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Para alguien como Andrew Bird la música es un entramado de sonidos que se yuxtaponen formando una masa densa, difícil de discernir. Incluso el tema más desnudo en Soldier On está ricamente ornamentado con arreglos de cuerdas, de percusiones, de ruidos y de voces, de manera que ningún elemento tenga preponderancia por sobre los demás. Acá el sentido musical solo puede ser percibido a través del conjunto, del alucinante ritmo que maneja este norteamericano oriundo de Illnois y ex violinista de la banda Squirrel Nut Zippers.

Aún así, Soldier On a la larga resulta un disco sencillo y modesto, debido fundamentalmente a su inclinación folk, que por momentos se tiñe de soul y de ritmos indie rock. Lo medular acá es su capacidad para seducir con sus arreglos y sobretodo con su voz, un timbre heterogéneo que remite a paradigmas como Thom Yorke, sobretodo en “Hail to the thief???, y a cantautores hipersensibles en la línea de Anthony Hegard. Es esa frescura interpretativa la que lo hace saltar de una furiosa percusión en “The trees were mistaken???, con ritmo acelerado y voces superpuestas, a una melodramática “The water jet sílice???, en donde la profundidad de su voz llega a producir escalofríos. Esto se suma a una superpoblación de arreglos que hacen pensar en el pop barroco de Rufus Wainwright, aunque menos amanerado, pero igual de fibroso.

No es de extrañar que los violines, violas y chelos acá adquieran una importancia sobredimensionada, ya que a través de sus vibraciones las canciones se van tensando y aflojando de una manera preciosista y muy bien lograda. Los punteos de guitarras (y de varias otras cuerdas) también van poniendo su cuota de dramatismo que, junto a la interpretación de Bird, ponen los pelos de punta. Cantos de sirena a lo lejos ensombrecen a su vez el paisaje del Ep en “Plasticities (remix)???, que revienta en un coro absolutamente rockero, con bajos y guitarras eléctricas que vienen desde el fondo. Acá la paleta de sonidos está completa y Soldier On se erige como un viaje a través de estos variados matices musicales; hermosa pintura que saca de cada instrumento lo mejor de su timbre para conjugarlo con campanitas, arpas, xilófonos, silbidos de épica western, pianos en “How you gonna keep em down on the farm??? y otras programaciones sintetizadas que colaboran en crear una atmósfera tan llena de elementos.

Un cierre country versionando a Dylan con “Oh sister??? comprueba que la elegancia de Andrew Bird se mantiene intacta de principio a fin, similar a esa postura soberbia y a la vez tan energizante que Dominique A ha mantenido a lo largo de su discografía. Cantautor de claroscuros, la nostalgia que sólo Bird sabe producir de manera tan intensa puede suspender el tiempo y tiene el poder de generar imágenes subconscientes que retornan desde el pasado. No es la primera vez que lo logra. Su disco anterior, Armchair Apocrypha, aún resuena en la cabeza de quienes pudieron conocer su encanto.