos hace unos años atrás). Al final, fea palabra, son más profesionales. “I know (s)he’s losing it” murmurará algún viejo fan indie, supongo. En su segunda visita a Chile, Belle and Sebastian, ratificó lo que ya había anunciado en vivo hace cinco años (y en disco hace más de una decena): el tiempo ha pasado por ellos. Y no por sus rostros que, las infusiones de té mantienen impecable, si no por la forma diferencial con el que se acercan a su legado. Claro, si andas buscando la alargada sombra de The Smiths o de los grupos de Sarah Records, ahí la encontrarás en los numerosos rescates al pasado (nada menos que cuatro referencias a su debut Tigermilk de 1996), pero no se podrá negar que esas canciones se han robustecido con una producción digna de un concierto masivo. Así, “Expectations” o un guiño para los fans como “Simple things” se escuchan potentes y no desentonan frente a glorias de este siglo como “I’m a cuckoo” o “We are the sleepyheads”. Además, para recordar que están de gira de promoción, muestran que las canciones de Girls in peacetime want to dance (2015) ganan puntos en directo como “The party line” o “Nobody’s empire”, aunque palidecen melódicamente frente a las páginas antiguas. Difícil tarea competir contra el homenaje a la recientemente fallecida Carey Lander, tecladista de Camera Obscura, en la antiquísima “We rule the school”, por ejemplo. ¿Qué queda entonces, de ese adorable grupo amateur de canciones casi perfectas? Bueno, la mayoría del personal, aunque en importancia variable, considerando la orquesta de 9 personas que presentan. Stevie Jackson sigue siendo algo así como el segundo de a bordo (y tiene sus minutos de gloria con “The wrong girl y “Couples”), pero bien puede desaparecer detrás de una acústica buena parte del tiempo; Sarah Martin aporta el contrapunto vocal y la flauta, aunque está en un segundo plano la mitad del show. Momento quizás para acordarnos de los firmes Chris Geddes y Richard Colburn, que se mantienen permanentemente tras el teclado y la batería, de forma respectiva. También es de amateur saludar a los teloneros nacionales Les Ondes Martenot con nombre y apellido, mencionar lugares de Santiago a los que efectivamente se ha ido y siempre ser más en el escenario de lo que las canciones realmente requieren (como una suerte de Autenticos Decadentes indie, si me apuran). Bueno es acordarse de los cambios de setlist entre el concierto del día anterior y este, la camaradería explícita dentro y fuera del escenario (¿quién diablos estaba tocando el teclado en la última canción?) y esa sensación de que parecen disfrutar realmente de lo que hacen. Incluso cuando sube una fanaticada de las selfies que, pasaban casualmente por el concierto y acompañan medianamente a la banda en una de sus canciones más conocidas. Algún nostálgico de lo no vivido podrá extrañar a esa banda que se tropezaba con sus propias canciones a fines de los 90s (para una muestra, el documental Fans only), pero justamente para ellos, con dedicatoria explícita, es que Stuart Murdoch desempolva en los dos finales del concierto “The state I’m in” y “Lazy line painter jane”. Si bien ya no facturan canciones impecables con facilidad (aunque esa nueva “Allie” tiene olor de clásico), aun así entregan la mejor versión posible de una banda que aun exuda honestidad. Y eso, mientras suena “Legal man” y la gente pasa un rato feliz entre tanta cosa fea afuera, no es poco. Fotos: Rodrigo Ferrari (Música sin flash)