Foto: Jaime Carrera

El debut de los británicos en nuestro país era uno de los conciertos más esperados del último tiempo y superó cualquier expectativa que uno pudiera haberse impuesto. Con Wild Nothing y los nacionales The Ganjas como bandas soporte, acá va un relato de lo que sucedió la noche del martes 30 de abril en el capitalino Teatro Teletón.

The Ganjas, los últimos en sumarse al cartel, fueron los encargados de abrir la jornada. Con su formación más reciente, que incluye además de los fundadores Sam Maquieira y Pape Astaburuaga, a Pablo Giadach en guitarra y Nes en batería (en reemplazo del insigne Aldo Benincasa), aparecieron en escena con varios minutos de retraso, que compensaron con un set rotundo, demostrando desde el primer acorde por qué tienen ganado de sobra un lugar entre lo mejor del rock nacional. Con un volumen realmente atronador y un sonido más que rodado, en donde cabe desde el magma primigenio de The 13th Floor Elevators, el rock espacial de Monstermagnet o el stoner de los primeros Queens Of The Stone Age, entre muchos otros sabores, la banda nos llevó de paseo por el lado más atractivo de la psicodelia guitarrera, aderezada con toques melódicos y muy propensa a embarcarse en extensas jams con destino al infinito.

Contrario a lo que suele pasar en este tipo de eventos, la mayor parte del público prefirió quedarse en su lugar antes que visitar el bar, los puestos de comida o la zona de merchandising para asegurarse el puesto antes del show de Wild Nothing, quienes debieron lidiar con problemas de sonido durante toda su presentación. El proyecto de Jack Tatum (acompañado actualmente por Jeff Haley en bajo, Nathan Goodman en guitarra, Matt Kallman en teclado y saxo alto, y Elroy Finn a la batería) hizo un recorrido por los cuatro álbumes que han editado desde 2010 hasta la fecha, con dedicación especial al reciente Indigo (Captured Tracks, 2018), e incluso se acordaron del EP Empty Estate, editado en 2013. Con el público totalmente entregado y coreando cada canción como si no hubiera un mañana, los músicos se dejaron querer mientras intentaban superar los problemas técnicos que fueron el gran lastre de su show, especialmente para Matt Kallman, cuyo saxo se hizo escuchar solo en breves ocasiones, quedando la mayor parte del tiempo enterrado bajo el volumen del resto de instrumentos o derechamente mudo. Más allá de que su propuesta guste más o menos, lo cierto es que este show dejó un gusto amargo, por lo que podría haber sido y no fue.

Pasadas las 23:15 hrs., finalmente los cuatro de Oxford pisaron el escenario en medio de la excitación general. Las ganas de ver a una de las bandas puntales de la movida shoegaze era muchas, y los músicos lo sabían. Tras el saludo de rigor, partieron a la carga con “Future love”, primer adelanto de This is not a safe place -nuevo disco anunciado para el próximo mes de agosto- seguida de “Lannoy Point”, uno de los temas de Weather Diaries (Wichita, 2017), tendiendo puentes con su primera época, la de los clásicos Nowhere y Going Blank Again, editados en 1990 y 1992 por Creation Records. No hubo menciones ni recuerdos a las canciones de Carnival Of Light (Creation, 1994) o Tarantula (Creation, 1996), y ni falta que hizo: los ingleses conocen perfectamente sus fortalezas y nos entregaron una contundente ración de singles y favoritas de los fans: Así fueron cayendo “Seagull” –donde la euforia del respetable explotó al punto de que un par de jóvenes y alocados surfearon sobre la multitud, para mala suerte de quienes estaban cerca cuando aterrizaron-, “Charm Assault” o “Twisterella”, intercaladas con medios tiempos demoledores como “Dreams burn down” o “In a different place”. La sólida sección rítmica del baterista Loz Colbert y el retraído bajista Steve Queralt allanaba el camino para que las guitarras y voces de Andy Bell y Mark Gardener –el principal portavoz de la noche- levantaran los envolventes muros sónicos que invitaban a perderse entre sus capas de distorsión sostenida.

Hubo tiempo también para muestras del fino sarcasmo británico, cuando Andy Bell dedicó “Chrome Waves” a Gustavo Cerati -luego de conocer la versión en vivo de “Un misil en mi placard” en una entrevista radial, a horas del show, y expresar su frustración porque el fallecido argentino jamás les diera crédito como autores- o cuando Gardener puso en su lugar a un fan que insistía en que le firmara un disco a poco tiempo de haber empezado a tocar, diciendo “Estamos en un concierto, y no sé que prefieren… ¿Un concierto o una firma de discos?”. Por supuesto, ganó la primera opción, y así pudimos vivir un momento notable tras otro, con gemas de la época de Nowhere como “Vapour trail”, o “Drive blind”, en donde se embarcaron en una extensa coda final de majestuoso ruido blanco que disipó cualquier duda –si es que las había- sobre sus habilidades en el manejo instrumental. Pese a que anunciaron “Kill switch” (otro adelanto del próximo disco) como el último tema de la noche, aún quedaba algo más. Tras abandonar el escenario por unos momentos, el grupo volvió para un bis que supo a gloria, con “Leave them all behind”, “Polar bear” y la temprana “Chelsea girl”, presentada lacónicamente por Bell diciendo: “Éste es nuestro primer single”. Nada mejor que terminar regresando al punto en donde todo comenzó. A más de treinta años de su formación, dejaron en claro por qué siguen siendo una banda influyente, que se niega a sacar discos mediocres como excusa para hacer caja con las giras: Lo que vivimos el martes en la noche no pudo estar más lejano a eso. Luego venía la fiesta post show con Bob Moses, Ross From Friends y Matías Aguayo, pero esa es otra historia. Para quien escribe al menos, la jornada estaba teminada al constatar que Ride vinieron, vieron y vencieron. Esperemos que no tarden tanto en volver por estos lados.

Wild Nothing

Ride