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La cavilación de un observador plantea siempre un elemento necesariamente cismático respecto del enjuiciado. El mejor ejemplo es un abismo: el espacio que Alamedas resiste para dialogar con la ciudad, con una imagen de urbe como cordón umbilical al espíritu de Joy Division o The House of Love. O, en mejor medida, a The Troggs y Hurricane #1.

La expresión de Precipicio incluye, por consiguiente, al vértigo. Por eso, este segundo Lp es un disco abstracto, de más de una pasada, enrevesado y que ya no sólo busca decir un montón de verdades en un canal directo y rápido -como el disco debut de la banda-. Precipicio es un desmoronamiento de ese esquema de “decir cosas???, para caer en la idea de armar canciones con sólo tres acordes, en una secuencia reiterada hasta fatigar.

Cualquiera sea su etiqueta -herederos, sicarios o artesanos de esa multinacional que es el rock británico de otras décadas-, el cuarteto muestra algo especial cuando el cantante Alejandro Gómez se vuelca hacia adentro con la sinceridad y desarraigo (que ya mostró en los últimos discos de Solar) de temas como ‘Dejaste aquí’ o ‘La línea del tiempo’.

La estética propone esa idea de que la pasión es geometría que cae al abismo, observada desde el fondo del abismo. Las figuras de títulos y líricas como ‘Especie en extinción’, ‘Pirate Love’ (que canta Barry Sage) y ‘Precipicio’ –tres de los mejores tracks-, proponen metáforas tan elaboradas que alargan la sensación de estar oyendo una placa de sólo 9 canciones, considerando el cóver del referente punk estadounidense Johnny Thunders y una lista de invitados que va desde el psicodélico guitarrista Samuel Maquieira, hasta el guitarrista de Penthouse, Carlo Colussi, y el saxofonista de free jazz, Diego Manuschevich.

Puedes escuchar íntegramente los dos discos de Alamedas a través del streamming de www.alamedas.cl