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Luego de la clásica y expectante fila en la entrada, digna de todo concierto de rock, y del pre-calentamiento a manos de un Microinfinito IDM que mezclaba influencias de Mouse On Mars, Telefon Tel Aviv, Seefeel y Aphex Twin, Conor Oberst subió al escenario del Cine Arte Normandie acompañado por Jason Boesel en batería y Nate Walcott en teclados y trompeta, la Mystic Valley Band. El líder de Bright Eyes comenzó su show de manera dinámica y rasgueando su guitarra acústica con pasión. Ésta no decayó en todo el concierto, que duró alrededor de una hora y cuarto. Dejándose llevar por las melodías emotivas que impregnaban su voz, Oberst parecía estar flotando en una burbuja feliz con un aire que evocaba en varias ocasiones el romanticismo de su ídolo Robert Smith.

El repertorio incluyó versiones tanto de su grupo, Bright Eyes, como de su obra solista en formato trío. Éste resultó ser particularmente eficaz, dada la capacidad interpretativa de Boesel, absorbido tras sus baquetas en una concentración que ocupaba todo su cuerpo, y del talentoso Walcott quien se robó el show con su trompeta, que a ratos sacaba sonidos de jazz antiguo y dixieland dignos de Louis Armstrong, y quien con sus teclados proporcionó una base melódica sólida y necesaria para los arrebatos espirituales de Oberst. Con su mezcla inaudita de folk, new wave e incluso country, el joven intérprete logró cautivar a su audiencia alternando pasajes intimistas y ensimismados con otros más movidos, llegando a momentos más rock cuando empuñaba su guitarra eléctrica.

‘We are nowhere now’, ‘Get Well Cards’, ‘You Will’, ‘Falling Out of Love’ y ‘First day of my life’ fueron algunos de los puntos álgidos de la noche, y hubo instantes curiosos, como cuando le ofrecieron al cantante una bandera chilena, la que colgó en la batería, y que Boesel trató de sujetar con una toalla, pero que terminó cayéndose de todas formas. También, el hecho de que Oberst hiciera caso omiso de las peticiones de temas por parte del público, para concentrarse en el show que tenía preparado. Éste fue un concierto cálido, pulcro y sin estridencias, con una atmósfera a ratos animada y en otros tranquila y nostálgica. Con sus historias cotidianas de pareja, drogas y aprehender intensamente la vida, Conor Oberst y su Mystic Valley Band lograron conmover a los asistentes, y tras un bis se retiraron para dejar un Normandie ensoñado y satisfecho.