Estudiar cine guió a Natasha Khan —en adelante, Bat for Lashes— hacia su primer álbum conceptual. The bride cuenta la historia de una mujer que, en el día de su matrimonio, pierde a su futuro esposo en un accidente de auto camino a la ceremonia. Concebido como la banda sonora de una película que todavía no existe, el cuarto disco de la enigmática inglesa sigue a su desafortunada protagonista por cada etapa del duelo. Blanca y radiante va la novia en “I do”, la secuencia inicial feliz justo antes de que las cosas se vayan al carajo, una delicada canción pletórica de ilusiones (“sé que el gris del cielo se irá, somos para siempre y lo siento en mi interior”).

No hay escena más terrible en este largometraje imaginario que “In God’s house”, el momento en el que la novia está en la iglesia y se entera de que nadie subirá con ella al altar. La guionista vierte jugo de limón en las heridas que le inflige a su personaje principal: fuerza su quiebre amoroso, en términos absolutos e irreversibles, para sumergirse en las profundidades de su psique y explorar el dolor con todas las fases que conlleva. Apenada, la novia se va de luna de miel sola y sufre por la ausencia de su amado en el asiento del copiloto (“Honeymooning alone”); enojada, le reclama a los ángeles por la bomba atómica que cayó sobre su vida (“Never forgive the angels”); reflexiva, contempla su existencia desde una atalaya y acepta su destino (“If I knew”); esperanzada, por fin vuelve a pensar en el futuro y sus infinitas posibilidades (“I will love again”, nada que ver con Lara Fabian).

Como sus canciones nacieron para acompañar imágenes, The bride resulta más bien minimalista, musicalmente austero. Se sostiene en la voz de su autora, una intérprete encomiable que se echa al hombro sin temblar el peso emotivo de un exigente y ambicioso repertorio. Los otros instrumentos (piano, arpa, guitarra, batería o lo que exija la ocasión) caen espolvoreados con sumo decoro. A la primera es un disco casi inasible hasta que, llegando a la mitad, Bat for Lashes se acuerda de que sabe escribir coros memorables (“Sunday love”). Pero su foco no está puesto en la gratificación instantánea de un tema suelto, sino en un concepto narrativo que ni siquiera un disco entero alcanza a cubrir, y que forma parte de un universo al que también pertenece “I do”, su cortometraje del año pasado sobre una novia. Para ir dimensionando el proyecto: la edición de lujo de The bride incluye extras como el aromatizante del auto del novio, un recorte del diario con la noticia de su fatídico choque o una carta de amor de la pareja, entre otros chiches que le dan vida al relato. Y todavía falta la película.