Durante los cuatro meses que dura el invierno, un atormentado tipo llamado Justin Vernon y conocido como Bon Iver (del fránces bon hiver, “buen invierno”), se entrega a un abandono por elección, refugiándose completamente solo en una pequeña cabaña en las nevadas montañas de Wisconsin (EEUU), y –cómo no- decide que es el momento de grabar un disco. Porque terminó una larga relación amorosa, porque se disolvió su banda de siempre (DeYarmond Edison), porque las cosas simplemente no iban bien. Y si algunos, bajo esas circunstancias, acaban tomando vino o antidepresivos, Bon Iver se armó con su vieja guitarra acústica, una grabadora de cuatro pistas, unas pocas percusiones, alguno que otro efecto y su laptop para grabar su debut, For Emma, forever ago, un disco que resulta ser un enorme suspiro tan aliviado como desgarrado, que en poco más de media hora conmueve por su cuidadoso exhibicionismo emocional y por ese pequeño asalto a la intimidad invernal de una cabaña, una guitarra y un barbón con mucho que decir.

For Emma, forever ago
es un disco que se revuelca con soltura y delicadeza por el folk intimista, donde Vernon impone la voz con un falsete agudo y sentido que se transforma en un instrumento fundamental, por esa profundidad desgarrada y cercana al soul que se mezcla con el sonido acústico de los instrumentos y la intimidad lírica, y que también lo acercan a la calidad de Iron & Wine, aunque más por forma que por contenido. Si en el primer sencillo del álbum, “Skinny love”, remece todo con un canto fulminante y emocionado que deja las cosas claras (“Y ahora todo tu amor está botado/ Y entonces quién demonios fui yo?“, dice la letra), en temas como “For Emma” da un poco mayor instrumentalidad y ambientación estudiosa, con la incorporación de vientos a cargo de John DeHaven y Randy Pingrey.

En “The wolves (part I and II) incluye pequeñas percusiones que siguen la calma de la guitarra y la honestidad de las capas de voz, con un ritmo de suavidad cardiaca que termina por explotar en una pirotecnia de acústica expresionista. En “Flume” o “Blinsided”, se respira más a fondo ese descargo afectivo e iluminado de las melodías tranquilas y bien trabajadas con delicados matices instrumentales, vocales, o los dos funcionando simultáneamente como uno solo. Así expía Bon Iver sus tormentos, con un disco de canciones simples y pulcras, con la luminosidad invernal reflejada tanto en la nieve como en su música. Canciones hechas a partir de la sencillez, de la calma procedente del desasosiego espiritual exorcizado en la soledad de la montaña.