Jorge Acevedo presenta la penúltima parte del Informe Primavera Sound 2012, llevado a cabo en el Parc del Fòrum de Barcelona entre el 31 de mayo y el 2 de junio.

Ya lo dijimos en el reporte anterior y como somos gente de poca imaginación, lo repetimos. El Primavera Sound es un festival inabarcable. Hay tantas bandas tocando en un espacio tan amplio, que si la mala suerte te acompaña, bien puedes peregrinar de 20 a 25 minutos a paso rápido y aun así no cumplir esa maldita fantasía melómana. Peor aún si entre medio de tu propia travesía por el desierto, se te ocurre comprar algo para beber o detenerte en un escenario intermedio, porque ahí toda la odisea se va al cubo de la basura.

Al final, el festival catalán es un espectáculo ideal para la percepción del nuevo siglo: interrumpida y fragmentada. Hecha tanto de pedazos de información, como de una alta dosis de imaginación. Un zapping mental asesino de pies, zapatillas y energías del cronista de turno. Así, mejor hablar del ambiente distendido, la temperatura cálida y las aglomeraciones en los bares, que del análisis exhaustivo de las más de 200 bandas que se dan cita el fin de semana. Porque, a menos que tengas una Pyme de periodistas o te entrenes en las artes de la teletransportación y el desdoblamiento, la empresa resulta absolutamente imposible.

Por ello, su servidor deja un firme pasado como neurótico obsesivo y les cuenta sólo impresiones generales, con el acento puesto en ciertos nombres de importancia presente y/o futura. En un par de entregas, les contaremos algunas escenas dignas de recordar, que pueden ser complementadas con los otros cientos de versiones que pueblan la web. A mayor gloria de la percepción fracturada, este es nuestro relato. Léalo hasta la mitad, linkéelo con algún otro y envíelo a la papelera de reciclaje cuando sea necesario.

Algunas historias de jueves

La primera jornada del Primavera Sound fue gratis y con poco relleno por lo demás. Así, como quien te prepara la torta con la servilleta para que te la lleves “porque no la vamos a comer toda”, en el Arc de Triomf se pudo ver gratis a The Walkmen, The Wedding Present y Black Lips. Luego de eso, el comienzo oficial el Jueves 31 en una de esas tardes bochornosas marca de casa. Extraña bienvenida a pleno sol para uno de los platos fuertes del festival: el regreso tras 12 años de Afghan Whigs con formación y repertorio clásicos (es cierto, Greg Dulli es el de las letras políticamente incorrectas, pero Rick McCollum y John Curley son los del andamiaje sonoro).

Uno podría pensar que algo de nocturnidad le hubiese venido mejor a canciones como “I’m her slave” o “Gentlemen” y un lugar más destacado en la parrilla habría ahuyentado a los curiosos que servían de contención a la fanaticada dura que se agolpaba frente al escenario principal. También podríamos pensar que a Dulli eso le importa poco (nada de expresivo el hombre en lo que no sea entonar esos versos políticamente incorrectos) si su banda suena ajustada y recoge algo del crédito que siempre se le deberá.

Ahora, si hablamos de fieles, bien podemos mencionar las actuaciones consecutivas de Lee Ranaldo y Mudhoney en el escenario ATP. Gente con décadas de aporrear guitarras y estimular la venta de camisas de franela (Ok, Lee sólo en los ’90, pero quién no), que recordaron que las jinetas nunca son gratis. El ¿ex? Sonic Youth se apareció por Barcelona a presentar el muy bien criticado Between the times and the tides, primer disco de canciones a su nombre. Venir a sorprenderse de las habilidades melódicas de Ranaldo es no haber escuchado sus destacables aportes al cancionero de la banda madre (de la que no se escuchó nada, lo lamento) y referir su maestría en la guitarra es ser ligeramente repetitivo.

Lo que presentó fue material de su disco y un buen cover de Talking Heads, suficiente para alegrar a unas 1500 personas, que se juntaron con unos cientos más para recibir a los dueños del garage de Seattle, Mudhoney. Ahí, donde Pearl Jam quieren ser The Who y Soundgarden, Black Sabbath, los autores de “Touch me, I’m sick”, sólo se acuerdan de New York Dolls y otros impresentables. Sonó la canción de marras, dijeron un par de cosas obscenas y ocuparon el repertorio que repetirán el próximo año si los invitan. Y si no te gusta, anda a ver a Mazzy Star.

Que fue justamente lo que su servidor hizo, sólo para caer rendido a los pies de Hope Sandoval. Idea nada de original si se miraba la cara embobada de los miles de asistentes que lograban atisbar algo su figura entre las luces tenues, las proyecciones hipnóticas y ese fondo de mar que inteligentemente escogieron. Si hace un par de años, el Auditori del Parc del Fòrum se silenció para ver a la vocalista con sus The Warm Inventions, lo del Jueves 31 fue la comprobación de su talento, pero esta vez con un magnífico repertorio y la presencia (suponemos) física del tremendo David Roback. Con una banda ajustada y sí, “Fade into you” (pero también “So tonight that I might see” y “Ghost of the highway”), lo de Mazzy Star fue de lo mejor de esta edición del Festival. Y de las siguientes 25, si me apuran.

Unos que venían con cartel de favoritos y dispuestos a repetir en un escenario mayor eran The xx. Dos años no serán nada en el mundo de Peter Gabriel y otros veloces de la producción, pero en una banda novel es casi media vida. Con un nuevo disco a publicarse en los meses siguientes, un Mercury Prize a cuestas, la nueva fama de su director sonoro Jamie XX y la reducción de la planilla a 3, la actuación de la banda londinense prometía. O eso pensaron las 5000 personas que siguieron la ruta de David Carradine y se instalaron en el último escenario posible.

Y uno podría pensar que salieron contentos, ya que se escucharon los hits (“Cristalyzed”, “Islands”) y adelantos de lo que se viene. La banda estuvo sólida, la voz de Romi Madley Croft impecable (aunque esa sombra alargada de Elizabeth Frasier y Tracey Thorn, aún la cubra), pero no evita la impresión de que un recinto al aire libre no es el mejor formato para apreciar una propuesta al que le vendría mejor un teatro.

Y eso que no hablamos de moverse cuál fan de David Guetta, porque los siguientes en subir al escenario Mini no serían ideales para tu playlist de fiesta. Me equivoco, porque siempre depende de lo que entiendas por celebración y lo que quieras hacer en ella. Spiritualized en formato festival (Jason Pierce, 4 infalibles músicos y un par de negras monumentales en los coros, olvídense de secciones de viento y delirios burgueses) bien podrían ayudar en algunas fiestas, aunque no apuren los tempos ni mucho menos. Aunque se olvidan de “Electricity” y otros semi-hits para privilegiar los mantras que pueblan su discografía.

No se escucharon reclamos, a pesar de la hora (comenzaron después de las 2 de la mañana) y el día laborable que venía casi a continuación. Ensimismado, pero con absoluta claridad en lo por mostrar, Pierce comenzó fuerte con el nuevo sencillo “Hey Jane”, pero fue bajando las revoluciones (no la intensidad) con “Walking with Jesus”, “Electric mainline” para terminar en la apoteosis de su mejor disco: “Ladies and gentleman we are floating in space” y “Come together”. De ahí tiró la guitarra y se fue sin decir adiós. Ni siquiera era necesario.