Foto: www.flickr.com/photos/suedehead (Buenos Aires)


SUE día 1: Kaiser Chiefs / The Mars Volta / R.E.M.
Lunes 3.11.2008
Movistar Arena

A continuación, la visión de nuestro colaborador Nico Castro sobre el primer día del Santiago Urbano Electrónico, que de electrónico le queda bien poco.

Las expectativas eran altas. Altísimas. Tal vez era el cartel con más pergaminos desde el 2004, por lo que se anticipaba algo histórico. Con puntualidad inglesa, a las 19:45 subieron al escenario los Kaiser Chiefs. El quinteto de Leeds vino a demostrar que los que los mencionaban como teloneros estaban equivocados. Liderados por el carismático Ricky Wilson, los británicos son hoy por hoy una de las agrupaciones más importantes del Reino Unido. En un show de exacta una hora demostraron por qué: alrededor mío vi cómo, con el correr del bien elegido setlist, los gritos de los fanáticos de Mars Volta empezaban a disiparse. Los Chiefs no dejaron ninguno de sus éxitos afuera. “Everyday I love you less and less???, “Na na na na naa???, “Ruby???, “Modern way???, “Never miss a beat??? (primer single de su disco recién estrenado) y la excelente “I predict a riot???, gracias al que se hicieron conocidos en todo el mundo, en 2005. Una sólida presentación, con un sonido impecable y una representación fidedigna a los discos, además de una actitud siempre empática con el público, hicieron de esta presentación un muy buen inicio.

Siguiendo con la puntualidad, a las 21:15 empezó a sonar la cortina para recibir a The Mars Volta, para el placer de la numerosa fanaticada que llevaron al Movistar Arena, ex Arena Santiago. Los acordes de “Drunkship of lanterns???, de su primer disco, se hicieron sentir de inmediato. Con el correr de los minutos, The Mars Volta sonaba como una actualización calcada de Led Zeppelin. La voz alta de Cedric Bixler-Zavala se asemejaba bastante a la de Robert Plant, mientras que Omar Rodríguez López parecía una cruza entre Jimi Hendrix y Jimmy Page.

Comparaciones odiosas aparte, debo confesar que terminé decepcionado del show de los estadounidenses. Dejando de lado el innegable virtuosismo (si alguien quiere ver sólo virtuosismo en un escenario, que vaya a ver a Joe Satriani), el sonido en este caso no acompañó. Para ser ocho personas con instrumentos tan disímiles como teclados, maracas, tumbadoras, clarinete y saxofón, lo que se escuchaba era una densa capa de ruido, en la que era imposible distinguir detalles. Rodríguez tocó casi todo el rato de espaldas y Bixler-Zavala apenas interactúo con el público. Y si trató, el efecto difuso de su micrófono impidió entender palabra alguna, más que un espeluznante: “Tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo???.

Al lado mío, la mirada atónita de quienes no los conocían. Y en el fondo, yo pensaba que los que se sintieron estafados en San Carlos de Apoquindo, hace cuatro años, no obtuvieron mucho más: sólo 15 minutos más de los 45 que tocaron esa vez. Una hora en las que la voz se perdía entre solos interminables y demostración del excelente baterista Thomas Pridgen. Decepción, porque sé que los Volta suenan espectacular en los discos, donde las influencias latinas se distinguen en la mezcla y la guitarra de Rodríguez entra sólo cuando es necesario.

Luego, la expectación crecía. Con un cuarto de hora de retraso, el estadio –a esas alturas con casi 10 mil personas– se vino abajo cuando subieron Peter Buck, Mike Mills y Michael Stipe. Los acordes de “Living well is the best revenge??? se hicieron sentir de inmediato y el ahora trío se echaba de inmediato al público al bolsillo. Fue una hora y cuarenta minutos redonda, donde prácticamente no faltó nada. El setlist escogido fue muy balanceado a través de sus 24 canciones, con cierta predilección por Adventures in hi-fi. Pero los hits mayores no faltaron (salvo “Daysleeper???, “Radio free Europe??? o “Nightswimming???, por mencionar los primeros que se me vienen a la cabeza).

Como era de esperar, los momentos altos de la noche fueron la emotividad de “Everybody hurts??? y “Losing my religion???, esta última en el bis. Los de Athens, Georgia, demostraban cómo se envejece dignamente. Impresiona el dominio escénico de Michael Stipe, muy distinto a sus inicios en los ’80. Ahora maneja los tiempos, las cámaras (mención especial al notable montaje visual, sobrio pero efectivo y a veces emotivo) y al público a su antojo. Tanto, que el proselitismo llegó a niveles insospechados, con un espontáneo grito de “Obama, Obama??? por parte del respetable. ¡Si hasta casi me contagio! Sí, tal vez hacia el final poner la cara de Obama por tercera vez era como mucho, pero eso demuestra que, a estas alturas, Stipe hace lo que quiere sobre el escenario y nadie dice nada. ¿Qué le van a decir?

Después de casi 30 años de trayectoria, nuestro país tuvo la suerte de contar con un R.E.M. en excelente estado de salud, durante un proceso histórico importante y con todos los elementos para que el estado de ánimo de Stipe y compañía esté sobre las nubes. ¿Los más beneficiados? Nosotros, por supuesto.

Tras el cierre, con “Man on the moon???, sólo se me ocurre pensar una cosa: he visto el mejor show del año, por lejos. Por sonido, por la magnitud, por lo redondo y por lo histórico. Por varias razones, también, me gustaría que Obama gane hoy. Dejando las políticas y humanitarias a un lado, me quedo con la más simple: porque así, el mejor concierto del año será hoy. Con un R.E.M. extasiado y con ganas de celebrar. ¿Quién dijo que los chilenos tenemos mala suerte?