Fotos: Rodrigo Ferrari

Qué la sicodelia venga de vuelta en la música independiente, no es ninguna novedad. Lo que sí parece novedad es que, además de calcar viejos estilos musicales y técnicas de grabación, esta neo-sicodelia no consiga transmitir las mismas sensaciones que antaño. Al menos esa la impresión que dejó la llamada “cumbre sicodélica”, la cual reunió a los nacionales The Holydrug Couple y Föllakzoid, con los neoyorquinos Psychic Ills la pasada noche del 28 de junio.

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Mientras el último acorde de The Holydrug Couple (quienes se presentaron como cuarteto) reverberaba en la Ex-Oz, los bostezos y los múltiples comentarios acerca de la falta de energía en la música de la banda, parecían marcar la tónica de su presentación. No es que The Holydrug Couple hayan hecho un mal show -por el contrario: cada canción fue ejecutada de manera impecable- sino que bajo esas capas de distorsión, la banda diluía cualquier atisbo de “despertar sensaciones”, una característica inherente de la música sicodélica y que acá pareció ser dejada de lado.

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Föllakzoid, por su parte, empezó con el pié derecho: sacudiendo la modorra del público, los primeros minutos del cuarteto sobre el escenario, fueron ruidosos, furiosos y expansivos por partes iguales. Sin embargo, a medida que profundizaban en los aspectos más oníricos del krautrock, Föllakzoid olvidaban que este género contaba con un factor lúdico, que permitía equilibrar el sentido cósmico de la música con su carácter popular. Por lo mismo, el cierre de su presentación volvió a sumir en el letargo a gran parte de la audiencia que, en ese momento, estaba más preocupada de hacer la fila para comprar alcohol y no de las interminables jams de Föllakzoid.

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La noche cerró con la presentación de Psychic Ills. Se suponía que, con los años de experiencia de los neoyorquinos sobre las tablas, su show iba a ir de menos a más. Pero sucedió exactamente lo contrario. Y es que, tras dos horas de etéreas jams, los ánimos no estaban para otra dosis más de rock sesentero. Si bien, al principio de su presentación los neoyorquinos se mostraron más intensos (más cercanos a la furia musical de Sonic Youth), los 90 minutos que estuvieron sobre el escenario se hicieron eternos. Las voces flotantes, el delay alargado hasta el extremo y las múltiples capas de acordes, hicieron mella en el estado de ánimo del público, a quién se veía conversando animadamente, fumando en el exterior del recinto o sentado en las escaleras.

Al término de su presentación, un colaborador de este sitio comentaba que hace 40 años, este show habría sido perfecto. Pero ahora, cuando nuevos estilos musicales prometen una apertura sensorial mayor y mucha más emoción, esta neo-sicodelia solo entrega dosis de nostalgia para la música actual. Y un panorama, a su pesar, muy conservador.

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