Leisure, el debut de Blur, estaba lleno de acordes de guitarra para la pista de baile. Era la nota correcta, colgados de la movida sonora manchesteriana pero sin ser del norte, sino que desde Londres vía la escuela de arte de la universidad de Goldsmiths y algo más acomodados de nacimiento que casi todas las proletarias estrellas de Factory Records. La música precisa en el tiempo correcto.

El álbum abre con temas tan potentes que las demás canciones parecen desilusionar hacia el final. La pequeña y pop muralla de sonido presente en “She’s so high” y la pegajosa e inolvidable “There’s no Other way”, evidenciando toda la cultura rave: bailar y borrarse. Ya empiezan a mostrar cosas de la idiosincrasia inglesa con el clip de esa canción: una familia ordenada y luminosa almorzando y un aburrimiento explícito: “le quitas la diversión a todo”, canta Damon Albarn mirando a la cámara casi ausente de la escena pero demasiado consciente a la vez. La otra que se destaca también es “Bang” donde el paisaje londinense cobra importancia, en que todo se muestra con alta velocidad, presente también en su agitada nueva agenda. Y además se adelanta a uno de los must de la cultura brit pop que vendrían años después.

Cuando salió el álbum llegó al top 3, giraron por Gran Bretaña y Europa dando entrevistas, grabando videoclips, bebiendo, siendo insolentes. Sentían que el éxito era fácil y natural por su talento. Damon Albarn dijo una de esas cosas proféticas “hay que esperar qué pasa porque después todo puede evaporarse”. Tal cual su segundo álbum no tuvo la resonancia y popularidad de Leisure, aunque continuaran en el circuito de los más importantes festivales alternativos. Habría que ser más pacientes y esperar a Parklife, pero esa ya es otra historia.