Informe desde Manchester: Dirty Projectors en vivo Claudio Salasoctubre 22, 2012Blog0 Comentarios Nuestro corresponsal en Inglaterra Claudio Salas regresa con un nuevo informe, esta vez comentando el show de Dirty Projectors en Manchester Gorilla, el pasado domingo 14 de octubre. Dirty Projectors se presentó en Manchester Gorilla, un nuevo bar-restaurant-venue, ubicado casi al frente del mítico Ritz , en Whitworth Street. Es como si a La Batuta la agregáramos un restaurant en la entrada. Allí, unos 150-200 parroquianos se congregaron para ver a la banda estadounidense liderada por David Longstreth. Ubicado al comienzo junto a la consola de monitoreo, puedo ver el setlist y presenciar los últimos retoques del roadie a las guitarras. Estoy en eso, cuando de pronto me sorprende ver aparecer a Longstreth junto al escenario, comentándole algo al sonidista, y luego darle unas palmadas en la espalda a un guardia que presenciaba la conversación, volviendo luego a camarines, supongo. Varios de los que estaban a mi alrededor se percataron de esta situación, pero nadie gritó o trató de saludar al susodicho. ¿No lo habrán reconocido o no daba para saludos o gritos? Probablemente lo segundo. Las credenciales de este músico estadounidense son conocidas y han sido comentadas anteriormente . Su approach a la música es más bien nerdie, y vendría a ser un David Byrne de estos tiempos. De hecho las primeras palabras que le dirige al respetable, una vez comenzado el concierto, es que vienen llegando de Osaka, Japón, recibiendo de vuelta un sarcasmo típico inglés al que es incapaz de responder más que con una sonrisa turulata, y un gesto de, sigamos con la siguiente canción mejor. Tenía mucha curiosidad por ver cómo ese entramado de sonidos, cambios, timbres y arreglos vocales que Dirty Projectors viene regalando iba a ser puesto en escena. Y la prueba fue superada ampliamente. Cohesionados, requeteensayados, siempre da gusto escuchar canciones tocadas al callo, y que suenan igual al disco. A las 9 casi en punto, aparecen. La tocata fue de menos a más y se basó principalmente en su último trabajo, Swing lo Magellan. Partieron suave, con la canción que le da el título a este álbum, y se dejaron ver algunas imperfecciones en la voz de Longstreth. Sin embargo, hay que mencionar que el tipo no tiene un pelo de tonto, y que a partir de “Offspring are blank” le saca lustre a las fortalezas que tiene: su particular estilo en la guitarra, los arreglos ya mencionados, pero sobre todo, a la banda de apoyo, y especialmente a las tres féminas que lo acompañan, que se encargan de lograr en vivo las mismas espectaculares armonías de los discos, así como encargarse del teclado, guitarra y percusiones. De hecho, en “The socialites”, de buena gana David le cede la iniciativa a Amber Coffman, quien se saca la guitarra y se toma el escenario. Mención aparte para el bajista, el mejor de la banda, instrumentalmente hablando, y que al parecer se quedó abajo del vuelo desde Japón, y acaba de llegar a UK, “Primera vez que tocamos estas canciones en esta isla”, dice Longstreth, y se mandan “Cannibal resource”, del disco anterior. En “See what she seeing” es interesante ver cómo las aparentemente insensatas percusiones de esta canción son tocadas en vivo, en una drum pad que el batero tiene al lado del hi-hat. Era la prueba final de que esto era de verdad. El turno de las guitarras viene en “No intention”, siguiendo con “About to die” y la notable “Just from chevron”. Con “Guns has no trigger”, la décima canción, recién podemos decir que el escenario y el público se prenden. Lo malo es que según el setlist, es la penúltima antes del primer bis. Efectivamente, con “Useful chamber” dicen chao, pero vuelven rápidamente para cerrar bien arriba con “Stillness is the move”, el “hit” de Bitte orca, en que Coffman hace de frontwoman una vez más. Se despiden con el público más que satisfecho, y a mí con una pequeña gran deuda: según el setlist que le copié al sonidista, ahora venía “Impregnable question”, una de sus mejores, según yo. Pero, maldita sea, comienza a sonar música envasada: ergo, no vuelven. En fin, una razón de sobra para no perdérselos la próxima vez.