Una gala, asumamos, implica exhibir lo mejor de uno. Mostrarse en la mejor versión posible donde la actuación apela a algo excepcional. En una gala, debieran quedar las imágenes grabadas por las que nos recordarán más adelante. Una gala entonces, no es un show kitsch de televisión cacareado por un tío conductor de piel fluorescente, sino que algo simplemente memorable.

Dënver, las estrellas de la noche – calificativo que en la mitología del grupo no tiene nada de azaroso- mostraron el sábado cómo una banda es capaz de capitalizar un muy buen momento y transformarlo en una expresión de fuerza, entrañable y por sobre todo dulce en esa puesta en escena algo torpe de Mariana y Milton. Dënver, sin que nadie lo tuviera previsto, se ha transformado en una de las mejores bandas que tiene nuestra escena y fueron ellos los que al armar este recital, quisieron dejarlo en claro.

Acompañados de cuerdas, bronces y una banda completa compuesta de batería, dos guitarras, bajo y dos teclados (con Fakuta, que además hacía los coros de apoyo) en un auditorio con una calidad de sonido inmejorable, Dënver entregó el show que sabían que podían hacer. Porque no hay que confundirse con su intacto encanto de provincianos silvestres: Mariana y Milton montaron un show que no sólo dejaba en claro cuán bien saben manejar su repertorio, sino que mostraron la confianza que se tienen como banda.

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Era evidente como al recorrer Totoral, el celebrado Música, gramática, gimnasia y además tocar temas inéditos y hasta un cover de Olivia Newton John (“Hopelessly devoted to you”), tenían claro cuáles serían los mejores arreglos y de cómo debían hilar el show. Sobre todo al crear momentos de intimidad eriza-pelos (con la preciosamente púber “Nuestro mundo” de su primer EP) y al dejar libre a la banda para rockear como sólo dos guitarras poperas pueden hacerlo (“Los Adolescentes” y “Lo que quieras” al cierre del show).

Pero su confianza y claridad de ejecución no debiera darse por sentado. Para que una banda tenga ese nivel de certeza y que salga victoriosa de un show complejo como este (que requirió apoyo de varias marcas para concretarse), se necesita mucho tiempo. El mismo que les ha tomado a Dënver depurar sus letras y armar esas historias algo torcidas, tan ingenuas pero no por eso menos resonantes, que se escuchaban perfectas en las voces de Milton y Mariana, y que dejaban ver tan claro cómo han avanzado desde los tiempos de sus primeros temas, donde esa cualidad aparecía como un fogonazo.

Bonito en su sutileza y entrañable por la pasión que le puso la banda, lo de Dënver el sábado fue un ejemplo de la combinación perfecta a la que todo buen pop siempre debiera aspirar: ejecución notable y escalofríos al escuchar que ahí, en ese momento estelar, hay algo verdadero. Un hito.

Fotografías: Rodrigo Ferrari