Dënver
Viernes 1 de abril de 2016
Teatro Cariola, Santiago de Chile

Texto: Gabriel Pinto
Fotos: Rodrigo Ferrari

Hace ocho años, en la Sala Master de la Radio Universidad de Chile y ante poco menos de cien personas, Dënver lanzó su disco Totoral (Neurotyka). Desde entonces, su crecimiento sobre el escenario ha sido exponencial. Si en esa lejana ocasión eran un par de veinteañeros tímidos, parapetados tras sus instrumentos, hoy el desplante escénico de Mariana Montenegro y el manejo del público de Milton Mahan son la prueba máxima de que para lograr el éxito no bastan las buenas canciones. Que, por supuesto, las tienen.

El pasado viernes el Teatro Cariola de la calle San Diego estaba repleto. Había mucha ansiedad, porque luego de varios meses Dënver volvía a tocar en la capital, pero principalmente porque interpretarían completo Sangre cita (Umami Discos), su disco más reciente. Un trabajo que desde siempre se entendió para ser tocado en vivo, tanto por su sonido —menos ambicioso y más centrado en las programaciones—, como por la cantidad de sencillos bailables que incluye. Incluso aquellos temas más calmos, como “Noche profunda” (que en vivo tomó un aire casi shoegaze) o “La lava” (junto a Fanny Leona, vocalista de Playa Gótica, en uno de los momentos más altos del show) brillaron con luces propias. Y qué decir de esa preciosa interpretación del tema central del cortometraje animado ganador de un Oscar Historia de un oso (“el momento introspectivo de la noche”, en palabras de Mahan) o la reversión de “Tú y yo”, de Supernova, que supieron llevar tan bien a terreno propio.

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Acompañados por el productor del disco Pablo Muñoz en las programaciones y el baterista Nicolás Ramírez, a quienes se sumaron un par de bailarines de apoyo, parece que Milton y Mariana se sienten más a gusto que nunca tocando en vivo: mientras ella hacía coreografías al ritmo de “Mai lov” junto a un grupo de fans, él no dudaba en bajar del escenario para cantar con el público “Revista de gimnasia”.

Lo único extraño de la noche fue que el dúo cerró el show con canciones antiguas y más bien calmas (“Lo que quieras”, “Diane Keaton” y “Miedo a toparme contigo”) y no con alguno de los fantásticos hits de su nuevo disco, reflejos del giro hacia el desenfreno que han experimentado el último tiempo. Por lo mismo, tenía más sentido que el concierto terminara con “El fondo del barro” o la incendiaria “Los vampiros”. Está bien hacer referencia al pasado, por supuesto, pero no vivir de él. A Dënver solo le falta afinar ese detalle. El resto, es una tarea cumplida.

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