Lollapalooza 2015: un reporte Macarena Lavinmarzo 17, 2015BlogConciertosDestacados0 Comentarios Fotos: Rodrigo Ferrari Mira todas las fotos acá La última versión del festival Lollapalooza Chile tuvo altos y bajos. Bajo en propuestas de alto impacto (hola a lo lejos, Pharrell) y alto en temperatura, que a ratos fue demasiado agotadora. ¿Adelantar la fecha dos semanas, con respecto a los años anteriores, habrá tenido algo que ver? Lo cierto es que el el cartel de artistas como nunca generó discordia en la siempre vociferante blogósfera, para qué estamos con cosas. Algunas bandas chilenas y extranjeras se repitieron el plato, aunque también existieron buenas sorpresas como St. Vincent y Chet Faker, por ejemplo. Nunca hubo tanto anuncio de reventa ni decepción en las redes sociales. Además, dos de los gigantes del festival agendaron un concierto en conjunto: Jack White y Robert Plant. Considerando todo esto, uno se queda pensando si no era mejor hacer un festival con unas pocas bandas, que pasarse el día tratando de llenar varios espacios muertos. Sin embargo, la afluencia de público en ambas jornadas siempre fue multitudinaria. ¿Los que reclamaron fueron entonces? En este resumen del festival partimos por un muestreo de algunas presentaciones, para luego ahondar en nuestros shows favoritos. Chile Las chicas de Marineros se conocieron en la primera versión de Lollapalooza, armaron la banda y aquí estaban, arrancando el festival este 2015. En medio del show bromearon con la salida de su disco, prometido hace un año, diciendo que llegará cuando menos lo esperemos. Con una performance en que se notaba con mayor fuerza su complicidad, cantaron sus singles “Oh, oh” y “Espero”, junto a unas visuales preciosas que daban cuenta de su estética dedicada al viaje, siempre en blanco y negro. MKRNI no sólo fueron las lindas piernas de Elisita Punto -que han impactado en las redes-, sino también la forma en que ella se movía y la seguridad de su voz, que no dejaron indiferente a nadie. Esta presentación vino a ser una suerte de consolidación de MKRNI como una gran propuesta de electropop en la escena local, donde en algunas canciones se cuela el house y nos remontaba a las fiestas de fines de los ’80. Ahora con el 20% de música chilena en las radios, “Dime que sí” de su último disco Canciones debería estar en la parrilla programática de varias señales. Esta fue la segunda vez de Fernando Milagros en este festival ahora ya va en vías directas de alcanzar su masividad con un disco con singles muy pegajosos (Nuevo sol), a las que sumó un grupo de viejas canciones, más bien melancólicas e introspectivas. Por eso, el público realmente logró ser interpelado en una de ellas: “Reina japonesa”. Otro que la hizo de nuevo fue Pedropiedra, que también enfocó su show en su último disco Emanuel, con la presencia de Gepe en “Granos de arena” hacia el final. Fue uno de los que hicieron homenaje a Jorge González, quien tuvo que bajar su participación por problemas de salud, y cantó “Maldito sudaca” de Los Prisioneros, que fue tan coreada como “Inteligencia dormida”, un tema que con sólo 6 años, ya es todo un clásico. Y el extranjero Foster the People han venido ya dos veces en pocos años, encantando con su pop masificado por series televisivas (“Pumped up kids”, por ejemplo) y comerciales. como es el caso de “Don’t stop (Color on the walls)”. Lo mismo con Cypress Hill, que esta vez inexplicablemente fueron puestos en el Movistar Arena, colapsándolo (con gente y humo). La banda inglesa Kasabian, con casi cinco años de retraso desde su peak como banda, hizo lucir sus dotes de rockeros de estadio. Entre canción y canción, el vocalista demostraba su emoción intercalando palabrotas en su discurso de felicidad por estar en Chile. “Praise you” de Fatboy Slim sirvió de introducción para “Lost soul forever”, algo que vienen haciendo durante todo el último año en sus presentaciones. Alt J, en contraposición a los mencionados anteriormente, fue pura novedad, con un disco destacado del 2014, All is yours. Entre su público, se notaba mayor presencia de extranjeros, quienes corearon la romántica “Matilda”. Una bella propuesta de pop elegante, luminoso, en que las armonías de voces entre Joe Newman y Gus Unger-Hamilton, fueron un bálsamo para el calor insoportable. Igual que Chet Faker, otro de los imperdibles del año recién pasado. Con su voz prodigiosa, desarrolla un soul reciclado de la mejor manera. Sin pretensiones ni sin orquestación clásica, es esta voz la que se destaca en canciones como “Gold”. No se necesita más. Ahora lo mejor El de St. Vincent fue el show más excepcional de los dos días. Si alguien quiere saber el origen de una buena performance, tiene que estudiar su presentación. Se puede tocar bien y entretener al público haciéndolos corear, pero otra cosa es hacerse cargo de un personaje, tomar una máscara (al sentido griego) y desdoblarse. Es lo que hizo Annie Clark, la dueña de la música