Pequeño circo: una historia del indie español Super 45agosto 21, 2015BlogDestacados0 Comentarios Seguimos con nuestra serie de columnas sobre la actualidad de la escena independiente española escritas por Daniel Hernández, fundador del sello Federación de Universos Pop (FUP), organizador del Santiago PopFest y encargado de prensa de Sudamerican Records. En esta entrega Daniel nos habla del libro Pequeño circo de Nando Cruz, que relata los inicios del indie en España. La aparición del libro Pequeño circo (titulado como el primer EP de Sr. Chinarro) escrito por el periodista musical Nando Cruz y publicado por la interesantísima editorial Contra, ha supuesto un punto de reflexión sobre la escena independiente española. Bueno, hay que matizar, no tanto sobre la independencia musical española, que se remontaría a finales de los ‘70 al inicio de la llamada Movida, como a la segunda generación de independencia musical en España, a la que se conoció, genéricamente, como “el indie”. Definir qué es el indie en España es tan complicado como hacerlo en otros lugares o cualquier otro estilo. ¿Qué es el punk? ¿Qué es el pop? ¿Y la música electrónica? Hay tal cantidad de matices y estilos dentro de un nombre homogéneo, que acotarlo parece poco menos que labor suicida. A través del formato de historia oral (a la manera del “Por favor, mátame” de Legs McNeily Gillian McCain sobre la historia y orígenes del punk) en el que muchos, en este caso más de 100 personajes claves, van dando su opinión y se construye el relato entremezclando voces, vamos descubriendo los orígenes con una difusa prehistoria años antes de que nadie denominase a lo que estaba pasando indie pero que ya compartía las características esenciales de lo que se iba preconfigurando, y nos vamos moviendo por las diferentes escenas locales (Gijón, Donosti, Granada, Sevilla…), en las que cada cual tenía unas características diferenciadas: unas eran más de clase media, otras más desahogadas, en unas había compromiso político y en otras simplemente este no interesaba. En unas el idioma reinante era el inglés (en general en la mayoría) y en otras el español. El porqué de estas cuestiones se va descubriendo en voz de los protagonistas. Aunque el autor del libro no tiene voz definida la elección de los entrevistados, el peso que da a cada uno, la forma y orden en las que coloca las opiniones y la decisión editorial de estas deja muy a las claras su posición absolutamente crítica a 25 años vista de aquello. Parece que hay cierto consenso en todas las opiniones (las contenidas en este libro y en otros estudios sobre el fenómeno del indie en España) que dura desde los primeros ‘90 hasta el año 98. La fecha de inicio es poco concreta, unos lo adelantan al año 88 (con bandas pioneras como Surfin’ Bichos, Aventuras de Kirlian, Sex Museum o Los Bichos) y otros lo retrasan hasta 1992, año de la gira denominada Noise Pop 92, en la que las bandas Penelope Trip, El Regalo de Silvia, Usura y Bach is Dead recorrieron diferentes ciudades de la geografía española, mostrando lo que estaban haciendo y sirviendo de inspiración para muchos de los asistentes. Algo que parece tan irrelevante y poco significativo en teoría, se convierte en un momento fundacional. Entre los asistentes a alguno de esos conciertos hay gente de bandas como Los Planetas o Sr. Chinarro, Nacho Vegas, fanzineros que al poco pasarán a revistas como Rock de Lux, como es el caso de los miembros del fanzine Malsonando y personas que se deciden a montar sellos o promotoras de conciertos tras esta experiencia, para buscar música como a la que habían asistido. Salvando las distancias sería como el concierto de Sex Pistols en Lesser Free Trade Hall en Manchester que sirvió de inspiración vital para formar bandas u otros proyectos musicales entre los asistentes, entre ellos futuros miembros de JoyDivision/New Order, Buzzcocks, Smiths, TheFall o hasta el mismo Tony Wilson, que fundaría el sello Factory dando cobijo a la mayor parte de lo más interesante de la música de Manchester en los siguientes años (por supuesto antes de la llegada de Oasis). Algo así pasó entre muchos de los asistentes a alguna de las fechas de la gira del Noise Pop 92. En el libro se ve muy claro el espíritu inicial de ir todos a una en la escena, de colaboración, entre sellos pioneros como Elefant, Subterfuge, Munster, Acuarela, Jabalina, o medios de comunicación apoyando la incipiente escena como Rock de Lux, Spiral o Radio 3; multitud de fanzines a lo largo de todo