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Muchos se enteraron de suerte. Otros tantos por Super45. Pero hace un rato atrás terminó una de las intervenciones sonoras más interesantes que se recuerden en esta ciudad, por no decir en esta larga y angosta faja de tierra.

Circunstancias excepcionales, dirá alguno. Hora de almuerzo, un lugar impecable, alta temperatura a pesar de los esfuerzos inútiles de los sistemas de ventilación. Un precio, por fin, accesible para nuestros bolsillos. Incluso, y a pesar de estar el teatro lleno, no hubo adicto alguno -a lo menos no a varios metros alrededor de este cronista- que violara la intimidad del momento con el molesto humo de cigarrillo.

Es que lo que se presentó en Matucana 100 -el cartel anunciaba a Steve Shelley, Jeremy Lemos y Matt Zivich Trio, además de los ‘desconocidos’ Tall Sirs- fue francamente impactante. Lee Ranaldo no estaba en el cartel, pero fue el encargado de ejecutar la guitarra que, colgada de la sobria plataforma de luces, recibía al público que llenó el aforo del teatro de Matucana 100. Si lo pienso bien, el verbo ejecutar sirve perfecto para ilustrar lo que hizo Ranaldo con el instrumento, que pasó por ser sometido cual instrumento de cuerda frotada hasta ser golpeado por puños y baquetas, hasta dar con la armonía (?) adecuada.

El este sabroso entremés de la presentación de Sonic Youth mañana se coronó con la presentación de la banda completa, que a punta de saturación, improvisación y ruido, expuso al público a una sesión sin descanso que pasaba con igual intensidad del asombro al aplauso cerrado. El sorpresivo director de esta distorsionada orquesta fue Shelley, que adiestró esa batería con inusual referencia a la banda nacional Tio Lucho (inserte CHAN acá) en el tambor principal. Me soplaron por interno que además de la colaboración de Tio Lucho, Manu de Compiuters y una de las guitarras de Guiso hicieron posible el milagro.

La caída de Ranaldo luego de llevar la guitarra que acabaría sin cuerdas hacia el público, o el delirio de un calcetinero pasado de revoluciones que se colgó del instrumento sobre el escenario hicieron de la tocata en horario matinée que el aspecto musical de la experiencia fuese sólo un elemento más. Porque lo que presenciamos no fue una tocata, fue una instalación artística.