Este sábado se realiza el festival En Órbita en Espacio Broadway. Para comenzar a cerrar nuestras recomendaciones para el evento, Jorge Acevedo comenta algunas razones para ver a The Sonics, Os Mutantes y Los Jaivas.

La (verdadera) nueva ola

Esto te lo dirá tu mamá antes de darte la colación para el festival. O tu padre revisando esos bolsillos sospechosamente rellenos y aquellos ojos que piden a gritos algún lubricante. Y si no, para eso están tus tíos de Super45, que ya tienen 20 años en el ruedo y pueden hacer las labores pedagógicas aunque sea sin estatuto de carrera docente. El consejo es simple: siempre debes respetar a tus mayores (o por lo menos hacerles creer que sí, que ya son viejos y se tragan cualquier cosa). Entonces, cuando te entregues al desenfreno psicodélico, a la furia garagera o a la fusión de todo eso, con todo aquello que existía antes de los colonizadores; no te olvides que algunos llegaron antes. Y para efectos de este festival, ese “antes” bien puede ser el inicio mismo de los tiempos.

Si les decimos dinosaurios, habrá alguna especie prehistórica que reclamará coquetamente su edad y no le gustará en absoluto la comparación. Nos referimos a bandas que estuvieron antes de algunos padres fundadores y se pueden ufanar de haber inventado un par de cosas. También se jugaron el pellejo con autoridades poco comprensivas y, en varias ocasiones, miraron el trofeo bien de lejos, porque no respetaron ciertas reglas. Hoy vuelven por el botín y poco habría que decir al respecto. Para mejores señas, unos son estadounidenses, otros brasileños y unos compatriotas, que la caridad empieza por Broadway. Con ustedes, The Sonics, Os Mutantes y Los Jaivas.

The Sonics: los padres de la revuelta

Pasado:

La metáfora es vieja (y cierta): Iggy Pop es el abuelo de punk gracias a sus andanzas a fines delos 60s con TheStooges. Ok, absolutamente de acuerdo. Pero si Iggy es el abuelo, entonces The Sonics bien podrían ser el tío abuelo, ese que de puro fiestero tuvo que colgar los botines años antes, entrar a la oficina y olvidarse para siempre de rock and roll y esas cosas de melenudos.

Es cosa de revisar fechas. Cuando Iggy sólo tocaba un inocente rythm and blues con The Iguanas, TheSonics le regalaban al mundo su monumental debut ruidoso. Here are The Sonics!!! (Etiquette, 1965) se llamaba y los pocos que lo escucharon se preguntaban al final de qué sótano y bajo qué papel de lija lo habían grabado. Ahí se encontraban varios covers enfurecidos de éxitos de la época como “Havelove, willtravel” de Richard Berry o “Walkingthedog” de Rufus Thomas junto con algunos originales de letras sutiles como “The Witch” y “Strychnine”, todo ello con un nivel de distorsión que aun impresiona 5 décadas después.

Luego, otro disco con menos cuota de clásicos como fue Boom (Etiquette, 1966), la consabida limpieza de sonido para una incursión poco exitosa en el mainstream con Introducing The Sonics (Jerden, 1967) y el desbande final para que la posta la tomasen The Stooges unos años después y ese etcétera conformado cronológicamente por The Cramps, The Fuzztones, TheHives y The Black Keys, entre muchísimos otros.

Presente:

Me gustaría contarles alguna sórdida historia de drogas a la Johnny Thunders o una muerte en su propia ley, como Lemmy (te extrañamos, incluso en Super45); pero no hay nada de eso. The Sonics se dedicaron 30 años a hacer la vida de buenos ciudadanos americanos (empleos en oficina, fin de semanas de música, pero mira que el Lunes vuelvo a la pega) hasta que una de esas maravillas de festivales de Garage Rock como el Cavestomp reunió a los originales GerryRoslie, Larry Parypa y RobLind.

Y, porque mira que mis nietos no se la van a creer, allá fueron los abuelos dinamita e hicieron una fantástica presentación. Y como de unaactuación a dos o tres, sólo hay ganas entremedio; siguieron, hasta que el evento especial se transformó en largas giras y una vuelta por el botín más que merecida.

¿Es necesarioun disco nuevo después de ese magnífico regreso y de 48 AÑOS sin grabar? Por supuesto que no. Y me imagino que el último lanzamiento de tu nueva banda favorita de Instagramparecerá un mejor panorama. Pero si te detienes algunos minutos en This is The Sonics (Revox, 2015) y escuchas brutalidades como “I gotyournumber” o “Bad Betty” no lo pasarás nada de mal. Ya lo dijo La Rolling Stone en 2015 al verlos en vivo en New York: “al entrar, con sus chaquetas y corbatas negras, parecen un grupo de contadores jubilados en busca de problemas”. Suficiente para mí, por lo menos.

