por Isabel Alessandrini desde Barcelona

Nuestra corresponsal en Barcelona Isabel Alessandrini asistió al festival electrónico MUTEK, escuchó a VILOD y The Orb y nos lo cuenta todo en este reporte, donde además hace un balance de la escena musical catalana y la compara con la saludable realidad chilena.

Grandes producciones y festivales independientes inundan la escena cultural europea, y en Barcelona, particularmente, Primavera Sound y Sónar son los más reconocidos internacionalmente, con gente de todo el mundo que viene a la ciudad en busca música, arte y, principalmente, juerga.

Durante la semana de Off Sónar la cantidad de fiestas con dj’s mundialmente famosos es irresistible; festivales como IR BCN, Ommseries Week, FACT Pool Music Series, Mobilee Rooftop, Get Perlonized y [a:Rpia:r] Showcase, entre muchos más, nos esperan para este 2016.

Y sí, ¡nos la pasamos bien! Pero durante el resto del año, en invierno, la escena musical decae. Entre el 21% de IVA cultural, la crisis y las estrictas restricciones para la música en vivo en bares y restaurantes, Barcelona es una burbuja. Sin embargo, lo vivido en el festival MUTEK, entre el 2 y 5 de marzo recién pasados, es diferente porque es muestra de una revitalización y maduración de la escena local, que en esta séptima edición se ha concretado excepcionalmente.

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MUTEK tiene una apuesta experimental en todo sentido: su programación es diversa y mezcla actuaciones de estrellas mundiales de la música electrónica, así como artistas emergentes, acompañados de visuales e instalaciones que se complementan a la perfección con actividades multisensoriales y formativas. Su crecimiento y consolidación como festival han logrado conectar a la escena local, tanto público como artistas, en un redescubrimiento de la ciudad, gracias a una cuidada programación y producción, que se vive en distintas atmósferas según las localizaciones, horarios y actividades.

Con un público adulto, que va entre 30 y 40 años de edad, orientado a escuchar, observar y experimentar el festival, MUTEK ha logrado lo que pocos festivales consiguen en Barcelona: movilizar y reunir a una escena local diversa, que se ha visto opacada entre el turismo, los macro festivales, entradas impagables y la fiesta descontrolada.

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Entre las actuaciones más sorprendentes y esperadas, VILOD (Ricardo Villalobos & Max Loderbauer feat. Claudio Puntin), acompañados de las visuales de Alba G. Corral, marcaron uno de los puntos altos de la jornada y satisficieron las expectativas sobre MUTEK. Un show de improvisación llevado de manera brillante, en base a sintetizadores modulares, drum machines y el sonido orgánico del clarinete bajo, que logró transportarnos y conmover a la audiencia, dejando entrever esa genialidad musical de Villalobos y compañía que se aprecia poco actualmente en sus sets festivaleros.

The Orb, en cambio, aportó la parte quizás más bailable y desenfrenada del festival. Con un sonido house retro, funky y dub, encendieron el parking de la antigua fábrica de la cerveza Damm. Y junto a la energía de Deadbeat, en el entorno sonoro 3D a cargo de la productora Intorno Labs, con más de treinta altavoces que llenaban la sala provocando un envolvente efecto auditivo en 360 grados, marcaron las sesiones diurnas del MUTEK Experience como lo imperdible de este festival.

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Por su parte, los A/Visions, orientados a la experimentación sonora y visual en un entorno teatral, aportaron presentaciones como las del productor alemán Henrik Schwarz, quien junto al pianista Bugge Wesseltoft y el contrabajista Dan Berglund lograron combinar a la perfección la música clásica, el jazz y el techno alemán de Berghain. O la atmosfera noise e industrial, junto a las estremecedora performance audiovisual Centaure, de parte de Franck Vigroux & Kurt D’Haeseleer.

Entre los artistas emergentes, sorprendió la energía del estadounidense Shigeto, con la interpretación en vivo de los beats de su último EP Intermission, editado por Ghostly International. Valentin Stip, por su parte, logró mantener el nivel luego de VILOD, y supo cautivar con un sonido propio, en un live set lleno de texturas, sonidos espaciales y melodías. Mientras, los locales estuvieron impecablemente representados por JMII y su set bailable y experimental, que mantiene la consolidación y buen gusto del sello con base en Barcelona Hivern Discs.

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Por todo esto, lo acontecido en MUTEK Barcelona fue algo especial. Pese a estar inserto en una de las ciudades con más movimiento cultural, la escena musical local, contrario a las apariencias, ha sufrido un decaimiento del que sólo se salvan los grandes festivales internacionales, y por eso la séptima edición de MUTEK ha marcado un giro.

Si de algo Chile debe tomar nota es que, pese a estar en el confín más austral del mundo, contamos con una escena local rica y llena de contenido, que ha ido creciendo de manera sostenible hasta contar con versiones propias de los grandes festivales internacionales, como Lollapalooza o Sónar, logrando exportar artistas de calidad y con un sonido único. Un crecimiento de la mano de la autogestión, pero que está a la altura de las grandes capitales mundiales, algo de lo que quizás no todos los chilenos estamos conscientes, pero que desde fuera se celebra y nos mantendrá a la vanguardia en los próximos años.

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