Sin profundizar demasiado, ni de manera muy crítica, las etiquetas musicales permiten agrupar, separar y buscar bandas bajo ciertos criterios… mientras duren: la existencia de estas etiquetas, es tan útil como efímera. A propósito de la visita de Washed Out (viernes 3 de moviembre) y Neon Indian (sábado 11 de noviembre) a nuestro país, tomemos la etiqueta chillwave como caso emblemático.

Durante el año 2010, no hubo sitio de música que no hiciera eco de la chillwave, una etiqueta bajo la que se agrupaba un sonido caracterizado por un imaginario veraniego, un fuerte uso de samples y la creación de atmósferas creadas por sintetizadores analógicos. Y aunque este sonido no era algo nuevo -en tiempos de MySpace ya era posible rastrear músicos haciendo este tipo de música- fue ese año en que, coincidiendo con la promoción de los primeros trabajos de Washed Out, Neon Indian y Toro y Moi, el extinto blog Hipster Runoff inventó la etiqueta chillwave, casi en tono de broma.

Lo que pasó después, siguió el rumbo más lógico y predecible: se escribieron varios artículos analizando este estilo (¡incluso uno en el The Wall Street Journal!), los festivales de música se desvivieron por sumar a alguno de estos artistas en sus line-up, aparecieron más bandas que se sumaron a esta corriente (Memory Tapes y Small Black, por mencionar algunos), se licenciaron algunas canciones para series de televisión, empezaron a aparecer las primeras voces críticas en contra de esta corriente musical, y de un día para otro, se dejó de hablar del tema.

A lo anterior, se sumaron segundos discos que se alejaban radicalmente de la propuesta sonora que primaba en sus inicios: Washed Out tomó un matiz psicodélico, Neon Indian tomó un paso hacia el pop expansivo (en la senda de M83), y Toro y Moi decidió dejar a un lado los sintetizadores para entrar en un camino de exploración del funk-vía-Prince. Sin embargo, los méritos de sus discos debut y los riesgos que tomaron al separarse de ellos, catapultaron a estos proyectos a un presente tan auspicioso como lo fue su pasado.

El presente: menos chill, más wave

Neon IndianVEGA INTL. Night School (Mom+Pop, 2015)
Neon, pasos de baile y r&b sincopado: el más reciente disco de Neon Indian se aleja de la atmósferas calmas de su debut para invitar a la pista de baile. Desde el título de las canciones (“Techno clique”, “Hit parade”) hasta las programaciones que despacha a lo largo de 14 temas, todo invita a dejarse llevar. Tal como Tarantino, Neon Indian rescata un montón de clichés del género (producción saturada, falsetes, bajos programados) para hacer una obra superior. Dicen que este 11 de noviembre, hay que ir preparado para bailar.

Washed OutMister Mellow (Stones Throw, 2017)
La escudería Stones Throw se caracteriza por fichar proyectos que permitan conectar el pasado de la música negra con una producción futurista. No es de extrañar que Ernest Greene (el hombre detrás de Washed Out), haya decidido cambiar de sello para desarrollar un disco conceptual, en el que priman las texturas melosas, los bronces cálidos y ritmos cadenciosos que por breves momentos, parecen invitar a algo más que la escucha. Como si Miles Davis hubiese nacido en Chicago y estuviese haciendo música house.

Toro y MoiBoo Boo (Carpark Records, 2017)
Es difícil seguir el hilo de influencias de Chaz Bundick a.k.a. Toro y Moi. Por momentos, parece estar poseído por el espíritu salvaje de Prince; otras veces parece crear texturas con Todd Rundgren en el horizonte. Y en este nuevo disco, de acuerdo a una reciente entrevista, Daft Punk, Frank Ocean y Oneohtrix Point Never cohabitan el mismo espacio. Por extraña que suene, la mezcla funciona: hay un cuidado especial en la creación de atmósferas (la enigmática “Mona lisa” es la prueba de ello), pero también en la profundización del ritmo, especialmente en los momentos más r&b del disco (“Girl like you” o “You and I”). Lleno de riesgo, Boo Boo es uno de los discos más interesantes del año.