Thurston Moore y Kurt Vile en vivo
Domingo 15 de abril
Teatro Oriente

Fotos: Rodrigo Ferrari

Todo lo que dijo, y algo sobre lo que tocó, Thurston Moore el domingo en el Teatro Oriente.

Precedido por los aplausos que se reservan a los grandes, Thurston Moore entra tambaleando, elegante pero desordenado, al escenario del Teatro Oriente. Lo primero que hace es sacarse una chaqueta que de lejos se ve algo cara, y arrojarla con descuido detrás de la batería.

Buena parte de la carrera de Moore está fundada en esa desprolijidad que es sólo aparente, que oculta bajo la fachada de una especie de profesor universitario descuidado pero amable, la feroz inteligencia de un hombre capaz de hacer del ruidismo algo pop y de llevar el punk a ciertos circuitos académicos sin perder nada de su ferocidad inicial. Nadie necesita a estas alturas que aquí vaya una especie de resumen del currículum de Moore como miembro de Sonic Youth.

Thurston saluda educadamente y parte sin más explicaciones con “Blood never lies”, de Demolished thoughts, el disco en solitario que sacó el año pasado. Como al descuido, los músicos de Moore, tan pulcros y prolijos como él, caen de forma aparentemente espontánea en improvisaciones salvajes pero estructuradas: ese sonido que parece tan improvisado en realidad es fruto del cálculo.

Moore no dio entrevistas en esta visita a Chile. Pero valieron casi tanto como eso sus tres monólogos ante el micrófono. Este fue el primero:

“Esta canción… eh… bueno, perdón por la voz, es que estoy resfriado por haber andado tanto en avión los últimos diez días. De hecho, creo que me resfrié porque le chupé los dedos a una mujer que estaba sentada al lado mío. Bueno, esta canción, la escribí pensando en algo que me pasaba mucho en los años ‘70. Yo no tenía plata para comprar discos, pero igual todas las tardes iba a ver vinilos en unas tiendas subterráneas, en Bleaker Street. Y me imaginaba cómo sería la música, veía hartos discos de jazz… esta canción se trata sobre levantar vista de los discos, cruzar miradas con una chica… y enamorarse”.

Tal vez porque tenía ganas de conversar, tal vez porque sintió que estaba jugando más de local, esa fue la manera en que presentó “Never day”. De nuevo, esto es todo cálculo, todo preparación, todo parte del esfuerzo por hacer adorable su figura de experimentador sin límites. Esto queda claro en su segundo monólogo, el que hizo antes de “Orchard Street”, que tal vez tenga algo de verdad, pero que estaba claramente dirigido a echarse al público al bolsillo… aunque había poca necesidad de hacerlo:

“Bueno, esto… supongo que saben esta historia, pero tengo un amigo en Chile, Felipe Orrego. No está aquí esta noche así que puedo hablar de él tranquilamente. Felipe tenía un grupo acá, Los Blops, y lo lindo de Felipe es que estudió un tiempo arte, en Canadá, y ahí conoció a Kim, Kim Gordon. Él y su hermano tocaban junto con Kim en su primera banda, y cuando ella llegó a Nueva York, ella me pelaba el cable sobre estos hermanos chilenos con los que tenía un grupo, y yo la escuchaba nomás y decía, ‘sí, whatever’.

Y hace un tiempo cuando vinimos a Chile con Sonic Youth, hace unos tres o cuatro años, la primera vez, conocí a Felipe, y le dije que quería comprar unos discos usados. Y me dijo que no había buenas tiendas de discos, que mejor fuéramos al Bío Bío… me preguntó qué andaba buscando yo, y le dije que no sé, algo de psicodelia chilena de los ’60… ‘¿Cómo qué?’, me preguntó, y yo le dije ‘bueno, como los Blops’. Y ahí me dijo que ésa era su banda. Lo divertido de esto es que ahí me di cuenta de que Sonic Youth, al final, es una especie de descendiente de la psicodelia chilena de los ‘60. Así que todos los libros sobre Sonic Youth hay que reescribirlos”.

Y claro, los aplausos casi echan abajo el teatro. Sólo dos silencios en medio de esa perorata: esta fue la única vez que Thurston nombró a su ex esposa Kim Gordon, y a Sonic Youth, que está en ese limbo en el que quedan las bandas que se separan sin terminar.

A medida que avanza la noche, los excesos sonoros se van haciendo cada vez más prolongados, sobre todo gracias a los matices tímbricos que aporta el violín de Samara Lubelski. Curioso que Moore, con tan poco haga tanto más que Kurt Vile, que había tocado casi una hora sobre el mismo escenario, y que, también apoyado en disonancias y en la musculosa destreza de su obeso baterista, impresionó menos. Anoche no ganó el que hizo más ruido, sino el que lo hizo mejor.

Casi al final, Thurston, probablemente ya extenuado como evidencian las islas de sudor que se dibujan en su camisa, nuevamente interrumpe todo para declamar un último monólogo.

“Hay una pregunta… a mí me llama mucho la atención esto, pero ¿Cómo sabe la lluvia que es de noche? Quiero decir… siempre que hemos venido, ha llovido, y es de noche, y la gente me dice que siempre llueve de noche. Así que ¿Cómo sabe la lluvia que es de noche? Me tiene intrigado eso. Yo creo que la próxima vez que vengamos a Chile, va a ser con una beca de estudios para profundizar en ese problema”.

Por supuesto que nos estaba tomando el pelo a todos. Pero también estaba reflexionando profundamente, tan en serio como un genio o un borracho. Que es lo mismo que hace cada vez que toma una guitarra.

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