Un cúmulo de buenas intenciones. Eso es Broken Social Scene: la representación de proporciones bíblicas de todo lo que es bueno, correcto y justo en este mundo.  Un colectivo siempre mutante, que agrupa a un sinnúmero de músicos pitilludos y barbones bajo una visión del rock-pop democrática, ambiciosa y por sobre todo épica. Épica en los 2010, que para bien o para mal se traduce en tres guitarristas flacuchentos rockeando como si estuvieran  propulsados por café orgánico. Los nuevos art rockers son nerds políticamente correctos. Quién lo diría.

Encabezados por Brendan Canning y Kevin Drew, y yendo de un numero mínimo de 9 a un máximo de 31, Broken Social Scene emergieron en los 2000 como parte de esa feliz ocurrencia que fueron las nuevas bandas canadienses que se anclaron en la cima de  los rankings. Compartiendo miembros de Stars, Metric y la omnipresente Feist, Broken Social Scene junto con Arcade Fire parecieron renovar todo lo que se estaba poniendo rancio tras la sobredosis de postrock de Chicago. Combinando un sentido colectivo, fuerte presencia de mujeres y una afinidad natural por el pop, el rock mental y machote se volvía una experiencia colaborativa, abierta  y sobre todo entretenida. Al menos eso fue You forgot it in people (Mercury, 2002).  Después vendría el críptico Broken Social Scene (2005) y de ahí la consolidación como banda ejemplar.

En Forgiveness rock, su cuarto disco, vuelven  otra vez enormes, con John McEntire  (Tortoise, The Sea and Cake) de productor y Sam Prekop de invitado.  En estos cinco años  queda claro que la banda ha consolidado un sonido efectivo, cohesionado y tan certero como una buena campaña política. BSS entra a ganador,  argumentando y convenciendo al auditor, entusiasmando con  pirotecnias que parecen reales, y porque suena tan bien hablar de amor con un montón de guitarras de fondo.  Pero no confundirse, ese aire de evento importante no se limita a un disco sobre aprender a sobreponerse a experiencias duras.  El trasfondo está en que BSS se preocupan: Kevin Drew declaró que después de los 30 él ya no quiere ser sólo un rockero sino que quiere hacer cosas trascendentes. Entregar de vuelta. Hacer una diferencia. Y ahí de sopetón se entiende lo Obama que suena Forgiveness rock, apelando al perdón y a la apertura hacia un nuevo trato, lo que no sería algo malo si  es que al momento de creerse más importantes, más reales y más justos, BSS no sonaran tan satisfechos de si mismos.