Una semana después de la muerte de Elliott Smith en 2003, dos de nuestros columnistas escribieron lo que pueden leer a continuación. Sin saberlo, ambos tomaron como referencia las canciones ‘Waltz #1’ y ‘Waltz #2’.

Sin segunda parte
Por Pablo Rosenzvaig
Reflexiones en torno al ethos y los discos compactos
Publicada el 28 de octubre de 2003.

La muerte ataca de nuevo a los que mejor la han tratado, a los que han podido acercarla al amor, a la incomprensión y a lo que no puede ser dicho más que pagándolo con el cuerpo.

Un amigo me llamó hoy pidiéndome que escribiera sobre Elliott Smith pensando que la muerte era una buena razón. Estoy de acuerdo con esto en algunos casos, pero yo no sabía el dato de que ese señor de las tinieblas se encontró finalmente con ellas, escribiendo por fin ese punto final que siempre le causó dificultades.

Eso incompleto en sus canciones intentando explicar la razón de sus preguntas, preguntas que sin embargo no sirvieron para empapelar lo que quedaba más allá de la música que dejó.

Es así como nuevamente tenemos que inventar esa despedida más fuerte que cualquier otra, ya que no hay nadie de quien despedirse. Sólo nos quedan esas enormes canciones que incluso lograron que Robin Williams pasara desapercibido en Good Will Hunting y que esos amores incompletos tuvieran por fin la banda sonora que merecían.

Es la segunda vez que escribo con una rabia inmensa, no crean que es porque me gusten los muertos, sino más bien porque me encantaría que murieran otros y no los que me habitan, ya que siempre se llevan algo de mí y de lo que yo era con ellos. Metáfora tal vez que vuelve eso de la media naranja en una excusa recitada por nuestro egoísmo en ese más allá de lo que quisiéramos decir.

La lista en mi cabeza podría ser interminable y absolutamente ridícula pero no cambiaría nada ni le sacaría el filo al cuchillo de esa psicosis, que de una vez por todas, ha transformado la tranquilidad de la ficción de esa ducha fascinante de norman bates en la realidad más insoportable. Una realidad, que probablemente me haga mirar dos veces el próximo cuchillo con el que trataré de cocinar, lo que ojalá no termine cocinándome a mí.

Sólo puedo decir que esas piedras para afilar que nunca supe manejar muy bien ahora han pasado de la ignorancia al terror del recuerdo.
Si es cierto eso de que la muerte se aparece de negro con una hoz o juega ajedrez como en el séptimo sello, quiere decir que es miope, disléxica o realmente malvada.

No me gusta la rabia, ni que me inunde el sentido común, porque quiere decir que me está costando demasiado hablar por mí y busco el refugio de palabras que comienzan a oler a diccionario, a profesor Banderas, a manual de carreño o a que la Teletón no puede ser sino “buena onda”.

Todas esas cosas que terminan dirigiéndose a mí, tratando de ocultar cuál es la verdadera razón del dolor en mis palabras. Ese momento en que aparece el fantasma de Jeff Buckley cubriendo todo de un manto de injusticia. De esas cosas terribles que suceden todos los días en el mundo y que esquivamos con amigos, mujeres, alcohol o canciones.

Mueren los que no pueden más, no los que cagan el mundo. Mueren muchas veces los más lúcidos. Mueren los honestos. Mueren los complicados, ya que los demás toman pastillas para la depresión y encima les sirven o creen que el extasis viene en forma de pastilla.

Mueren los que nos hacen morir un poco. Mueren dejándonos la culpa de que tal vez debiéramos haber sido nosotros. Mueren los que se han encontrado con sus palabras convirtiéndolas en un cañón en la sien o en cualquiera de sus metáforas que han dejado de serlo en el momento de morir y ya no podremos preguntar si eso que se dijo es minímamente lo que pensábamos, dejándonos realmente solos.

Muriendo para o por nosotros, a veces en la honestidad de no seguir mintiendo. Muriendo como el espejo que nos dice que seguimos vivos, enfrentándonos a una pregunta o la madre de todas las preguntas que nunca podremos contestar.

Quiero creer que ese padre, hermano y amigo fue en su búsqueda. Que fue un ansioso y no un suicida. Que se le acabaron las palabras de este mundo y fue a buscar otras que lo salvaran del sacrificio de tener que dedicarlas o de saber a quién.

Quiero pensar que no lo pasó mal. Que estaba tranquilo. Que no sufrió más que al escribir sus canciones. Que no sabía que nos recordaría todas esas pequeñas y grandes muertes que no mueren con el día.

Me encantaría pensar que el equivocado es él y que los que quedamos, no nos equivocamos en seguir buscando respuestas donde otros ven negocios. La verdad es que intento decir algo que no sé si podré decir y que está volviendo inútil cada palabra que trate de explicar esta terrible pérdida gemela de todas las demás pérdidas.

Puede parecer exagerada mi dificultad, pero no me importa, porque esto es entre Elliott Smith y yo. Y si es que ahora estoy escribiendo, es porque me lo pidió un amigo y porque en este momento no tengo ganas de hablarle ni a mi perro ni a la pared, que ya debe estar cansada de tantas muertes y sólo quiera la tranquilidad de esa ceresita que la haga sentir minímamente renovada.

