Föllakzoid en Matucana 100
Sábado 2 de agosto
Fotos de Sofía Lobos

El año pasado fue el despegue definitivo de la banda chilena Föllakzoid. A la edición de su bien recibido trabajo II, se sumó una gira que los llevó a mostrar su propuesta en Estados Unidos y Europa, pasando por palestras de gran importancia como All Tomorrow’s Parties, SXSW y Primavera Sound.

De ahí que la expectativa por constatar en vivo cómo ha madurado la banda durante este transcurso sea bastante elevada. Este viaje les habrá permitido muchas cosas, me imagino, en particular conectar con los entusiastas del rock psicodélico –variante que tan bien se ha posicionado en el último tiempo- así como hacerse un nombre y situarse a la par junto a bandas que cultivan un sonido similar y que pueblan la vasta oferta musical de aquellos rincones.

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El sábado, este viaje recaló en su puerto de origen, Santiago, y en uno de los mejores lugares para escuchar música en vivo: Matucana 100. Si bien el teatro no tiene la prestancia particular de una sala de conciertos tradicional y que te “obliga” a sentarte para presenciar el espectáculo – algo que podría ser contraproducente en un concierto de rock – la verdad es que funciona prefecto para disfrutar de la propuesta de Föllakzoid, invitándote a descansar el cuerpo, levantar los pies, redimir la mente y dejar que los cuatro músicos te lleven de paseo por lugares poco comunes.

La presentación va de origen a cabo con una fluidez continua que despega lentamente a medida que la banda va armando la masa rítmica que cada pieza emplea como base. A medida que este trance crece y se enriquece con la contribución de cada uno de los integrantes, va dejando espacios para la particular intervención vocal de Juan Pablo Rodrigues y para los destellos de la guitarra de Domingo García-Huidobro.

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Desde el inicio comprobamos que la banda funciona como reloj, que la avenencia entre sus integrantes sumado al intenso despliegue visual es una experiencia cercana a lo inmaterial. El público puede no haber llenado las butacas del teatro pero las respuestas que surgen durante las leves pausas entre las piezas parecieran decir lo contrario. Los chicos juegan de local y eso se nota.

Al final de la sesión los cuatro integrantes se reúnen frente al público y se despiden con las manos en alto. Pareciera vislumbrarse satisfacción en sus caras, como quien sabe que ha logrado dar en el clavo con lo que estaba intentando. Las luces se encienden y en el mismo instante da la sensación de que la gravedad ha vuelto a surtir su efecto y uno vuelve a poner los pies en el suelo para que te retires con igual cantidad de satisfacción en tu cara. Que bueno tenerlos de vuelta.

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