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Hacer una crítica estrictamente musical del último disco de Radiohead le haría un favor mezquino a lo que hay dentro. Porque para los deterministas, lo de los ingleses es un puntapié en la mesa que estaba por venir y que era producto del cauce irremediable de las cosas. La demostración final, en definitiva, del nuevo orden de esta nueva economía del youtube y del myspace. Para los otros, más prudentes o si se quiere timoratos, no es más que un experimento que neo hippies que se permiten dar, gracias a ser una banda de primera línea, para en unos meses dar el asalto a un sello multinacional que distribuya su disco en formato box-set.

La cosa es ciertamente más compleja pero no menos entretenida.

A pesar que no tenemos, y al parecer tampoco tendremos en el futuro, cifras oficiales respecto de las descargas del disco In Rainbows, han trascendido a lo menos tres: a) que sólo en la primera semana han vendido más de 1 millón de discos; y b) el precio promedio pagado por quienes descargaron el disco iría entre 5 y 8 dólares norteamericanos, a pesar de poder pagar cero; c) sólo en el primer día de venta, se descargaron más de 240.000 copias desde las redes Bittorrent, lo que supuso alrededor de 500.000 descargas sólo en la primera semana .

Para hacerse una idea de lo que implicarían estas cifras, según Billboard el número uno indiscutido en ventas la semana pasada es el último disco de Bruce Springsteen, que ha vendido 335.000 copias. Más aún, el anterior disco de Radiohead, titulado “Hail to the Thief”, de 2003, llegó a vender 300.000 unidades en la primera semana; “Amnesiac”, 231.000 copias en 2001; y “Kid A” 207,000 en 2000, según cifras de la industria. Lo interesante es que esto no se trata solamente de cifras de discos vendidos. Lo que salta a la vista es, además del impresionante número de discos vendidos, es la torcedura de nariz que supone a cómo ha funcionado el negocio de la música en los últimos ochenta años, desde la masificación del fonógrafo y la radio:

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Como he comentado más de una vez, el derecho de autor se adapta siempre a los cambios en los medios de distribución. La aparición y masificación de Internet ha supuesto un cambio radical a las viejas y oscuras formas mediante las cuales la música, en este caso, llegaba hasta un consumidor final. Elementos que demuestran lo anterior son el aumento sustantivo de la venta de música en formato digital, la aparición de tiendas virtuales como iTunes o eMusic, que venden lo que el amante de la música en definitiva busca. La caída de la venta de los discos compactos no es sino el corolario de una muerte anunciada hace años.

Además de lo anterior, en el mundo analógico -léase pre Internet- los que menos ganaban con la venta de discos eran los propios músicos. Resulta paradójico revisar las cifras que muestran que en promedio los músicos reciben menos del 8% del precio final que pagamos en las tiendas. Pero a pesar de eso, hemos visto a Keko Yunge aplastando discos piratas sobre una máquina y rogándonos que no matemos la música:

“Encuentro ordinario, de mala clase, que la gente, en especial la que tiene más recursos, se tiente con ahorrar a costa de los creadores. El argumento que se escucha es que gracias a los piratas, las personas modestas pueden tener acceso a la música. ¿Por qué, me pregunto, la música y las manifestaciones culturales deben ser gratis? ¿Por qué se hace esa diferencia con todos los demás productos y servicios? No entiendo. Es una conducta poco civilizada. Es reírse de los artistas???

En este mundo de Bilz y Pap, vemos también a Denisse Malebrán defendiendo un impuesto que, según ella, debiéramos pagar cada uno de nosotros por ilícitos que cometen otros y que no está bien que descarguemos su música gratis.

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Más aún, es un hecho comprobado que los músicos -sí, esos por los que finalmente usted está pagando el precio del disco o de la entrada al recital- ganan no con la venta de discos sino que con los shows. Sin ir más lejos, según Pollstar, el año pasado el público compró 37.9 millones de tickets para espectáculos en vivo para asistir a los tours de los 100 conciertos más importantes, en un aumento de un millón comparado con la cifra del año pasado. En el caso de los shows, el beneficio va directamente hacia los artistas, no estando por tanto limitados al escuálido 6 u 8 porciento acostumbrado.

