Mañana se cumple una década desde que se celebra el Record Store Day. Lo que nació como una quijotesca idea para preservar la cultura de las tiendas de discos (versus las grandes cadenas) hoy es uno de los eventos más importantes de la industria de la música.

El panorama en 2017 es muy difícil de imaginar diez años antes. Las grandes cadenas casi han desaparecido, ciertos artistas están haciendo (algún) dinero gracias al streaming, el formato vinilo sigue subiendo sus ventas cada año y hasta existen varias voces argumentando en contra de una iniciativa que hace temblar billeteras de melómanos alrededor del mundo.

Cada año más países se van sumando a la campaña con lanzamientos especiales, se nombra un embajador de alto perfil para promover las actividades (este año fue St. Vincent) y se suman artistas mainstream para entusiasmar a más público. En Santiago, disquerías como Needle y Sonar se han sumado desde hace varios años vendiendo algunas de estas ediciones especiales, aunque la iniciativa local todavía sigue sin prender oficialmente.

¿Pero por qué es importante preservar la cultura de las tiendas de discos? Porque esos espacios siguen siendo el mejor lugar para compartir y aprender de música. En nuestro país se ha escrito sobre lugares casi mitificados como Fusión, Background, Zëbehn Discos o Extravaganza!, por nombrar algunos. Todos quienes fueron (fuimos) habitués tienen historias sobre cómo conocieron tal o tal disco, sobre cómo descubrieron ese eslabón entre dos grupos que parecían irreconciliables. Pero sobre todo el recuerdo más entrañable fue compartir con pares, con gente que pese a no tener siempre gustos similares estaba motivada por el mismo amor a la música. Sin ir más lejos, Super 45 debe su existencia a dos disquerías de Providencia donde nos conocimos con Boris y Arturo.

Con el paso de los años el acceso a la música ha cambiado de manera espectacular. Las plataformas como Spotify o Apple Music dan acceso al 90% de la música ¡del mundo! sin mayor esfuerzo que escribir un nombre en el buscador. Por supuesto que esto es algo positivo. Aquel tiempo en que algunos se creían superiores a otros porque poseían tal o tal catálogo ya quedó relegada a una curiosidad histórica y hasta inverosímil. Aun así, el contacto personal y el hecho de comprar un soporte físico es algo que no puede desaparecer de la cultura de la música. Sobre todo en el mundo independiente donde cada inversión siempre sale del bolsillo de alguien y cada retorno también llega a alguien que quizás conoces.

Las personas que hoy tienen la loca idea de vender discos probablemente van a hacer muy poco dinero con eso, por eso se diversificarán a accesorios y todo aquello imaginable que es parte de una tienda de discos en la actualidad. Es una realidad compleja también para aquellos que se dedican a editar discos locales. En cuanto conozcas a alguien que tiene o haya tenido un sello independiente, pregúntale en que parte de su casa están todos los discos que no pudo vender. Con la perspectiva del tiempo claro que es fácil pensar que era LÓGICO que tal artista no iba a vender ni 100 copias, pero en el momento parecía la mejor idea del mundo fabricar 500 y quedarse pensando si no debieron ser 1000.

El precio de las entradas de shows independientes casi no ha variado en 15 años en Chile. Y todavía seguimos reclamando por pagar. Pero el costo de la vida en nuestro país sólo sube. Entonces, si alguien quiere dedicarse más o menos en serio a su banda o a gestionar un sello o a organizar tocatas, la tiene muy difícil. Es una pequeña industria que necesita un esfuerzo consciente de todos aquellos que son parte de ella.

Lista de publicaciones RSD 2017 (EE.UU)
Lista de publicaciones RSD 2017 (Reino Unido)