En blanco y negro, este documental cubre la actuación del grupo de art rock y avantgarde Sonic Youth en una pequeña ciudad de Estados Unidos. La banda de Nueva York es presentada a través de entrevistas tras el escenario que se intercalan con canciones. La cinta mantiene una estética coherente con el sujeto que trata, un perfil de este grupo de culto en un momento determinado (su concierto en Reno el 2006).

Con más de 25 años de carrera, Kim Gordon, Thurston Moore, Lee Ranaldo y Steve Shelley se ven maduros y sólidos. La banda que emergió de las aulas de una escuela de arte en NYC dice mantenerse viva gracias a la falta de excesos y abusos por parte de sus integrantes, y dedicarse por completo a lo que mejor saben: hacer del rock una forma de arte.

Si ‘Gila Monster Jamboree‘ mostraba a la banda en plena ruptura underground en los ochenta (disonancias, repeticiones, ruidismo y un implacable Bob Bert en las baquetas), y ‘1991, the year punk broke‘, a la misma entidad en un contexto de rock de estadio junto a Nirvana, ‘Sleeping Nights Awake‘ captura a cuatro personas que han desarrollado un oficio de excelencia y que han basado en ello su vida (en varios momentos aflora su intimidad, en particular la de Kim, Thurston y su hija Coco).

En cuanto a molde, lo expuesto en la película se acerca mucho al espíritu de Experimental Jet Set, Trash and No Star (1994, Geffen). Es decir, pasada la embriaguez farandulera de trabajar con el establishment en Dirty(1992, idem), la banda se embarca en una experimentación de sonidos, estructuras, timbres, atmósferas, tensiones y asociaciones libres. Es aquí cuando su estilo se define a cabalidad, y no variará en ninguno de los discos que siguen, desde ‘Washing machine (1995, id.) hasta ‘Rather Ripped(2006, id)’.

Sonic Youth en esta cinta sabe sonar pop (en el sentido más cercano a Warhol), y probando siempre nuevas formas con mucha clase. Lo suyo es la catarsis a través del sonido, la hipnosis a través del trance. Temas más movidos como el ‘hit’ 100% se alternan con canciones introspectivas y atmosféricas. Resulta simpático descubrir que el bajista, puesto donde uno esperaba encontrar al talentoso Jim O’rourke, es nada menos que Mark Ibold, quien tocaba las cuatro cuerdas en Pavement. Es grato, también, oír temas antiguos como Shaking Hell, de su primer álbum.

Música para amantes del diseño en sonidos, con más de un concepto por tema, ya sea serialismo, surrealismo, Fluxus, futurismo, beatnick, cut up, arte por el arte, expresionismo abstracto, cada pieza es en sí una obra contemporánea, y lo mejor, sin perder un ápice de cercanía o emocionalidad, al contrario, son la base de este magma que suena tan intenso y cada vez mejor según pasa el tiempo.