Durante esta semana, el staff de Super 45 recomienda los mejores documentales que puedes ver en la quinta versión del Festival In-Edit.

“En un mundo ideal, Low sería la banda favorita de todos nuestros amigos”.
Stuart Braithwaite, Mogwai

El matrimonio de Mimi Parker y Alain Sparhawk es quizás uno de los más influyentes en materia creativa en la música indie del hemisferio norte (si Mùm y Sigur Rós están haciendo lo que hacen no es casualidad). Bajo el nombre de Low, y desde la publicación de ese hermoso y conmovedor debut en 1994 (I Could Live in Hope), ellos han demostrado que el cielo puede ser una batería sin bombo, una guitarra despojada, un bajo profundo y ambiental y un dúo de voces masculino y femenino. Provenientes de Duluth, Minnesota, la ciudad natal de Bob Dylan, la Siberia americana, donde hacen 30 grados bajo cero en invierno, y las partículas apenas se atreven a moverse, Low ha desarrollado un estilo propio y reconocible (por favor obviar etiquetas como slowcore, ¿qué es eso?) que marcó un antes y un después en la manera de enfrentarse a la música rock.

Supongamos que las canciones son una pareja. Bueno, Low, en vez de insertarse en la moda actual y tan latina del perreo, de lo groseramente obvio (como puede serlo el rock mainstream y “aconsejado” por consultores de marketing), prefieren el cortejo, la sutileza, el subtexto, el rubor, la espera (sí, la olvidada y tan valiosa espera), lo que se calla, lo que se intuye, lo que se muestra de a poco. Low posee tanta elegancia en su música que, desgraciadamente, es incomprendida para el común de los mortales.

Supongamos que el 90 por ciento del planeta prefiera la última coneja Playboy a, digamos, Irene Jacob o Fairuza Balk. Lo mismo pasa con Low. No sólo plagiados hasta el hartazgo, sino también ignorados (excepto por una cierta elite indie y crítica que siempre los ha apoyado) y ninguneados por el gran público, sus integrantes han sufrido los embistes de la frustración de ser buenos, sorprendentemente buenos, y no llegar adónde querían. Alain Sparhawk, en particular, quien cayó en una depresión severa y en una crisis de nervios hace un par de años, episodio con el que parte You may need a murderer.

Este documental refleja la parte humana e íntima del matrimonio Sparhawk-Parker, su vida de familia, sus hijos, su fe mormona, la trágica y reconocida adicción de Alain a la droga, y como Mimi lo apoya y lo sostiene, tal como su voz baja y gruesa sostiene a la voz delgada y aguda de su marido en sus canciones. La fragilidad y la agudeza de ambos se hacen palpables, así como su pasión y determinación a la hora de tocar.

Hay partes que muestran canciones del nuevo álbum, Drums and Guns, tal vez uno de los mejores y más radicales que Low haya hecho, desde un punto de vista de su total nihilismo y de sus constantes ataques políticos. Al ver a Sparhawk cantar la canción que abre el disco, la verdad es que, uno, dan escalofríos, y, dos, se nota que el vocalista es ‘de verdad’, que no está posando, sino sacando sus tripas afuera mientras interpreta. Es realmente sobrecogedor.

Por ello, You may need a murderer se acerca a esas verdades tan íntimas que llegan a ser gigantes, como sucede, también, con las pequeñas grandes historias de Tarnation. Reflejar la realidad de estos seres en lo descarnada y compleja que puede llegar a ser, y al mismo tiempo, bella. Es una experiencia fuerte, que sacude y nos confronta con una hondura que va mucho más allá de “la banda que hace canciones bonitas”.

Low: You may need a murderer se exhibe hoy miércoles 17 de diciembre a las 21:00 en el Centro Mori Bellavista.

I Started A Joke