Texto y fotos: Rodrigo Ferrari – Música sin flash

Mientras los asistentes esperan que comience el show de Niños del Cerro, Vladimir Mella (MonoAzul, ECSDLQHP), repitiendo su rutina de toda la tarde, toma una guitarra y se para ante el micrófono, casi al mismo tiempo que Franco Perucca (ECSDLQHP, Patio Solar) se sienta en la batería. “Vamos a tocar algo”, fue la excusa para desordenar las cosas. Suenan los rasgueos y platillos y no tardan en sumarse Simón Campusano, Pepe Mazzuret (Niños del Cerro) y Javier Nopatina (Animales Extintos) en bajo y voces, transformando de inmediato una simple improvisación en una superbanda de la promiscua y fecunda nueva escena de pop de guitarras chilena.

Una imagen como la descrita podría resumir el espíritu del Festival Levantando Polvo, ocurrido el pasado viernes y sábado santos en una casa del barrio Concha y Toro de la capital que, lejos de los “stages” de marcas comerciales, se transformó por un par de días, en el epicentro de este nuevo movimiento musical chileno que dio qué hablar durante el 2015 y que este año prepara la velocidad crucero que los sacará de lo anecdótico.

Estuvimos el viernes, jornada en que se presentaron en formatos más acústicos Siempre Llueve al Atardecer, Javier Nopatina (Animales Extintos) y Juan Almedio (Medio Hermano), mientras que en el escenario principal, delicadamente decorado con luces y unos muñecos colgantes de la artista Camila Falcucci, lo hicieron temprano El Cómodo Silencio de los que Hablan Poco, Paracaidistas y, como plato de fondo, Niños del Cerro. El sábado lo harían Poder Fantasma, Patio Solar, Silabario, Las Olas, Ablusion y Planeta No, una de las vedettes de este escuadrón juvenil.

Como ya nos vienen malacostumbrando, fueron ECSDLQHP quienes, a punta de los riffs metálicos de Perucca, la guía que instala el bajo de Yaney Salgado y los —a ratos— desgarradores gritos de Mella, dieron inicio a un viaje lleno de emociones, cuya segunda escala estaría a cargo de los compases más predecibles de Paracaidistas, pero que Joaquín, Mari, Laura, Rafael y Álvaro se encargan de desordenar cuando tocan en vivo, como si se tratara casi de otra banda llena de locura y —aún más— punk.

Para el show de cierre de la jornada de viernes, y como si todo sucediera durante una liturgia musical, el piso de la antigua casa ubicada en la calle Blanco Encalada (y para cuyos asistentes se izó una bandera pirata, muy ad-hoc) comenzó a dar cuenta de una insospechada flexibilidad ante cada paso que con fuerza marcaba el coro de “José de los Rayos”, de los Niños del Cerro. Una cadencia tan rítmica como potencialmente destructiva que fue prontamente puesta a raya tras la irrupción de uno de los administradores del local, en pleno show, para señalar el peligro y llamar a la calma. El mensaje fue parcialmente acatado. Puede que los saltos hayan parado, pero la fuerza del single de los floridanos era la verdadera amenaza: el show no tenía por dónde terminar, a pesar del calor y la deshidratación después de seis horas de música, energía y mucho, pero mucho oficio.

Tal como si se hubiere tratado de una actividad de Semana Santa, lo del fin de semana en el Barrio Concha y Toro fue una comunión de guitarras. Una liturgia en la que se celebró cantando y saltando al compás de la nueva música chilena, pero donde lejos de esperar por la resurrección de un salvador, reinaron en una doble jornada, frente a varias docenas de fieles, la pasión por la música y el amor de verdad por el prójimo. Amén por estas bandas.

Revisa todas las fotos de los shows del Levantando Polvo aquí