En un delirante relato, nuestro hábil ex-troll Gabriel Pinto nos comenta los pormenores del Festival Primavera Fauna, que el pasado fin de semana reunió a cerca de 6 mil personas en el Espacio Broadway.

¡Oh, nobles lectores! Cuando en la Comunidad del Pitillo 45 nos enteramos de los planes que tenía la Cofradía Fauna para esta primavera, muchos celebramos con orgullo y blandimos nuestras espadas en su honor: mal que mal, se darían cita en las lejanas tierras de Broadway algunos de los más destacados bardos, juglares, trovadores y bufones del reino.

Decididos a ser testigos de tan magno evento, una selección de nuestros mejores escribas arribó en plena canícula a dichas tierras, ataviados con docenas de ungüentos protectores en nuestras alforjas y nuestras mejores (y más ligeras) vestimentas. Al llegar, nuestra sorpresa fue mayúscula, ya que las tierras de Broadway habían resultado ser menos inhóspitas de lo que habíamos pensado: el verde césped invitaba a despojarnos de nuestro calzado; dos albercas monumentales permitían refrescarse a cualquier hora y múltiples recodos sombreados daban cobijo al inmisericordioso sol.

La primera trovadora que salió a escena, fue una mujer con nombre de mora, Fakuta. Los pocos plebeyos que en ese momento nos encontrábamos en Broadway, quedamos asombrados con la solidez de su presentación. Tanto así, que muchos de los miembros de la Comunidad del Pitillo 45 que llegaron con retraso a Broadway, recibieron los rumores de tan excelsa presentación y lamentaron perdérsela.

Posteriormente, una élfica y esbelta doncella llamada Erika Spring, conmovió a la audiencia, tanto con su delicada voz como con sus diversos atributos (físicos). Aunque el calor hizo mella en uno de sus artilugios musicales, logró imponerse ante la situación y salir victoriosa.

En el intertanto, nuestros agentes encubiertos tras líneas enemigas, Sir Claudio y Lady Carmen, conversaban con cada uno de los cantores provenientes del extranjero y filtraban a la Comunidad del Pitillo 45 el contenido de estas charlas. Así, pudimos saber que la estilizada Erika Spring desprendía sencillez y simpatía, o que el nigromante de las máquinas, Jimmy Tamborello, era un ser tímido, pero noble de corazón. Además, nos comentaron que varios de los representantes nacionales esperaban ansiosos y de muy buen ánimo su momento para ganar, en justa lid, claro está.

El infierno parecía haberse volcado sobre nuestras cabezas, ya que la temperatura seguía aumentando. Necesitábamos de un milagro y, precisamente, el bardo criollo Fernando Milagros lo trajo consigo. Acompañado de sus leales soldados, y encomendado a San Sebastián, Milagros logró que nos olvidásemos del calor con sus solemnes y emocionantes cantares.

Sin embargo, la situación se volvió adversa y algo confusa cuando una mujer, ataviada con armadura y una extraña peluca, se hizo presente. ¿Bruja? ¿Hechicera? Las pantomimas y extrañas voces de Geneva Jacuzzi, sembraron la incertidumbre en nuestros corazones y muchos nos retiramos a las tiendas de comercio a consumir algún tipo de elixir (etílico) que volviera a repletar nuestro corazón con valor y certeza.

Las albercas se empezaron a llenar de las más bellas y blondas ninfas que este interlocutor ha visto jamás. Un par de jóvenes chilenos primero, Julián García-Reyes y José Delpiano, y un lugareño trasandino después, Tomy Disco, lograron menear los esbeltos cuerpos de estas ninfas con su sofisticada música. En paralelo, El Sueño De La Casa Propia, impresionaba a los asistentes con un espectáculo potente, gracias a la manera en que este noble porteño se presentó: con algunos compañeros de armas sobre el escenario, sus melodías tomaron fuerza y se tornaron más orgánicas que de costumbre. Los aplausos de la asistencia fueron más que merecidos.

A continuación, fue el turno del ya mencionado Jimmy Tamborello, mejor conocido por su nom de guerre, DNTEL. Cobijado tras sus extrañas máquinas y sin despegar la vista de ellas en ningún momento, el nigromante resultó ser algo decepcionante: más allá de la belleza de su música, los plebeyos queríamos interacción, gritos y algarabía… pero nada de eso ocurrió, ni siquiera cuando la bella Erika Spring corrió en su ayuda. Probablemente, su timidez jugó en contra y en un escenario más pequeño, habría tenido más sentido su propuesta. O quizás no.

El ardor en el ambiente se hacía insostenible y junto a un par de compañeros decidimos acercarnos a las albercas con el fin de refrescarnos. En el escenario, el gremio musical de música ruidosa y andina llamado Protistas, convocó a varios de los asistentes, quienes celebraron, con diversos néctares en sus manos, cada uno de los momentos que estos entregaron. Sin embargo, la bacanal que existía alrededor de las albercas era mayor, ya que el dúo de bufones australianos llamado Flight Facilities se hacía presente. Pues bien, una cosa es hacer bailar a todo el mundo y otra, muy distinta, es hacerla bailar con clase: a su pesar, resultaron más efectistas que efectivos.