Me contento sólo con creer que ese hombre innombrable, murió tarareando su propia letra y se entretuvo creyéndose por fin a sí mismo lo que decía en “Waltz #2” de la siguiente manera :

It’s okay, it´s allright, nothing wrong.
Tell Mr. Man with impossible plans to just leave me alone.
In the place where i make no mistakes,
When i have what it takes.

Ojalá que le esté resultando y que si llega a ver a mi abuelo le dé un gran abrazo de mi parte, ya que tampoco de él pude despedirme y hace que no llegué a poderle ver la cabeza a su recuerdo.

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Everybody cares, everybody understands
Por Sebastián Ureta
London calling: Guía no turística. Décimo sexta entrega
Publicada el 28 de octubre de 2003.

Iba bajando por Bilbao, desde Vespucio hasta Bustamante, sentía bien la bicicleta, no habían tantas micros y la tarde era clara, el sol se estaba poniendo y no tenía mucho calor. Me había salvado de un par de ollos de consideración, le había botado una moneda de cien pesos a una mujer en un paradero, no me había caído y seguía sin que se me irritaran mucho los ojos. Iba bastante feliz de verdad, cantando algo y sintiéndome un poco menos tonto y enrollado.

Unos minutos después estaba en la casa de unos amigos, abrí mi correo y supe que Elliot Smith había muerto. Tome mi bicicleta, volví a mi casa y me senté frente a mi computador no sintiéndome del todo bien, no como antes por lo menos. Puse XO.

Es extraño. Ya tengo 27 años. Hasta el momento he logrado hacer algunas cosas que consideraba importantes y he cerrado ciertos capítulos, todavía tengo ganas de hacer algo recordable y deje de fumar hace poco. Se supone que he madurado y que la muerte de un músico de bajo perfil, aunque calificando para figura de culto (incluso antes del suicidio), no debería importarme tanto, total tengo otras cosas más importantes y reales con las cuales calentarme la cabeza por estos días. Pero me importa.

Tampoco es que yo sea el fan numero uno de Elliott Smith, que coleccione sus singles o que tenga un par de poleras con su cara en ellas y me sepa todas las letras de sus canciones y a quien se las dedicó. No, la verdad no es esa. Lo conocida mas que nada a través de su música, de un par de discos (como Either or, XO y Figure 8) que me hacen sentir bien y cómodo, un conjunto de canciones simples y tristes con las cuales no es difícil conectarse. Bueno, más que mal es a través de ese medio como uno conoce y se relaciona con un músico, mas allá de los fetiches de coleccionista o del merchandising de figura pop.

Sólo por destacar algo de su música, creo sinceramente que ‘Waltz#1’ debe ser una de las canciones con la cual me siento mas cómodo, o mejor dicho, que mas representan algunos momentos, especialmente no los mejores. Y solo la idea de que no van a haber más canciones así, por lo menos no de él (excepto las que van a venir en la edición póstuma del disco en el cual estaba trabajando durante los últimos meses) es algo que me pone bastante triste.

Algo también sabia de Elliott Smith, me había metido algunas veces algunos fansites, más que nada para saber cuando salía el nuevo disco. De hecho me haba metido hace unas dos semanas a www.sweetadeline.net y había leído que el disco nuevo estaba casi listo. Era algo bueno, ya habían pasado casi cuatro años. Pense en encargárselo a alguien, de verdad que quería escucharlo, saber que había pasado en todo este tiempo. También leí que estaba teniendo algunos problemas para terminarlo, que las cosas no estaban bien para el, pero que seguía trabajando.

Nunca supe mucho más.

Ya pasó el tiempo de conocerlo de esa manera, ya pasó el tiempo de tener una normal relación de músico/fan con él, por que la muerte lo enturbia todo. El glamour del suicidio-de-artista-pop ahora cubre a Elliott Smith, nos va a costar volver a verlo como era, conocerlo. De ahora va a ser una figura media mítica, seguramente sus discos se van a vender más, van a aparecer un par de álbumes tributo y varios músicos de bandas de bajo perfil lo van a citar como influencia (si es que no pasaba ya), como le pasó a Nick Drake. Por lo menos, como en el caso de este último, este fenómeno va a permitir que más gente lo conozca y lo valore, que más gente encuentre algunas líneas o sonidos en su música que le sean significativos o amables, algo que seguramente a él le hubiera agradado.

Elliott Smith ya no es un músico, o por lo menos ya no es solo un músico, va camino a convertirse en un ícono, de menor o mayor tamaño. Quizás antes de que eso pase sea bueno apurarse, conseguirse algunos de sus álbumes y encerrarse por un par de horas, poner los audífonos a un buen volumen y escuchar, por que al final de eso se trata, de escuchar sus canciones. Eso es lo mejor, y lo único, que podemos hacer por él en este momento.

Every time the day darkens down and goes away pictures open in my head
of me and you silent and cliché all the things we did and didn’t say
covered by what we did and didn’t do going through every out I used to
cope to make the repetition stop:
what was I supposed to say?
now I never leave my zone we’re both alone I’m going home
I wish I’d never seen your face

Waltz#1