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Por eso lo que sucede con Radiohead suena tan bien. Como explica Eduardo Porter en el New York Times, si tenemos un producto por el que podemos pagar lo que queramos, obteniendo idénticos beneficios, pues entonces la respuesta razonable desde el punto de vista económico es que no paguemos por él. Que lo descarguemos, en este caso, gratis. Pero lo que demuestra el experimento de Radiohead, es que existen casos en los que las impecables reglas económicas no siempre dan respuestas lógicas o es que efectivamente en algunas circunstancias no respondemos a reglas racionales. Según algunos, más de un tercio de quienes descargaron el disco lo hicieron gratuitamente. Otros pagaron más de setenta dólares por lo mismo. ¿Para gratificar a la banda por la iniciativa? ¿Como premio por hacer algo realmente independiente? ¿Porque de esta forma están generando una nueva economía?

Como quiera que fuese, este es un negocio, como dicen los economistas, o un juego win-win. Todos ganan. Los músicos, porque en lugar de recibir porcentajes escuálidos, reciben ganancias netas. El público, porque consigue la música que quiere, en un formato legible y prácticamente universal, y sin odiosos sistemas de DRM.

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Permítanme concluir con un par de reflexiones adicionales. Michael Calore, en Wired, tiene un punto. En su artículo, ilustraba lo complicado que le resultó descargar el disco desde el sitio oficial el día del lanzamiento. Ante su impotencia, visitó los conocidos The Pirate Bay o Mininova y con tres clicks y menos de cuatro minutos ya tenía el disco en su computador. Claro, porque a pesar de poder ser conseguido gratis en el sitio de la banda, estos trackers de Bittorrent contaban con la no despreciable suma de más de 500 seeds para el álbum, superado sólo por los todopoderosos Kanye West y Foo Fighters. Pareciera ser que la gratuidad del producto final no es igual a gratuidad en redes P2P. Existen costos de oportunidad sumergidos, como el proceso de registro o tener tarjeta de crédito, que hacen muchísimo más simple recurrir a las redes P2P de siempre para conseguir el mismo resultado.

Por otro lado, dado que las estadísticas de ventas de discos en el mundo las manejan los sellos y sus agrupaciones, es claro que In Rainbows no aparecerá en ningún chart y no recibierán disco de oro ni de platino. Para graficarlo mejor, según Google Trends, el país donde más se buscó la palabra ‘radiohead’ la última semana, no fue ni en Estados Unidos ni algún país de Europa. Fue en Chile, el mismo país donde premiaron a ??lvaro Henríquez con “disco de oro digital” (?) por las 7.500 descargas de canciones de Los Tres.

En una industria que quiere comprender el fenómeno digital con las reglas del pasado, las redes sociales hacen su propia tarea y Last.fm es el eslabón perdido. Mientras para la industria y nuestras anquilosadas normas de derecho de autor un gran porcentaje de nosotros es considerado pirata y delincuente, llenamos teatros y estadios para ver a nuestros artistas favoritos. Cuando los charts y rankings le dan la espalda a la apuesta de Radiohead, la estadística de Last.FM sobre lo más escuchado la semana pasada es lapidaria. Mientras Kanye West y la maquinaria industrializada suma 45.073 pasadas de su hit Stronger, en los diez primeros lugares de lo más escuchado están los diez tracks del disco de Yorke y compañía, sumando casi dos millones de pasadas por los reproductores de música de los internautas del mundo.

Mientras la industria sigue sacudiéndose del porrazo que implicó la irrupción de Internet, y sigue llenando de demandas a quienes bajan música gratuitamente, Radiohead y las nuevas generaciones avanzan en una carretera paralela y a alta velocidad a un lugar que todavía no sabemos cual es. Pero de lo que estamos seguros, es que todos ganaremos.

Artículo original en Quemarlasnaves.net