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¿Te dan ganas de bailar mientras lloras? Chris Adams tenía algo así en mente cuando parió We Know About The Need, su debut discográfico como Bracken. Este inglés, a quien algunos conocerán por su respetado proyecto post-rock Hood, se enfoca en la creación de un disco desgarrador de pop apocalíptico, en el que uno no sabe si sonreír, llorar o directamente incluirlo en la personal de las discutidas listas de lo mejor del año. We Know About The Need (nombrado así en homenaje a una canción de Popol Vuh, de 1985) bien podría ser el disco mas subvalorado y pasado por alto del 2007.

Desde su inicio con ‘Of athrolls slains’ y su lamentoso cántico IDM, Adams nos entusiasma y conecta con su propuesta que evoca de inmediato imágenes personales y universales de tristeza, dolor y desesperanza. ‘Heathens’, canción para escuchar una y otra vez, tiene una figura central muy pegajosa, complementada perfectamente con una batería electrónica potente y la voz de Adams que canta triste y repetidamente hacia el final “tenemos la espalda contra la pared???. Similares frases y cánticos lejanos se escuchan en la voz de Adams, quién siempre mantiene su voz distante, muy a lo shoegaze jugando a mimetizarse con los demás instrumentos. ‘Fight or flight’ le sigue por una senda pop melancólica magistral, así como la más experimental ‘Evil teeth’ que después de divagar cerca de seis minutos con caóticos chillidos, golpes de batería y la omnipotente voz arrastrada de Adams, concluye con un órgano modulado hasta la exageración máxima, dándole un final redondo al clímax arrollador de la canción. El mismo órgano se desmodula para guiar desde el fondo a ‘Four thousand style’, canción con acordes de guitarra acústica que baja la intensidad emocional y que junto a las breves ‘Le Monte lament’ y ‘Many horses’ sirven de reposada transición para el correcto track final Back On The Calder Line, un cruce entre IDM y ambient que evoca la misma sensación de podrido-bailable que ‘Heathens’ pero extendido a siete minutos.

Así es este disco de ear-candy, tono sepia, de voces multitrack, abundante cortar-y-pegar e instrumentos electrónicos por doquier. La gracia es que, en conjunto, el sonido es bien orgánico y consistente, similar un tanto al trabajo de Xiu Xiu pero sin lo mega-histriónico-exagerado. Claramente puedes escuchar interactuar todos los instrumentos y capas de sonido, con el resultado de lo etéreo y melancólico como manto permanente de todas sus canciones. Un disco de trasfondo trágico y desolador pero musicalizado magistralmente.