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Un poco más allá de las influencias de My Bloody Valentine que se pueden escuchar en bandas de Morr Music, como Styrofoam y Lali Puna, Benni Hemm Hemm (perteneciente al sello germano sólo desde agosto del año pasado), resalta no sólo por el hecho de ser islandeses, sino más bien por su concepción de pequeñas canciones hechas por una banda de 17 personas, que se encargan principalmente de instrumentos que de a poco se han ido introduciendo en el alt folk; trombones, glockenspiel y trompetas.

Lo que comenzó como un proyecto solista de Benedik H. Hermannsson, pasó rápidamente a transformarse en una banda de grandes proporciones que para el 2005 fue elegida como la mejor por su disco homónimo.

En Kajak, lanzado el 19 de enero recién pasado, Benni Hemm Hemm sigue en la misma senda de sonidos dulces y dramáticos de orquestas completas con rastros de indie pop que, por algún motivo, parecen hechas para el final de alguna película que la rompa entre los sub 25 de lentes gruesos.

De pequeñas canciones, Kajak insiste demasiado y termina transformándose, para el sexto track, en algo virtualmente intragable para los que no hablamos islandés. Desde Reykjavík, la ciudad donde la noche dura casi todo el día, Benni Hemm Hemm se las ingenia para hacer uno de esos discos que no se pueden catalogar simplemente de buenos o malos; hay partes que parecen inspiradas (‘Skvavars’ y ‘Mónakó’, casualmente la canción más corta del disco) pero otras se hacen eternas y sin sentido por un asunto de incompatibilidad de lenguas y de la poca efectividad que se logra a través una voz cansada, que parece estar mirándose las uñas en vez de ir acorde a la notoria calidad de sus 17 músicos.