Pavement
21 y 22 de noviembre. 2010.
La Trastienda. Buenos Aires

Stephen Malkmus se pone la guitarra y lo primero que hace es improvisar una marcha fúnebre. Durante el resto del -se supone- último show de Pavement, apenas intercambia miradas con Spiral Stairs y se ve mucho más cansado que en el show que dio la noche anterior en el mismo lugar. La efervescencia del público tampoco es la misma, ni menos la cantidad (no más de 400 personas para la segunda noche). Pavement termina su gira de reunión en Buenos Aires y todo indica que no habrá una segunda parte.

Pavement demostró en los 90s que se podía ser amateur y salirse con la suya. Qué esa actitud de “todo me importa una mierda” podía ser un estilo de vida y que pese a tener una capacidad asombrosa para los estribillos pegajosos, también podían ser lo suficientemente obtusos para no convertirse en estrellas de rock alternativo. Porque los discos de Pavement siguen sonando pop, pero también raros. Tampoco han tenido a algún director de cine que le ponga su canción en el momento clave para que encanten a una generación más joven y ninguna banda fundacional los cita como clave para la evolución de su sonido. A lo más fueron saqueados por Weezer, pero ya vieron como terminaron unos y otros.

Entonces, Pavement en La Trastienda. Local para no más de mil personas en donde se puede ver bien el escenario casi desde cualquier parte. Modesto si se considera que en un principio se agendó en el Luna Park, coliseo que multiplica varias veces la capacidad de este. Aún así, existe un sentido comunitario entre los asistentes que intuyen que la historia se termina. Por eso no hay que guardarse nada y es imperativo saltar y gritar las letras y registrar todo en smartphones. Todo termina aquí. El indie rock (cuando “indie” significaba eso) ha muerto.

Y Pavement amenizó su propio funeral con un set que mezclaba los temas más reconocibles (“Range life”, “Cut your hair”, “Stereo”, “Shady Lane”) con canciones algo más rebuscadas (“Box elder”, “Shoot the singer”) y respetando casi siempre las versiones de estudio. Se sinceraron al incluir más material de sus primeros discos y, sumadas las dos noches, se puede afirmar que fue una fidedigna representación de su díscola carrera. Tampoco se esforzaron mucho en tocar perfecto, para qué. Bob Nastanovich interpretó su papel de Bez (aportando algunas innecesarias segundas baterías, tocando fuera de tiempo el pandero y gritando al borde del escenario cuando se requería) y sólo Steve West (batería) con Mark Ibold (bajo) conservaron cierta prestancia rockera. Spiral Stairs ocupó su rincón del escenario como si estuviera tocando solo y Malkmus, en el otro extremo, trató de no robar protagonismo a nadie, incluso aplaudiendo desganadamente las pocas canciones que él no cantaba.

El final, con el sonidista y los roadies tocando con el resto del grupo sobre el escenario, como si estuvieran en la sala de ensayo, fue para ellos. Ya no importaba nada más. Si este fue el último show de Pavement, tenía que ser en sus propios términos. Como lo hicieron siempre, por lo demás.

Foto: Persi Music.