Fauna Primavera 2018: un torbellino de pop y rock Isabel Ogaznoviembre 15, 2018Conciertos0 Comentarios Más de doce horas de música en vivo trajo la octava edición de Fauna Primavera y acá algunas notas de lo que pasó ese sábado 10 de noviembre en el Espacio Broadway. Fotos: Rodrigo Ferrari Connan Mockasin / Escenario Vans Mientras nos adentrábamos al Espacio Broadway, a lo lejos se escuchaba los punteos sostenidos y el sonido distorsionado, que fácilmente permitía reconocer a Connan Mockasin. El dejo tímido y poco afianzado con el que se oía la guitarra, hacía pensar de que se trataba de un ensayo previo al show oficial pero, para frustración de muchos, era el oficial. Y es que la música del neozelandés tiene eso que causa vértigo si lo escuchas en vivo: puede sonar muy bien, o puede ser etéreo y poco contundente. La banda viene presentando su nuevo disco Jassbuster que fue lanzado este 12 de Octubre, un disco anhelado con ansias por los fans que tuvieron que esperar 5 años desde Caramel para oír el nuevo material; un álbum de 34 minutos que deja queda al debe en relación a sus anteriores. El sábado, la presentación de Mockasin nos dejó una postal casi cómica -propia de su estilo estético que algunos apodan como post-irónica (sea lo que sea que eso pueda significar)-, llevaba un delgado bigote a lo Corleone, anteojos de sol y gorro de pesca para proteger del sol su extrema tez blanca. Pero quien se llevó toda la atención por su fantástica cabellera rubia al viento, fue el tecladista que sin siquiera dirigir su mirada al instrumento iba tentativamente tocando las notas de temas como “Forever dolphin love”. A pesar de la improvisación, algunos alabaron la naturalidad del músico, que a decir verdad tuvo que sortear varios factores que le jugaron en contra, como el intenso viento y la falla de uno de los sintetizadores, que obligó a incluir como invitado especial a Andrew VanWyngarden, guitarrista de MGMT quien aseguró nunca antes en su vida haber tocado bajo en un concierto. Una de las buenas descripciones del show que se escuchó: un chantaje interestelar. De todas formas, igual consiguió que muchos de sus fans pudieran entrar de lleno al viaje inesperado de la banda, logrando entregarse al trance de sus sensuales y diáfanas melodías. Warpaint / Escenario Ballantines Si tuviésemos que elegir un emoji para describir a Warpaint, sería sin duda el de los ojos de corazones. La banda californiana fue de seguro uno de los números más esperados para esta octava versión del festival, y que nos dejó a todos deslumbrados y más que contentos con su desplante sobre el escenario. A las 4.15, las chicas ya estaban arriba mientras el público las esperaba ahí con antelación para asegurar el mejor puesto. Luego de Mockasin nos arrimamos frente al escenario, lugar y hora peak en que el sol pegaba sobre nuestros rostros. Pero nada importaba, pues Warpaint nos deleitó con un espectáculo impecable que logró reivindicar la calidad musical un tanto perdida en la banda anterior. Un dejo de despreocupación no fue suficiente para sacrificar la sincronía musical entre sus integrantes, liderado en voz por Emily Kokal y Theresa Wayman. Warpaint hizo un recorrido por todos sus discos, abriendo la presentación con algunas canciones del primero, The Fool (2010), de paisajes sonoros más oscuros que recuerdan a las guitarras graves de The Cure. Pasaron también por temas de su último disco Heads Up (2016), pero que no fueron las favoritas del show. Uno de los puntos álgidos se dio en “Love is to die”, canción que cantó Wayman sin guitarra en sus manos, mientras recorría feliz el escenario y bajaba hasta el público, desde donde sale con un jockey y anteojos entregados por algún dichoso fan. Los ritmos marcados por la batería y bajo daban un marco enérgico y sólido a la superposición de voces, que quizás sonaba mejor que en las grabaciones de estudio. Y es que la fluidez y comunicación entre ellas se nota: un verdadero diálogo orgánico entre voces, guitarras y baterías que no necesitó de ninguna frase fuera de campo para alcanzar la sincronía sonora perfecta. Las chicas pusieron a disposición un relajado y consistente show que bien reflejaba el temple californiano y de reminiscencias a voces femeninas como Sinnead O´Connor o Fever Ray; voces hipnotizantes que dejaron al público pegado a pesar de que el sol y el hambre agotaran sus energías físicas, pero que el cuarteto se encargó de recargar con energías vibrantes. Javiera Mena / Escenario Ballantines Unas horas después de Warpaint y en el mismo escenario Ballantines, la diva de rojo vinilizado sube al escenario frente a un público encendido, compuesto en parte por sus infalibles fans -si hay algo que Javiera Mena ha provocado, es un séquito definido de fieles seguidores que pase lo que pase aplaudirán todo de ella-, y en parte por una audiencia reticente a su música. Ya atardecía en Santiago y comenzaba el frío en el Espacio Broadway y muchos recién almorzaban. Pero felices de repetirnos el plato del tour Espejo, que la vez pasada en el Caupolicán nos dejó peinados para atrás con su enérgica ceremonia de electropop. La puesta en escena fue similar a la vez pasada: mismo traje, mismas visuales y un setlist similar. Recién llegada de su tour por España, se notaba que Mena ya venía de vuelta con su presentación, pues mostró versatilidad, relajo y hasta momentos para bromear con la banda. Pero