Abe Vigoda cumplió la promesa de su anterior EP Reviver: su segundo disco, Crush, es todo lo interesante que puede ser un álbum cuando una banda se resetea.  Es un cambio total, un cachetazo de payaso a las expectativas, que nunca deja de  generar desconfianza. Porque si un singersongwriter plasma en su primer disco las canciones que ha tenido en la cabeza toda su vida, como un gesto último de expiación, una banda es más bien mucha práctica y un cúmulo de influencias que van tomando forma en el camino.  Y hoy,  cuando parece que todos los estilos musicales han sido inventados y que se transforman en un catálogo a adquirir según la visión de los grupos, aún nos seguimos sorprendiendo de los que pueden sonar como quieren en su segundo disco.

Abe Vigoda, en su estilo playero de L.A., hicieron una transición nada de obvia: de punk saltón lo-fi casi cacofónico pasaron al cool del new wave británico.  Su vocalista, Michael Vidal, encontró una nueva voz, más profunda y presente,  como si en la pasada algo se hubiera vuelto más sombrío, y con ello la banda hubiera encontrado un nuevo punto de vista. Con la voz como instrumento de expresión, teclados certeros y el remanente de una percusión pasada de revoluciones, Abe Vigoda entregan algo que suena fresco y  a la vez muy meditado, en un equilibrio frágil entre la trabajada visión del disco y la energía rítmica de la banda. Crush, con su manejo de melodías y sus letras oscuras, es un alumno  aventajado de la escuela The Cure para jóvenes atormentados.

Abe Vigoda -como parte del sello de Dean Spunt de No Age y de un grupo de amigos que incluye a High Places, las desaparecidas Mika Miko y otros playeros  de L.A- pudieron en su segundo disco haberse ido a cualquier lado. Y como algunos de sus vecinos, optaron por la opción menos obvia.  Riesgosa quizá, pero que en ellos deja claro  algo nada menor: que las opciones estilísticas no son un capricho o una jaula sino que un recurso necesario para poder avanzar.