Luego de The great escape (1995) las relaciones dentro de la banda no volvieron a ser las mismas. Como si el éxito se tratare de un diluyente poderoso, comenzó a corroer lentamente aquellas partes que habían juntado con dificultad las experiencias conjuntas y las historias personales. El quinto disco de los británicos, mirado con la arrogancia que nos da la distancia, pudo ser perfectamente una despedida gatillada por los senderos que habían ya decidido emprender Graham Coxon, cada vez ocupando más tiempo y energía en sus crisis personales más su creciente obsesión por el indie rock norteamericano, y Damon Albarn, en particular forma narrativa pero cada vez más preocupado de ganar la guerra contra sus propios monstruos.

El éxito de The great escape tuvo el costo de existir bajo la sombra de la brutal avalancha de hits que traía (What’s the Story) Morning Glory? (1995) de Oasis, sumada a la estúpida rivalidad con los mancunianos alimentada básicamente por la prensa. Blur (el disco) es quizás el que mejor condensa la sensibilidad de Blur (la banda) de toda su trayectoria. Probablemente en parte para evitar la omnipresencia de Albarn como compositor y frontman, Blur es el disco donde con mayor claridad se ve la influencia de Graham Coxon, a través de melodías intrincadas y alejado del sonido britpop que exigían las radios. Los coqueteos de Coxon con el rock americano a-la Pavement o Guided by Voices se mezclaron con las letras cada más íntimas —y, digámoslo, más interesantes— de Damon Albarn.

Mientras desde el norte Oasis bombardeaba a punta de himnos generacionales, en Londres preferían tomar el camino de la introspección. Y fue ese camino, junto con la arrolladora “Song 2”, la que los llevaría no sólo al éxito al otro lado del Atlántico, sino a transformarse en pieza fundamental del rock de los 90s.