Por Andrés Acevedo

El punto de encuentro entre los gustos personales y la crítica musical es un quebradero de cabeza. Frente a Neon Bible, segundo (tercero si contamos el ep homónimo editado en el 2003 por Merge Record) y esperado disco de Arcade Fire, incondicionalmente se aprecia un excelente trabajo; sopesando pros y contras, algunos aspectos que faltan, otros que sobran, y las numerosas variantes deslumbrantes, este abigarrado conjunto de canciones divide aguas y también las esclarece.

Lo primero es entender que Neon Bible es muy distinto a Funeral (Merge, 2004), sin perder principios claves y acumulando la experiencia de los conciertos. Rayos desordenados disparados al cielo, un fino hilo de racionalidad bajo la urgencia y el frenesí, oscuridad desde el fondo y muchos segundos incendiados en un juego carnavalesco y alucinado. Pasión religiosa de blues y baladas que transmutan en corrientes de post-punk y new wave (menos ahora) y un pop sinfónico que puede recordar las ambiciones de Mercury Rev con el alboroto caricaturesco de Arhictecture in Helsinski. La comunidad de Arcade Fire sigue tomándose muy en serio, y se juegan el todo o nada, con una consistencia brutal que no da tiempo a los baches, cubriendo todo de una emoción instrumental que encuentra un faro lírico en Win Butler (guitarra y voz). Arcade Fire es único en su estilo pop-punk de múltiples influencias, pero esta vez lo han extremado, perdiendo elegancia y sutileza en el entramado total. Neon Bible se diferencia naturalmente de Funeral, porque no tendría razón emular un disco tan singular y porque significa un nuevo salto sin red.

De hecho, Neon Bible es más salvaje que Funeral. Arrancan con la misteriosa ‘Black Mirror’, gema fría, ligero calentamiento de lo que viene después, bajo la cadencia de Lou Reed en su tradición de oscura sensualidad: “Black mirror knows no reflection/ it’s no pride or vanity/it cares no about your dreams/it not cares for your pyramid schemes???. La pesadilla se convierte en escape con ‘Keep the car running’, hasta ahuyentar los miedos con ‘Neon Bible’. La primera, banjo, acordes graves de guitarra sureña y soundtrack de carretera para un ritmo campechano, que anima la danza pensando en Johnny Cash con arranques del rock’n roll de Presley , aunque los miedos sigan en lo profundo. ‘Neon Bible’, tal como el disco, toma su nombre de la primera novela de John Kennedy Toole (1937-1969), escritor americano de Louisiana quien se suicidó violentamente a los treinta y dos años y dejo una gran obra póstuma, merecedora del Pulitzer: La Conjura de los Necios. Su vida y su obra reflejan aquella comunidad norteamericana –el underground intelectual y contestatario- cuyo genio es demasiado brillante y frágil para encontrar cabida en el mundo actual. Win y Regine recitan con dulzura el amargo veneno, cuando el miedo y la esperanza se confunden bajo la luz de neón: “Neon Bible, no most chance for survival???. Debe ser la canción más tranquila en el repertorio de estos canadienses, bañada por la calma de pares como M. Ward.

Luego, las cosas se trastornan y es entonces cuando Arcade Fire dan cuenta de rumbos silvestres. Los picos más altos de esta montaña mágica son ‘Intervention’, “Ocean of Noise’ y ‘No Cars go’. Aprovechando el órgano de tubo como plataforma y crítica, ‘Intervention’ construye la historia anónimo de un soldado de guerra condenado a ser consumido por la guerra y el olvido; blues de guerrilla, contemporáneo que derriba ídolos. ‘Ocean of Noise’ nos devuelve a las baladas tristes y pasivas de Funeral, con una pasión amorosa hermana de Nick Cave para florecer en el más puro romanticismo de bronces (¡Calexico!), guitarras aullando lejos en un bar terrible y un piano impasible. Por cierto, todo el álbum se apoya en una ambición sinfónica sin igual, con el trabajo de cuerdas de una orquesta húngara, violines y otras curiosidades como el empleo de un Hurdy Gurdy, instrumento de cuerdas propio del folk francés.

‘No Cars go’ merece mención aparte. Es curioso que sea lo mejor que haya hecho Arcade Fire sin ser totalmente nuevo (estaba ya en su ep homónimo del 2003). Simplemente, se puede decir que una banda puede desaparecer tranquila tras crear una aventura mítica de este calibre. Es su ideal estético de belleza llevado al máximo – niños creciendo en un mundo extraño, refugiados en sus fantasías con la fuerza fraternal del talento concentrado-, una suerte de Historia sin Fin, nostálgico, esperanzado, otro himno que no será generacional, pero sí magnífico para quien sea arrastrado por sus casi seis minutos de alegría.