en el 2014, quien sube las apuestas en cada disco, quien tiene la crítica a sus pies y que está aquí en la cúspide de su carrera. Fue un verdadero lujo. Apareció con sus medias negras de El Acertijo y los ojos pintados verdes, combinando con su guitarra para comenzar con “Bring me your loves”, haciendo de inmediato una coreografía simulando un maniquí. Aunque fue un concierto dedicado a su reciente homónimo disco, hubo espacios para sus canciones más antiguas como “Cruel”, con el mejor riff posible, rítmico y pegajoso e introduciendo unas melodías vocales que remitieron a música incidental de película cincuentera. Además de esa voz que hipnotizaba y los movimientos robóticos estudiados como parte de su personaje, debemos sumar su virtuosismo en la guitarra. Pero a diferencia de esos guitarristas virtuosos de vieja escuela, que iban encaminados al blues, al rock progresivo o a la sicodelia, St. Vincent se dirige a la reconstrucción de las estructuras melódicas, creando algo fuera de lo común, cosa que también termina hipnotizando. El broche de oro fue la interpretación de “My lips are red”, cuando bajó al público y le pasaron una camiseta con su rostro dibujado. Miró hacia adelante y dijo “Esta soy yo”; simuló dispararse en la sien y luego cayó estrepitosamente. Luego se reincorporó para terminar su show con la distorsión más absoluta. El rock está aquí: descontrol, rebelión, ruptura. Gracias, St. Vincent. Con Jack White, siguió en la distorsión. Pero aquí era una sobredemostración de la dominación de la guitarra eléctrica. Quien lideraba White Stripes, The Raccounters y Dead Wheater debutó en solitariole la primera noche de Lollapalooza. Se paseó entre el rock más abultado de su última producción Lazaretto, con la ayuda de un batero fuera de serie que tocaba más parado que sentado con una fuerza sin igual. Pero no todo fue rock pretencioso. Lazaretto es un disco de despecho, por lo que vinieron sentidas canciones como “Temporary ground” que cantó junto a Lillie Mae, siguiendo la tradición country folk de Estados Unidos. A eso sumó la interpretación de “Hotel Yorba”, más cercana a su versión original, con guitarra de palo, y además cantó un cover del héroe Hank Williams, “You know that I know”, acompañado también del clásico lapstill y un violín. Le siguió una versión algo distorsionada de “I know that we are going to be friends”, una belleza de canción del repertorio de White Stripes, que ha hecho un número obligado en sus últimos conciertos. Tradición y novedad, es algo que conjuga bien este Jack White. The Specials llegaron 30 años tarde y unos diez minutos fuera de tiempo, pero qué más da. La fiesta la hicieron igual y fue de los shows más entretenidos y catárticos de Lollapalooza. Con el mejor ska, y su toque propio que nos hacían respirar Londres y aquellos años dorados setenteros. Al poco andar se lanzaron con “Monkey man”, un clásico de Toots and The Maytals, con la que nadie se libró de bailar y reírse de puro contentos. Es una labia social que no se enreda, tan propio de los mejores años del punk. “Concrete jungle” sonó tan apropiada para la fauna atestada frente al escenario, donde pululaban pelos semi-canosos y chicas aparecidas con coronas de flores sin entender lo que sucedía, derritiéndonos en ese pavimento caluroso, a más de 30 grados. También hubo espacio para la arábica y misteriosa “Ghos Town”. Siguieron “Doesn’t make it alright” o “Stereotype” y finalmente el himno “A message to you, Rudy”. Todas las canciones tienen esa simplicidad en su lírica que tanto se echa de menos, no porque escribir letras directas se haya acabado, sino porque The Specials saben hacerlo de manera inteligente. Los neoyorquinos Interpol volvieron a Chile para cerrar una jornada algo floja de una manera brillante. La banda comenzó sonando bien fuerte (pero nunca tanto como Calvin Harris, que dicen se escuchaba hasta en Providencia), con dos de las canciones del disco con el cual está girando: El pintor. Son oscuras como las de antes y herederas del post punk inglés de fines de los ’70. Incluso pueden sonar frías, estudiadas, y trágicas, pero la verdad es que no hay más que belleza que verlas apareciendo cada vez con mayor profundidad. Así fue imposible no rendirse ante clásicos como “Rosemary”, que tiene tres estructuras melódicas y velocidades en la misma canción; o “Pioneer to the falls”, una canción con una tristeza latente en su interior y que no terminaba de sorprender. Otras irresistibles fueron la nueva “Everything is wrong”, en que la guitarra iba haciendo rápidos zumbidos asemejándose al sonido de una mandolina italiana; y “NYC” que en tono de balada Paul Banks le hace un homenaje a la gran manzana, tanto por su suciedad y como por acogerlo. Así podríamos seguir con todo su repertorio, y es imposible decidir por alguna favorita. También le agradecemos al Parque O’Higgins por soportar a estos fans hasta tan tarde un domingo de marzo. Mira todas las fotos acá