Fotos: Pablo Benítez

Mientras Felipe Schuster interpreta las primeras notas de su repertorio en el Club Amanda, afuera Christina Rosenvinge baja las escaleras tranquilamente junto a su staff y una fan se le acerca para sacarse una foto con ella. Los guardias reaccionan nerviosos avisando que la artista española no debería entrar por ahí.

Pasadas las 10 de la noche aparece en el escenario junto a su banda para arrancar un concierto memorable en estilo, naturalidad, elegancia y talento. La noche del jueves 26 Rosenvinge ha cogido su repertorio de más de 20 años de carrera para entregar un pop que funciona y que no necesita ser masivo, pero sí es lo suficientemente amable para escuchar placenteramente, mientras que su voz se enaltece, sonando suave, sensual y decidida.

Si bien comenzó siendo una estrella adolescente su pasado por caminos más experimentales, la han llevado a integrar otras corrientes sonoras como el noise o el shoegaze, logrando amalgamar todo en un estilo único y con personalidad bien marcada. La clave para no aburrir -a sí misma, sobre todo- es dar nuevos toques a las viejas canciones. “Esa señorita” tiene una reinterpretación medio disco con un poco de sicodelia; “Voy en un coche”, es más desganada que la original, aunque aún con el rock de base.

“Que no quiero borrachos ni locos de atar/Ningún mamarracho que me haga llorar”, canta la española en “Cuida de mí” de 1998, mientras se escucha a unas chicas en el público “este es mi himno ahora”. No, corrige la otra, “es el himno hasta los 110 años”. No importa la edad. Christina Rosenvinge escribe letras que hacen sentido a las 13 y a los 40, que hablan directo sin sonar jamás cliché. Eso tiene una gracia.

Revisa todas las fotos del concierto acá.