el país que servían de medio de difusión principal ante la desidia de los medios generalistas que no se estaban enterando de nada de lo que ocurría, y las propias bandas que organizaban conciertos en diferentes lugares a los que invitar bandas de la otra punta del país en un esfuerzo de que todo lo relacionado con el movimiento indie saliera adelante. Muchas de esas iniciativas pasaban por la persona clave de toda esta historia que es Luis Calvo, fundador de Elefant Records, del festival de Benicasim, de la revista Spiral, de la sala Maravillas y también locutor del programa de radio Viaje a los Sueños Polares que, desde los 40 principales, sirvió de altavoz para llegar a muchísima más gente música muy poco accesible en ese momento. Si la fecha de inicio es algo difusa la del fin de lo que se conoce como indie parece más definida. Entre el 97 y el 98 confluyen una serie de factores que entierran el espíritu del indie y pasa a ser otra cosa. Que mucha gente sigue llamando indie pero que es otra cosa diferente al espíritu e intenciones iniciales. Como hay gente que llama emo a Tokio Hotel y My Chemical Romance, cuando otros se habían definido emo con los discos de Sunny Day Real Estate o American Football, cuando alguien habla del indie español es más que probable que no esté hablando de ese que termina entre el año 97-98. Los símbolos más relevantes del final de la era del indie que confluyen en esos años son la separación de alguno de los grupos pioneros e iniciadores del mismo (Penelope Trip, Le Mans, El Niño Gusano), la reformulación del Festival de Benicassim a partir del año 98 con cambio de recinto, crecimiento exponencial y una línea artística más abierta tratando de convocar un público menos de nicho. Pero los dos factores simbólicos más potentes que ocurren son, por un lado, la aparición de una serie de bandas que usan el español como idioma para cantar (hasta ese momento era residual), con influencias que no desprecian el pasado del pop español a diferencia de los grupos de los anteriores años (por ejemplo el pop español de los ‘80 era tabú entre los grupos indies) y un espíritu mucho más liviano. Esto es lo que se denominó tonti-pop encarnado en bandas como Meteosat, La Casa Azul, Niza o el grupo más importante del movimiento como fue Los Fresones Rebeldes gracias a su éxito “Al Amanecer”. Y el hecho final que certificó el final del indie es el descomunal éxito de una banda llamada Dover y su disco “Devil cameto me”. Editado por Subterfuge, una de las discográficas iniciadoras del indie, ese disco fue capaz de vender medio millón de discos cantando en inglés, con una música de raíz grunge (que tampoco se identificaba con los sonidos del indie inicial mucho más cercanos a Sonic Youth, Pixies, Lemonheads o Pavement) y traspasar las barreras mediáticas convirtiendo a la palabra indie en el adjetivo de moda en la prensa generalista. Los anuncios televisivos querían su canción indie, los ayuntamientos querían su festival indie, las marcas ya no se interesaban en Alejandro Sanz sino en tratar de buscar a la nueva sensación indie. Y claro, lo que hasta un poco antes era casi un secreto de unas cuantas miles de personas en un país de más de 40 millones de habitantes, se convirtió en una etiqueta de moda vacía de contenido. Un poco como cuando en el indie inglés, el que venía de los fanzines y sellos como Creation, Cherry Red, Damaged Goods, Sarah Records y otros fue travestido y se comenzó a denominar música indie a esa maniobra empresarial calculada que se llamó Brit-Pop. Algo así pasó en el indie español perdiendo la inocencia y comenzando a luchar cada cual por su lado su trozo de pastel y por el dinero que, por primera vez, existía en la escena indie. El libro es voluminoso (casi 1000 páginas) pero el formato es ameno (yo tardé apenas 4 días en terminarlo) y las anécdotas sobre héroes (Josetxo Ezponda de Los Bichos, Sergio Algora de El Niño Gusano o Josetxo Anitua de Cancer Moon) son enternecedoras y las de los villanos (aquí cada uno puede elegirlos, casi siempre motivadas por asuntos monetarios) son esclarecedoras. Una más que recomendable lectura tanto para aficionados a la música española, como para gente metida en el aspecto de negocios de la música independiente. Estoy seguro que los que se dedican a la música independiente en Chile, bandas, sellos, managers, productoras, periodistas, incluso el público… se verán reflejados en muchas de las historias que se cuentan aunque sea en un contexto y una época diferente.