Maca Lavín repasa los puntos tratados en un encuentro en torno a la Educación Musical en Chile llevado a cabo en la Universidad Alberto Hurtado, referente a un escenario triste que se dio a conocer en julio pasado: la reducción de las horas de música en el segundo ciclo básico.

De partida, es inaudito tener que explicar el valor de la música al ministerio de Educación. Pueden creer que las clases de arte y música son inútiles comparadas con las de lenguaje y matemáticas, primordiales a la hora del entrenamiento para el SIMCE o la PSU. Sin embargo, todo eso es debatible y es lo que se conversó el miércoles 11 de enero en la Universidad Alberto Hurtado en la Jornada de Educación Musical “Hacia un Consenso Nacional por la Música y la Educación Musical”.

El contexto es el siguiente: a fines de julio de 2011 se anunció el decreto de ley 1363 sobre el currículum escolar desde 5to a 8vo básico. Entre sus cambios plantea que se le dedicarán menos horas para las artes visuales y musicales en su conjunto durante el segundo ciclo básico, es decir sólo dos horas para 5to y 6to y tres horas para 7mo y 8vo. A mediados de los ‘90 se comienza a entender la música ya no como arte, si no que como parte de la cultura. ¿Y ahora? Como se les plazca, la obligatoriedad de este ramo queda a la conveniencia de cada establecimiento.

Como el decreto 1363 dice que los subsectores de artes pasan a ser optativos, un proyecto educativo puede evadir las “artes musicales” y cambiarla por chino mandarín, inglés, danza o teatro. Por eso la académica y doctorada en la Universidad de Salamanca, Ana María Sepúlveda, propuso en la jornada los desafíos del sistema escolar: 1. Hacer un programa que tenga a música como materia esencial con el tiempo y el espacio que se requiere. 2. Recuperar la naturaleza integral de esta asignatura en la cual se pueda crear, leer, investigar, cantar, danzar y tocar instrumentos. 3. Perder el miedo al cambio.

Sandra Rojas, una de las socias que fue a representar Promus (Asociación de Profesores de Música de Valparaíso) comentó que se solía encontrar con comentarios como “para qué va a haber música con todos los conciertos en vivo que hay ahora”, a lo que ella refuta con que “si la mayoría sabe cómo manejar un notebook, para qué tener educación tecnológica; que si entonces ahora todos hablan y conversan, para qué tener castellano; y si ya todos saben sumar para qué vamos a tener escuela”. Esta asociación además llamó a la acción: está realizando una campaña que consiste en sacarse una foto con un cartel que diga: “No al decreto 1363”, mandárselos a su correo ([email protected]) y así conseguir su derogación.

Al menos la asistencia de más de 70 profesores de música no se quedó en las quejas a puertas cerradas, porque las conclusiones de la jornada quedarán plasmadas en una carta o manifiesto sobre las implicancias de la Educación Musical para que el Ministerio la considere como un derecho. Porque tal vez entender la música como arte, lleva a las autoridades y algunos profesores a pensarla como algo abstracto, teórico e incluso inservible.

Pero hay que tener en cuenta que el hombre desde sus orígenes la ha usado como un medio de expresión, que utiliza la música para los ritos, celebraciones, su vida diaria. Probablemente no todos piensan que la música es un aporte para la educación y que si se enseña en un programa integral con los demás ramos, tiene más beneficios que desventajas. Ayuda a la expresión, -algo inherente al ser humano biológicamente-, a la concentración –para sacarse mejores notas o puntajes en las asignaturas, el SIMCE y la PSU. Uno de los profesores que asistió a la jornada ya lo comprobó en el sistema público. ¿Tenemos que seguir argumentando?