Os Mutantes: Saudade do beat

Pasado:

Les aseguro que no era nada de fácil. Si no, pregúntele a Caetano Veloso, Gilberto Gil y algún otro que tuvo la mala idea a fines de los ’60 en Brasil de hacer más movimiento del que las autoridades soportaban. Porque había dictadura y tanto color chillón, guitarras eléctricas e imaginería psicodélica alterando la Bossanova y la Garota de Ipanema nada bueno podían traer. Estos malandrines se hicieron llamar Tropicália, sacaron un disco clásico llamado Tropicalia: oupanis et circenses (Phillips, 1968) y se repartieron canciones y ayuda durante esos años. Entre los sospechosos de siempre, al lado de Veloso, Gil, Gal Costa y Tom Ze, los protagonistas de esta historia: los hermanos Arnaldo Baptista y Sergio Dias Baptista y la bella Rita Lee.

Con el apoyo en las composiciones de Veloso, Gil, y Jorge Ben, Os Mutantes facturaron un primer disco homónimo (Polydor, 1968) que, al límite de la censura, presentaba un Brasil que escapaba de los férreos límites de la época y agregaba technicolor (e influencias psicodélicas, feedback, música concreta y letras surrealistas) a la herencia brasilera. Creando el patrón de la vanguardia brasilera de la década entrante, la banda se asentó como un ente con identidad propia (fuera de su rol de acompañamiento de Gil o Veloso) con Mutantes (Polydor, 1969) y Divina Comedio ou ando meio desligado (Polydor, 1970) para luego ser abducidos por la orientación prog-rock que Sergio Dias le iba dando al grupo, mientras los originales integrantes se iban yendo de la banda, hasta su fin a mediados de los ’70.
Presente:

Mientras Rita Lee se consagró como una exitosa solista en Brasil desde la década de los ’80, los hermanos Baptista se dedicaron a los soundtracks, la producción musical y a carreras solistas de mediano impacto, hasta que una muestra dedicado a Tropicalia en el Barbican Hall en Londres en 2006 reactivó la banda y confirmó que ni Beck niStereolabhabían inventado la pólvora.

De ahí, copy-paste con los vejetes de Los Sonics: giras, reconocimiento tardío, pero feliz, aunque con la salvedad en este caso del alejamiento rápido de Arnaldo Baptista y de la contratación estelar (también por poco tiempo) de la cantante Zèlia Duncan. Sergio Dias, guitarra de oro en mano, levantó hombros y siguió tal como en 1972 manteniendo viva la banda. Por ahí un par de nuevos discos han tenido críticas positivas y han refrescado un repertorio que todavía rinde tributo (felizmente) a 3 discos que revolucionaron el lenguaje musical latinoamericano hasta alcanzar una influencia impensada.

Los Jaivas: los administradores de la pelota

Pasado:

No sé ustedes, pero este cronista aprendió lo poco que sabe de instrumentos con algunas canciones de estos viñamarinos. Y aunque le gusta jactarse de su conocimiento de post punk inglés, bien podría recitar de memoria buena parte del repertorio de esta institución de la música chilena.

Curtidos luego de una década de ser banda de fiestas, con humitas y zapatos bien lustrados, Los Jaivas desarrollaron desde inicio de los ’70 por lo menos 2 décadas de música marcada a fuego en el cancionero nacional. Y con bastantes cosas en contra, en un país que rehúye durante 11 meses al año su música tradicional y bien le gusta jactarse de su conocimiento de post punk inglés.

Reconocidos (de verdad) fuera de las fronteras de Chile, Los Jaivas desarrollaron una música en sintonía con los vejetes del apartado anterior. Una cruza entre el rock progresivo de corte europeo y las tradiciones del lugar donde se creció. Que no nos parezca extraño que en medio de una jamrockera alguien saque una quena para tocarla y no para rascarse la espalda con ella, es mérito de esta buena gente.

Presente:

Es difícil hablar de Los Jaivas modelo 2016 sin tener algún rictus amargo en la boca. Cuando la fatalidad se ensaña con una banda y esta resulta ser más grande que la vida, se tiende a creer que la vida es, efectivamente, más pequeña. Y, además, poco exigente. Entonces, un grupo se transforma en institución, con una vitalidad sostenida a base de pegamento. Los Jaivas tienen un repertorio formidable, producto de muchos años de esfuerzo y talento, pero lo que hoy entregan es sólo una representación correcta, en el límite exacto de la banda tributo.

Con un último disco firmado el 2002 y ya 50 años sobre el cuerpo, parece que a Los Jaivas no hay que exigirles más. Y ellos y sus fans, no tienen problemas con ello, al parecer.