Fotos: Rodrigo Ferrari

Las canciones de Rufus

Rufus Wainwright dejó su orquesta, sus amigos y arreglos en Nueva York. Se armó de un piano, una guitarra comprada en extrañas circunstancias y su inmenso talento para llegar por primera vez a Santiago de Chile. Todo comenzó con esa joya de su disco Want two, “The art teacher”, y fue repasando buena parte de su discografía con cierta preferencia por las canciones de “Out of the game” (2012). Probablemente los momentos más emotivos estuvieron en el recuerdo a su madre Kate McGarrigle, el repaso de su historia con Jeff Buckley antes de su versión de “Hallelujah” y “Going to a town”, en el último quiebre antes del bis. En esta época dada a la parafernalia y al espectáculo como elementos decisivos de un show en vivo -eso que los siúticos que revolotean el ambiente llaman la experiencia-, Rufus Wainwright con poco de eso, muy poco, montó algo emotivo y genial. Vaya paradoja.

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Los momentos de Rufus

El show se fue armando por pedacitos, por partes. En algunas de ellas compartiendo el protagonismo de su virtuosismo por un piano de cola, en otros por una guitarra acústica con la que construyó parte de los momentos más emotivos de la noche. Rufus trajo también sus historias. Los recuerdos a su madre, a su hermana Martha y el reconocimiento a un político abiertamente gay ayudaron a contextualizar también a un artista sensible que ha hecho de su repertorio una forma de conectarse con sus inquietudes y pérdidas.

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La voz de Rufus

Wainwright, que ha hecho públicas sus intenciones de dejar algún día el pop para concentrarse en la exploración de un repertorio más clásico, a falta de acompañantes presentó un show donde desnudó buena parte de su repertorio solo premunido de su voz. Y fue suficiente. Probablemente para algunos amansados a punta de chirridos y a la pirotecnia del rock de moda les habrá parecido de alguna manera amenazante, pero seguramente no será el show o las canciones sino el espectáculo del registro vocal del canadiense lo que muchos se llevarán de la fría noche del lunes. A muchos nos habría encantado ver a la orquesta, guiños a Judy Garland, vientos y coros, pero la versión que trajo Wainwright no fue mezquina y supo navegar sobre esas sombras siempre presentes. Rufus trajo canciones, historias, momentos y su voz. Muchísimo más que suficiente, muchísimo más que el estándar de lo que vemos por estos parajes.

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