Tras la conmoción inicial, una barra con whisky de cortesía, y un cóctel delicioso a base de bourbon, limonada y bebida, la velada comenzó con un apretado y conciso show de Mostro. Éstos sonaron más tensos que nunca en su regreso a los escenarios tras largos meses de ausencia.

Con un estilo de ritmos tribales y primitivistas, más teclados inspirados en la electrónica post industrial y el noise, los hermanos Jaime y Carlos Reinoso supieron sacarle el máximo partido a la batería y a un mini casio, única instrumentación requerida para su enérgica entrega. El punto álgido fue, sin duda, la interpretación del tema Moha Moha, con Cerebro a la batería y Jaime en las teclas, además de sabrosos adelantos de lo que será el próximo disco del dúo de Los Andes.

Luego, Mary Pearson y Rob Barber se instalan en el escenario, situado en el ala sur de la Industria Cultural (denominada ‘La Unidad’). El espacio de la vieja fábrica de Sal Lobos es perfecto y, en palabras de un amigo, recuerda en más de un sentido al legendario club The Hacienda de Manchester. Un sitio ideal y creativo que hace falta en una ciudad a veces aburrida.

“Big hands for Mostro, they kicked my ass!”, (¡Aplausos para Mostro, me patearon el trasero!) exclama Barber apenas sube a tocar. De ahí en adelante, todo sería un éxtasis áureo, místico y sensual. Porque, High Places no escriben ‘acerca’ de extasiarse, sino que con su música te hacen ‘sentir’ dicha catarsis. Un poco como escribió Huidobro: ‘No le cantéis a la rosa, hacedla florecer en el poema’.

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Ahora bien, Mary Pearson es más que guapa: posee una voz de ángel, una gracia y una delicadeza que transportan a otro mundo en su manera de cantar e interpretar los instrumentos (una especie de cuerno-silbato incluido, más percusiones varias). Mientras, Rob Barber aporta la solidez y la fuerza minotáurica en sus loops y ritmos.

El dúo de Brooklyn se complementa de manera perfecta, y exhibe su catálogo con elegancia y precisión sobre las tablas, incluyendo al público en un viaje onírico de proporciones. ‘The Storm’, ‘Head Spins’, y ‘Vision’s the first’ fueron expuestas como en la antesala de una estadía en el Monte Olimpo, con una belleza cautivante y misteriosa.

Con reminiscencias que van desde Aphex Twin hasta Animal Collective, pasando por My Bloody Valentine, Tricky y Pulseprogramming, High Places logra llevar adelante la antorcha con la frente en alto en pos de nuevos horizontes, a los que el dúo agrega el factor étnico, raíces rítmicas africanas, calipso y sicodelia. Al oír ‘Gold Coin’ y ‘Namer’ ya no cabía duda alguna: High Places son, lejos, de lo mejor en haber aparecido el último tiempo, y verlos tocar en vivo fue una verdadera bendición.

Dos regalos a continuación:
Una remezcla a ‘Head Spins’ a cargo del dj londinense Allez Allez

y un show en excelente resolución:

Fotos: payo