Arcade Fire lucha contra el bien y el mal. ‘Black Wave/Bad Vibrations’ se interna en lo profundo del mar con la voz aguda y encantada de Règine, para desaparecer con el vendaval y la gran ola negra que absorbe esta canción en el final apocalíptico, imprevisto. ‘The Well and the lighthouse’ recuerda porque este grupo fue reconocido junto a Interpol y otros de la camada, pero las múltiples piruetas y recursos dan muestras de un colectivo mucho más avanzado que el simple revival post-punk. Tanto ‘Windowstill’ como ‘Antichrist Televisión Blues’ muestran sin pudores los demonios propios con que lucha Win Butler, de la infancia, la adultez y el futuro, con un talante de cantautor que puede ser tan molesto como sincero, según se mire. Y ‘My body is a cage’ funciona como final quebrantahuestos – con su pesada sección final con coros soul- pero ‘’Back Seat’ demostraba que no era necesario clavar tanto los dientes para dar la mordida melodramática.

A primeras vistas, Neon Bible puede ser demasiado apabullante y confuso para quererlo. Sucesivas escuchas demuestran que no hay otro grupo que los iguale en la actualidad.

Por Maira Mora

Después de su increíble debut en el año 2004, a la banda canadiense Arcade Fire le quedó la vara muy alta. Demasiado. En esa situación, el dilema permitía solo dos soluciones: negarse a sí mismos y al sonido tan característico que les dio el éxito, grabando algo completamente diferente, o hacer el mismo disco de nuevo. Mientras mejorarlo parece imposible, igualarlo podría haber sido una meta razonable. Debido a la gran y positiva impresión que dejó su primer Lp Funeral, los miembros de Arcade Fire la tenían bien difícil si no querían quedarse como una banda brillante cuya energética creatividad se agotó en un solo disco, por lo que estuvieron dos años pensando qué grabar ahora. Sin embargo al escuchar Neon Bible uno se queda con la extraña sensación de que no eligieron ninguna de las dos posibilidades, sino que más bien se quedaron a medio camino entre ambas.

En Neon Bible hay canciones que son una perfecta continuación del particular sonido establecido en Funeral -un tempo dinámico, un Win Butler que parece irse desesperando a medida que la canción avanza, no puede contenerse y se pone cada vez más nervioso para cantar, una variada orquestación que incluye desde aplausos hasta un órgano de tubos y un sonido atrayente por sí mismo -, pero en el resto de los tracks pareciera que falta algo. Mientras en Funeral se da una especie de amor a primera oida, Neon Bible requiere de varias repasadas para conquistar.

Del por qué Neon Bible no convence a la primera

Funeral debe su nombre al dolor. Durante la grabación del disco se sucedieron las muertes de tres familiares de los miembros de la banda (la abuela de Régine Chassagne, el abuelo de Win Butler y la tía de Richard Parry). Sin embargo la angustia devino en energía y movimiento, pues en vez de entregar un álbum sombrío Arcade Fire se abocó a llenar los vacíos con un sonido ecléctico que evoca cualquier cosa menos un funeral.

Su primer larga duración es un disco profundamente emotivo, tanto desde sus creadores como de parte de los auditores, pues es imposible permanecer impasible ante esas melodías. El dato rosa del matrimonio entre Butler y Chassagne también se traspasa en cierta medida a las letras, donde un enamorado Win Butler canta “Then we tried to name our babies, but we forgot all the names that, the names we used to know“. En cambio en Neon Bible se da un giro hacia el sermón, con un Butler arengando al público sobre las calamidades del mundo. Las letras que hablan sobre la guerra y la inminencia de catástrofes indefinidas ( “I know a time is coming, all words will lose their meaning (…) Show me where the bombs will fall” o “Not much chance for survival, if the Neon Bible is right”) bien podrían ser cantadas desde un púlpito y por cierto, con la biblia de neón en mano.

‘Black waves/Bad Vibrations’ es la primera incursión de Chassagne como primera voz. Se trata de un tema divido en dos: en la primera parte domina un ambiente ochentero y es una linda combinación de letras en inglés y francés, pero en la segunda parte irrumpe Butler con su sermón apocalíptico y la canción ya no es lo que era. Yo la hubiese dejado a la mitad.

En definitiva, lo que predomina en este álbum es una impresión de desequilibrio: al pasar de excelentes canciones como ‘No cars go’ -presente en el primer ep de la banda, lanzado en el 2003- a la poco atractiva musical y literariamente ‘My body is a cage’, cuya autocompasiva letra se parece demasiado a los poemas de la micro, desde el mismo título hasta frases como “set my spirit free, set my body free”. El final escogido para el disco tampoco fue un acierto, pues, en esencia, Arcade Fire es sinónimo de energía y uno se pone de lo más contento cantando sus telegráficas y animosas letras -“(Hey!) No cars go (Hey!) No cars go Where we know”– por lo que terminar Neon Bible con la apagada ‘My body is a cage’ es bastante aguafiestas y un poco fuera de lugar.

Si bien en Neon Bible hay mucho para rescatar (y ya que estamos bíblicos), ensalzar y cantar sus glorias, -notable ‘Antichrist television blues’, un irónico tema que trata sobre un desesperado padre que le pide a Dios que transforme a su hija de 13 años en una estrella de televisión, y quien primero se muestra como un ferviente devoto pero después se transforma en un tirano manipulador al más puro estilo papá-de-Christel- también hay temas que distan mucho del estilo y calidad por los cuales Arcade Fire se ganó el respeto de todos, y francamente parecen estar rellenando el disco más que contribuyendo a él.