Deafheaven en Blondie
Miércoles 9 de diciembre
Fotos: Carlos Molina (Cortesía Converse Chile)

Si alguien a principios del 2015 hubiese dicho que tres de los shows más interesantes que pasaron por la capital este año, estarían tan fuertemente influenciados por el metal, más de alguna suspicacia y burla hubiese recibido. Pero lo cierto es que tanto los shows de Pharmakon (en septiembre), Evian Christ (el pasado fin de semana, en el Sónar) y Deafheaven (miércoles 9, en la Blondie), dan cuenta de las infinitas posibilidades de un género habitualmente conservador y lleno de lugares comunes.

Ph. Carlos Molina Barriga. http://carlosmolina.cc/

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Por mucho que abundaran las poleras de Cannibal Corpse, Burzum y Venom entre el público, Deafheaven está lejos de relacionarse con esas bandas: en vivo, destacan los momentos instrumentales, que entre la calma y la furia, abundan en cada momento de la presentación. Ahí donde George Clarke parece entregar el alma en cada grito (su voz, modulada por uno de los guitarristas, era una capa de sonido más); el resto de la banda asume un protagonismo inusitado: suyos son los méritos de la creación de atmósferas en Deafheaven, en donde suman por igual las densas murallas de sonido como los quiebres melódicos.

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Una dinámica que, por momentos, se emparentaba más a los contrapuntos entre el reggae y el hardcore que explotaban Bad Brains en sus inicios. Por lo mismo, es quizás eso lo que distingue mayormente a esta banda: un completo desprejuicio al acercarse a formas tan distintas como el shoegaze, el post-rock, el hardcore y si, el metal.

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Esa transversalidad al acercarse a distintos géneros, también podía verse en el público: a los ya citados metaleros “estrictos”, se sumaban clones de Mac DeMarco, punks de la vieja escuela, gente con poleras de Sunn-O))), unos cuántos representantes del paraíso del pop, raperos y un largo, larguísimo etcétera de personalidades. Por supuesto, a nadie parecía importarle eso: la presencia de Deafheaven sobre el escenario abarcaba todos los sentidos, tornándolo más en una experiencia física que musical. Si no lo creen, pregúntenle a cualquiera de los asistentes que se encontraban junto a la reja, que al salir no parecían dar más del cansancio, la transpiración y el dolor. Pero en este caso, ahí donde hubo dolor, también hubo satisfacción. Paradójicamente, un lugar común en cualquier grupo de metal.

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