Hot Chip
Miércoles 24 de noviembrede 2010
Teatro Caupolicán

Parece haber discusión entre los habitués respecto de eso que antiguamente se denominaba “escena” sobre el cambio de público de los recitales en Chile. Gran paradoja: mientras nunca antes tuvimos shows en vivo por los que hubiéramos hipotecado nuestra casa imaginaria, hoy algunos padecen por tener que compartir con un público distinto, más oportunista, más rubio, un poco más ondero que lo viejo y patético en los que algunos se han convertido. Algunos lo denominarán costos. Otros, realidad.

Este público distinto, menos raro y más expectante de la fiesta es el que repletó -quizás más de lo aconsejable, especialmente la cancha- anoche el Caupolicán. La velada la abrió Gepe con un repertorio conocido aunque no por ello menos exigente. Interesante lo del sanmiguelino, que nos tiene tan acostumbrados a su registro impecable como a su extraña forma de bailar, cerrando con un innegable guiño a Taller Dejao. Luego fue el turno de James Yuill y sus máquinas. El inglés ofreció una interesante propuesta llena de guiños de la primera indietrónica -antes que todos la renegaran- y donde el baile, dizque experimental, fueron los platos fuertes. Imposible, eso sí, no recordar a Postal Service.

Pasadas las 11 de la noche se apagaron las luces, se prendieron los flashes y apareció ésta que parece una banda de amigos geeks que prefieren la consola a la pista de baile, con un Alexis Taylor personalizado en un extraño deportista y un Al Doyle que durante toda la noche demostró que su guitarra puede ser un instrumento para el baile. Si bien lo más cercano a LCD Soundystem era ciertamente Doyle, fue Joe Goddard el encargado del cencerro y de acompañar la voz del pequeño vocalista. No sólo es extraño ver a esta banda de geeks con algo de desprecio hacia la supuesta formalidad del show en vivo, sino resulta extraño también, de alguna manera, la forma en la que el espectador se prepara para enfrentar un show de una banda acostumbrada a integrar ruidos algo perversos en sus hits. Difícil resulta determinar con certeza si la mejor ubicación era la abarrotada cancha o la tranquilidad y el espacio ofrecido por la galería.

Si bien una versión lenta de “And I was a boy from school” fue la elección para comenzar, el golpe definitivo lo dio el conjunto de éxitos que unió, casi sin mayor descanso, “Thieves in the night”, “One life stand” y la tremenda “Over and over”. Si alguien tenía dudas respecto de la empresa de llevar estas canciones al show en vivo, éstas se despejaron en pocos minutos y sin dilación. Mención aparte merecen los desenfrenados pasos de baile de Owen Clarke que Gepe debería mirar con libreta en mano.

En definitiva, lo de Hot Chip fue completo, quizás con ciertas saturaciones en el audio, particularmente al principio, aunque corto. Teniendo canciones como “Slush” y “One made in the dark” en el tintero, el silencio ante la insistencia del público que no quería que comenzara todavía la fiesta posterior resultó ligeramente mezquino. En un momento en el que lo estético, lo formal, parece ser un elemento definitivo para el éxito, Hot Chip hace una apuesta por la austeridad. Quizás eso explique el final. Quizás eso explique que hayan escogido cerrar con una versión algo deslavada, algo pobre si me apuran, de “Ready for the floor”. Una moraleja de la importancia de la performance en este mundo de las formas donde el único que pierde es el prejuicioso.

Fotos: Hot Chip – CLUB FAUNA, Teatro Caupolicán
Rodrigo Ferrari

Video: Hot Chip – “Ready to the Floor” @ Teatro Caupolicán
por Rodrigo Ferrari