sobretodo sonriente. Esta vez Mena se aventuró a tocar más temas del nuevo disco, dejando sólo los más emblemáticos de los discos pasados, un setlist que habla de la consolidación de Espejo (Abril 2018) con hits ya conocidos y del cual surgieron varios himnos pop como “Dentro de tí”, “Intuición” y “Espejo”. Algunos oyentes reticentes -que siempre los hay- afirmaron sorprendidos que sonaba y cantaba muy bien. Apreciación que quedó totalmente sellada cuando, al igual que en el Caupolicán, entonó “Mujer contra Mujer” de la agrupación española Mecano. El público se lo veía en su totalidad disfrutando de Mena, quien daba comienzo a una etapa más fiestera del Fauna Primavera. At the Drive In / Escenario Vans Eran cerca de las 8, y el atardecer en el Espacio Broadway estuvo amenazado por un frente de nubes negras (que por suerte nunca llegaron) y una fuerte ventolera fría que hacía imposible tener siquiera un jockey en la cabeza sin que se volara. Una escena dramática quizás invocada por la banda texana, la que sin cavilaciones poseyó al público de inicio a fin: empujones, saltos y personas que se tiraban para ser sostenidas por las manos, demostraron que no importa el lugar ni las condiciones en que se presenten, siempre traerán consigo el pathos implacable del hardcore. A pesar de haber presentado un intenso show el día anterior en el Teatro La Cúpula, la dupla Cedric-Omar y su banda no flaquearon ni en calidad ni mucho menos en energía. Death Cab For Cutie / Escenario Ballantines Ya era de noche y ATDI terminaba para dar paso a la presentación de la banda de Seattle en el escenario Ballantines. Mientras los sub 30 aprovecharon este momento para ir por algún trago, la generación anterior, que creció con los proyectos de Ben Gibbard durante los 2000’s, fueron acoplándose al frente. Luego del frenético show del quinteto texano, tuvimos que bajar 6 cambios para entrar en la sintonía del sonido tranquilo y agridulce de DCFC, que comenzó con “I Dreamt We Spoke Again”, tema que también da inicio a su nuevo disco, Thank You for Today (2018) y que los tiene de gira. El show estuvo tranquilo, nada de empujones pero sí un público de nicho que coreaba todas sus canciones. Las guitarras aquí fueron las protagonistas, cuyos sonidos entretejieron finas texturas melódicas que hacían justicia al instrumento mismo: los arpegios se hicieron notar de manera pulcra y con una amplificación envolvente que no las dejó atrás en ningún minuto. MGMT / Escenario Vans Daban las 22:30, hacía frío y luego del pasivo sonido de DCFC, MGMT llegó a tiempo para reavivarnos el corazón y traer calor a nuestros cuerpos. Con el show de estos cinco jóvenes, se completó la audiencia del festival, muchos quienes llegaron sólo para ver esta banda. Hay quienes ni se hubiesen imaginado que los creadores de hitazos como “Kids” y “Time to Pretend”, serían mucho más que eso y atravesarían la barrera del one hit wonder para sacar un nuevo material de calidad que los sepultaría como banda. La gira del disco Little Dark Age (2018) que los trajo al país, confirmó su talento creativo, la que once años después de Oracular Spectacular sorprende con un disco de synth pop que abandona el exceso elaborado de sus últimos dos álbumes. El show que hicieron este sábado, en nada nos desilusionó, tuvieron un sonido impecable y fueron generosos en el recorrido de sus temas antiguos y nuevos. Más que un acompañamiento, el show de luces y visuales se volvieron protagónicos, pues bien expresaron la gama cromática y espacial de sus canciones. Tan nítido fue el sonido que la diferencia entre verlos en vivo y en tu living con unos buenos parlantes, es casi inexistente. Y sí, podría ser esta una virtud, pero también un punto en su contra pues poco espacio dejó para la improvisación y vicisitudes que tanto nos gustan de los shows en vivo y que lo hacen único e irrepetible. Lorde / Escenario Ballantines Hay que decirlo: Lorde nos dejó a todos con el corazón en la mano. Es difícil describir lo que fue su show, una inyección a la vena de adrenalina más un manojo de emociones que es casi imposible desenredar. Nostalgia, viajes, amores, alegría, pena, son alguna de las sensaciones que salen a flote pero de seguro quedan chicas para describir lo que Lorde con su música causa, y más aún en vivo. “The last time I was here I was 17”, dice luego de tocar “Magnets”, canción que hizo en colaboración con Disclosure. Probablemente una de las cosas que más se comenta sobre ella es su corta edad para la gran carrera e impacto que tiene, pero es que es eso mismo lo que nos genera tantas emociones: hemos crecido y experimentado con ella su trayectoria musical que hasta el momento lleva dos exitosos discos. Testigos de su viaje creativo y del que seguro seremos parte hasta el resto de nuestras vidas, ya que la neozelandesa tiene para rato. Su puesta en escena brilló por su sencillez y su figura vaporosa que a ratos se integraba en movimientos seguros y precisos con su equipo coreográfico que de vez en cuando aparecía para complementar los beats de electrónica suave y bailable. Manos arriba, saltos y gritos salieron del público en “Tennis Court”, exaltación que se mantuvo hasta la tranquila melodía de “Writer in the Dark”, canción que sorprendió ya que pocas veces la ha tocado en vivo. Aquí la voz de una Lorde emocionada, perforaba nuestros oídos con suavidad, mientras los fans coreaban a la par.