No se podía decir lo mismo de Dënver, que en ese momento hicieron que la orgía (musical) se trasladara hacia el escenario central. Culpen a los brebajes de cebada o a alguna otra poción mágica, pero lo cierto es que el show de Dënver desató la algarabía del público, quienes incluso pudieron subirse al escenario.

Pero, ah, plebeyos incautos: no todo podía ser tan bueno. Una ruinosa y poco agraciada damisela llamada Uffie, fue la gran decepción del festival: no cantaba, no conquistaba a nadie, no era grácil y tampoco elegante. Ojala hubiese sido desterrada de Broadway. Y aunque tampoco fueron elegantes, el trío MKRNI, sí fue más efectivo y gracioso… pero algo monótono.

En vista de que la situación podía tornarse algo adversa, quien escribe decidió volver a la alberca a ver si había alguna posibilidad de capear el calor y el aburrimiento. La elección fue la acertada porque, en ese momento, un joven galo cobijado apenas con un par de gafas oscuras, logró hacer lo que muchos otros no hicieron: animar los cuerpos sofocados. El prisma musical de Jacques Renault (o sus embrujos: vayan ustedes a saber), era sofisticado y elegante. Ni en Versailles habíamos escuchado música así.

El calor amainaba y el hambre se hizo presente. Una visita al sector del comercio nos animó: no sólo se podía optar por una gran variedad de vituallas, sino que estas eran servidas con una sonrisa en la cara de cada uno de los mercaderes.

Decididos a tomarnos un descanso, divisamos desde una posición cómoda y alejada del escenario la presentación de VHS Or Beta, quienes nos hicieron recordar a un grupo de cantores provenientes de Australia que habían estado presentándose en el reino algunos meses atrás. ¿Fue la Rueda de la Fortuna la que empezó a girar en ese instante y nos hizo llegar a esa conclusión? Con esa duda en mente, Intimate Stranger irrumpió en el escenario. Y, ¡ah!, qué potencia. Hace tiempo que este escriba no veía banda alguna en Chile que dominara tan bien el arte de la roc(k).

Estos últimos fueron el anticipo perfecto para la presentación de The Raveonettes, quienes gustaron a muchos. Sin embargo, Nuestro Señor Todo Poderoso Del Arte Musical Existente Y El Conocimiento Esnobista Dueño De La Comunidad Del Pitillo 45 se hizo presente y sentenció lo siguiente: “Escuchad y guardad silencio, insensatos: llamad a Jesús y la Cadena de María. Decidles que acá en el escenario unos jóvenes nórdicos deben pagar tributo por el saqueo que estos impúdicos ateos del arte del roc(k) han hecho”. Acatada la orden, decidimos cerrar nuestras bocas y esperar la siguiente presentación.

En ese momento, nos reencontramos con Lady Carmen y Sir Claudio, quienes comentaron que habían conversado con un tal Nic Offer, al que decidieron nombrar Príncipe del Festival de la Primavera Fauna, no sólo por su sentido del humor, si no también por su carisma. Esta conversación podría haberse prolongado por más tiempo, pero había llegado el turno del hidalgo Gepe, hijo pródigo del reino. Títulos nobiliarios justificados por la maestría con que domina el arte de la batería, el canto y, con más honor que habilidad, el baile. Humildes, los siervos coreamos sus canciones y aplaudimos a rabiar. ¡Loor y gloria!

Una pausa gigante en la programación nos hizo temer lo peor: ¿se acababa ahí el festival? ¿Era el espectáculo más esperado una farsa? ¿Debíamos huir con nuestro orgullo aún en pie? Por suerte, todas estas preguntas fueron acalladas cuando el Príncipe del Festival de la Primavera Fauna y sus discípulos salieron a escena. Conocidos con el apócrifo nombre de !!! (Chk Chk Chk), Offer y compañía demostraron por qué son los mejores bufones de cualquier reino existente y por conocer: baile, música, vértigo y emoción. No paramos de saltar en ningún momento y ellos tampoco. Los ateos nos convertimos a su religión a riesgo de transformarnos en herejes… y todavía quedaba más.

Sir Claudio, el único de la Comunidad del Pitillo 45 que conocía el camino de vuelta, decidió quedarse viendo a Astro, mientras quien escribe decidió darse un paseo por la alberca a ver qué sucedía. Al llegar, no podía creer lo que entraba por sus oídos: experto en las artes más oscuras del baile, Jimmy Edgar, mezclaba lo impensable, trayendo ritmos del lejano poblado de Detroit, reinventándolos y convirtiéndolos en algo nuevo, sorprendente, fascinante.

Algo asustado, su servidor volvió sobre sus pasos para el fin del show de Astro, quienes se mostraron contundentes y seguros. Quedaban horas de festividad, pero el cansancio y el frío hicieron merma en nuestro ánimo y decidimos emprender la retirada, felices por los momentos vividos y orgullosos de la Cofradía Fauna, quienes demostraron que se puede hacer un gran espectáculo que dejara contentos a todos. A esperar que en la próxima temporada los (pocos) errores cometidos sean obviados, la concurrencia sea mayor y el nivel musical sea aún superior. ¡Ambrosía e hidromiel para ustedes!

Fotos, cortesía de Rodrigo Ferrari. Si desea ver el set completito (aún publicándose) de los shows en Primavera Fauna, pase por acá.