Swans
Miércoles 3 de agosto 2016
Teatro Nescafé de las Artes, Santiago de Chile
Fotos: Nicolás Castro. Mira la galería completa de fotos, aquí

Antes de encontrarnos con Swans, con un grupo de amigos estuvimos repasando su discografía noventera, más cargada a la épica gótica, al frescor de unas chelas. Con  ánimo de preparación pero no de nostalgia con un grupo ante el cual la nostalgia no es una posibilidad. Más bien era en plano de apreciación comparativa, al revisar que el inagotable concepto de Michael Gira ha ido modificándose en sus ya casi treinta y cinco  años de existencia hasta quedarse en el extracto más denso de lo que significa la estética del rock.

Porque lo que presentaron los Swans en el ex Teatro Providencia apela a un sentido casi atávico y primitivo de lo que es la música. Un rock al que mediante un ejercicio minimalista se le ha despojado de toda floritura para quedarse sólo con el clima y la brutalidad. Seis composiciones en dos horas y media que resultaron de los mejores sometimientos  físicos para quienes disfrutan de los altos decibeles y pueden padecer el trauma auditivo con felicidad.

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Quien ha podido ver alguna de sus presentaciones desde su reformación en el 2010, coincidirá en que nunca un show de Swans es igual a otro; en mundo del sexagenario Michel Gira el escenario es sagrado –o si no pregúntenle al poco afortunado compatriota que, sin ninguna noción histórica, intentó subirse-. Es un lugar donde no sólo se interpreta, también se sigue creando música con la certera posibilidad de que esto se convierta en una experiencia. Es entretenimiento, si, pero también es un rito serio, donde Gira las oficia de chamán con actitud temeraria  y severa para posibilitar la conexión con el alma humana.

Gira, junto a Chris Pravdicka (bajo), Norman Westberg (guitarra), Phil Puleo (batería) y Christoph Hahn (lap steel) el recientemente incorporado tecladista  Paul Wallfish (en reemplazo del entrañable multi intrumentista Thor Harris), continuaron aquella cruzada para así también seguir ampliando hasta el máximo las posibilidades de sus composiciones.

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Los temas (ya no hablemos de canciones, porque hasta han podido barrer con ese concepto) son un trabajo en progreso constante, cosa que se refrendó en la introductoria “The Knot”, versión de “No Word / No Thoughts”, de su primer disco desde la reactivación de los cisnes  My Father Will Guide Me up a Rope to the Sky (Young God, 2010). Porque es sabido que los álbumes de Swans, con todo su detallismo y contundencia son una cosa y sus shows, otra totalmente diferente. Los misticismos mántricos que alternan con la electricidad desbocada de su último disco The Glowing Man (Young God Records 2016), se vieron representados en   versiones libres  de “The Cloud of Forgetting/The Cloud of Unknowing” o en “Some Things We Do / The World Looks Black”, que transformó el aire en un fluido espeso que se tragó a todo el respetable.

Al finalizar el show, Gira salió al hall del teatro con su emblemático sobrero de cowboy a compartir y conversar un rato. A pesar de su distancia y carácter intimidante, comprende que sus fans son una tribu que hay que tratar con cariño. El público abandonaba el lugar entre extasiado y exhausto después de la catarsis. “Brígido” bien dijo uno por ahí. Con mis colegas nos fuimos a revisar el cada vez más adorable merchandising pirata en las veredas de Manuel Montt (esos tazones, esos llaveros, esos magnéticos). Felicidad de ver pasar la historia delante de tus ojos en tu propio país.

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